Rafael Escudero López-Brea, natural de Quintanar de la Orden (Toledo), es el obispo de Moyobamba, una prelatura en Perú que incluye sierra y zona amazónica. Es también uno de los padres sinodales que habló este martes en el Sínodo del Amazonas en Roma.

Moyobamba es una zona muy pobre que desde 2004 es acompañada por la diócesis de Toledo por encargo de la Santa Sede. Ese año, Antonio Cañizares (entonces arzobispo de Toledo, hoy de Valencia) envió 7 sacerdotes toledanos. Desde entonces, unos 32 sacerdotes españoles han servido allí como misioneros en periodos largos.

"La atención pastoral es mínima en esos lugares por la falta de sacerdotes y por la cantidad de comunidades. Tenemos más de 2.270 comunidades dispersas en la Prelatura", explicaba en una interesante entrevista en Infocatólica. "Hace falta una formación espiritual, doctrinal, humana, pastoral, familiar… y en eso las parroquias sí se empeñan. Todas las parroquias tienen cursos de formación, retiros, visitas. Tenemos más de 1.200 animadores", añadía. Cada año se bautizan 3.000 adultos, personas que siempre se sentían cercanas a la Iglesia pero que tardan años en acceder al sacramento.

Un reto pendiente en Moyobamba es la evangelización de los aguarunas, un pueblo indígena. "Estamos, lamentablemente, muy lejos de poder atenderlos como ellos se merecen. Sería muy importante que los agentes evangelizadores vivieran entre ellos y así poder entenderlos en medio de su cultura y costumbres", añade.

Con este bagaje, Rafael Escudero se dirigió a los padres sinodales explicando que las comunidades amazónicas necesitan evangelizadores, no sacerdotes casados. Pidió evitar ver al sacerdote como un "mero funcionario de misa".

Algunas escenas de la vida de fe en Moyobamba

 

Transcripción de las palabras de Mons. Rafael Escudero

(por Infocatólica)

Un desafío importante de la evangelización en la Amazonia es la carencia de sacerdotes que puedan atender las comunidades católicas. La solución que propone el Instrumentum Laboris es la de estudiar la posibilidad de ordenar varones ancianos casados, concediéndoles sólo la tarea de administrar los sacramentos, pero no dice nada de la tarea de enseñar y gobernar. En consecuencia se hace una separación entre el munus sanctificandi, el munus regendi y el munus docendi. De esta manera se introduce una novedad en el plano eclesiológico, en la estructura jerárquica-sacramental que la Iglesia tiene por mandato divino.

 Se propone una nueva visión del Orden que no procede de la Revelación, sino de los usos culturales de los pueblos amazónicos que prevén, entre otros, «una autoridad por rotación» (IL 127), y se invita a reconsiderar la obligatoriedad del celibato. Los hombres ancianos casados ordenados supondrían una especie de sacerdocio de segunda categoría y se reduciría la identidad del sacerdote católico a una mera funcionalidad sacramental. El sacerdote, de ser pastor de la comunidad, fuente de consejo, maestro de vida cristiana, presencia cercana de Cristo, pasaría a ser un mero funcionario de Misa.

La Iglesia existe para evangelizar, nos recordaba San Pablo VI en «Evangelii nuntiandi». La primera misión del Sínodo será ver cómo, con sumo respeto, podemos evangelizar a quienes, por no conocer a Jesucristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida, viven sin respuesta a los grandes interrogantes del ser humano. No podemos olvidar que la mayoría de los habitantes de la Amazonía no son católicos: viven, por eso, privados de conocer el Amor infinito que es Jesucristo. 

Lo urgente es evangelizar en profundidad enviando los mejores sacerdotes, religiosos y laicos de las diócesis y congregaciones religiosas que dispongan de más agentes pastorales. Una evangelización que anuncie a Jesucristo como único salvador de los hombres, de los pueblos y las culturas, que cree comunidades donde se viva intensamente la fe católica probada.

La formación de animadores y catequistas es fundamental para poder mantener vivas esas comunidades hasta que éstas puedan contar con sacerdotes propios. Los obispos y sacerdotes de la Amazonía hemos de esmerarnos más en la formación integral de los animadores y en la pