Miércoles, 15 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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Actitudes deplorables en la Iglesia

por José Gea Escolano

Quiero aludir a una situación que se da en algunos pequeños grupos de Iglesia y que desconciertan a mucha gente sencilla y no resabiada. Se trata de grupos que dan la sensación de estar un tanto amargados por cualquier causa; suelen ser sacerdotes, seguidos por algunas religiosas y seglares. Me refiero a una llamemos misa, en la que no se tuvo en cuenta ninguna norma litúrgica, promovida por la "ASOCIACIÓN DE TEÓLOGOS JUAN XXIII", organización en sintonía con la “CORRIENTE SOMOS IGLESIA”. Y si “Lex orandi, lex credendi”, estando esa celebración al margen de la Iglesia, lo lógico es que también lo estén quienes intervinieron en ella.

En sintonía con ambas asociaciones hay bastante gente que no tienen ningún inconveniente en rechazar hasta enseñanzas magisteriales del Papa y no se privan de críticas, a veces duras, sobre la actuación del Papa, y más todavía de los obispos, presentándolos como no dando una en el clavo.

¡Con el bien que podrían hacer si actuasen normalmente y uniesen en vez de dividir! Me da la impresión de que no acaban de ser conscientes del mal que pueden estar haciendo, sobre todo, a cristianos poco formados

Suelen tener como principios cinco puntos que los de la “Corriente Somos Iglesia” pusieron de manifiesto hace unos años, y que leí hace tiempo:

1.- Una mayor participación de los fieles,

2.- La plena igualdad de derechos de las mujeres para acceder a cualquier ministerio,

3.- El celibato opcional para los presbíteros,

4.- Una valoración positiva de la sexualidad, abierta a distintas formas de expresión

5.- En suma, una Iglesia acogedora, sin amenazas, y opuesta a toda forma de exclusión.

Muchos de ellos admiten el aborto, por lo menos, en algunos casos, y las uniones homosexuales, equiparándolas al matrimonio heterosexual. Esto supone no estar en comunión con la Iglesia.

Hablan unos y otros de las votaciones para decidir qué es lo que debe hacer la Iglesia. Pero en este punto habría que distinguir entre cuestiones pastorales y cuestiones morales y doctrinales. Aparte de que, en cuestiones pastorales los obispos y sacerdotes, cada uno en su nivel, debiéramos escuchar más a seglares y consagrados, lo que no cabe dentro de la estructura de la Iglesia es querer que sean los votos los que manden. En vez de votaciones democráticas, habría que apuntar, más bien, a la asistencia del Espíritu a su Iglesia, que es lo que realmente la vitaliza.

¿A quiénes asiste el Espíritu? ¿Es que estos grupos surgidos espontáneamente, creen que son asistidos por el Espíritu y pueden suplantar a los obispos en la triple misión de enseñar, santificar y regir? ¿Es que ellos se creen los elegidos por el Espíritu? O sea que el Papa y los obispos no pintan nada en la Iglesia. Ellos sí.

Desde esta concepción del gobierno de la Iglesia basada en la democracia ¿podrían ir la enseñanza auténtica y la santificación por un camino y el régimen y la pastoral por otro? ¿Serían los mismos quienes ejerciesen las tres facultades? Y si fuesen los mismos ¿quién les daría la potestad de enseñar y de santificar? ¿Se la daría la comunidad o la tienen los grupos por sí mismos?

Parecen concluir como resumen: que deben gobernar los perfectos, pero ¿dónde están los perfectos? Ni los obispos ni los partidarios de la “Corriente Somos Iglesia” ni los pertenecientes a la “Asociación Juan XXIII podemos considerarnos los perfectos; ni unos ni otros, aunque todos sí debemos aspirar a la perfección que supone, entre otras muchas cosas, respetar la estructura fundamental de la Iglesia, la que le dio Jesús. Si nos salimos de ella, ni somos perfectos ni es perfecto lo que hacemos.

Cierto que la Iglesia es “semper reformanda”, aunque sea santa, pero la reforma ha de respetar siempre su estructura propia; de lo contrario, nacería una nueva iglesia que no sería la de Jesús. Una de tantas iglesias como han nacido en la Historia.

Otra cosa que suelen decir es que los obispos estamos demasiado centrados en la moral sexual, en la religión en la escuela, en las cuestiones de la familia homosexual, en la defensa de la vida... y que deberíamos más bien hablar de los desposeídos, de los oprimidos, de los que sufren injusticias, de la necesidad de defender la libertad y la igualdad entre todos...

Es cierto que debemos hablar de todo ello, y hemos hablado; desde el Concilio ha quedado muy claro lo que deben hacer los seglares en el campo sociopolítico y quizá falte aquí una actuación más intensa por parte de los seglares. Las directrices están muy claras, pero lo que faltan son actuaciones de los seglares en la vida pública; también están muy claras para los políticos católicos. Que nadie espere de los obispos líneas concretas de actuación seglar, aunque sí las deben esperar sobre cuáles deben ser las actitudes morales. Hay competencias de los obispos y competencias de los seglares. Lo que los obispos deben hacer es clarificar posturas con la Biblia en las manos y el magisterio bien proclamado para que todos sepan a qué atenerse.

Los obispos vemos la necesidad urgente de insistir en una iluminación sobre leyes que se van promulgando en España en las que se atenta desde el Gobierno contra valores y derechos fundamentales de la persona humana, de cuya correcta solución va a depender la suerte de nuestros conciudadanos. Se trata de cuestiones relacionadas nada menos que con el respeto a la vida, a la familia y al derecho de los padres en cuanto al tipo de formación que se imparte a sus hijos en las escuelas. Esto es lo que está en juego en nuestra sociedad. Y se trata de cuestiones legislativas. Lo que me produce extrañeza que haya católicos que quieran que sean los obispos quienes actúen en el campo de la responsabilidad propia del seglar mientras que ellos dan la sensación de que prefieren actuar en el campo propio de los obispos.

Somos tambien conscientes del deber que tenemos de ayudar a nuestros cristianos a vivir según el espíritu del Evangelio, y de animar a los políticos cristianos a legislar buscando el bien común, y de luchar contra todo lo destructivo de los grandes valores y contra una legislación contraria a los mismos.

Concretamente en España estamos ante cuestiones cruciales de cuya correcta solución depende el futuro. Son cuestiones sobre la Vida, la Familia y la Educación. Atendiendo a las enseñanzas del magisterio y a las orientaciones de los obispos, deben los seglares asumir sus responsabilidades en el campo social tratando de impregnar a la sociedad con los valores del Evangelio, que es su propia misión.

Y acabo con unas palabras del Concilio en la Gaudium et Spes 43: “Procuren siempre hacerse luz mutuamente con un diálogo sincero, guardando la mutua caridad y la solicitud primordial por el bien común. Los laicos, que desempeñan parte activa en toda la vida de la Iglesia, no solamente están obligados a cristianizar el mundo, sino que además su vocación se extiende a ser testigos de ­Cristo en todo momento en medio de la sociedad humana.

Los Obispos, que han recibido la misión de gobernar a la Iglesia de DIos, prediquen, juntamente con sus sacerdotes, el mensaje de Cristo, de tal manera que toda la actividad temporal de los fieles quede como inundada por la luz del Evangelio...

De los sacerdotes, los laicos pueden esperar orientación e impulso espiritual,. Pero no piensen que sus pastores están siempre en condiciones de poderles dar inmediatamente solución concreta en todas las cuestiones, aun graves, que surjan. No es ésta su misión. Cumplen más bien los laicos su propia función con la luz de la sabiduría cristiana y con la observancia atenta de la doctrina del Magisterio”.

José Gea
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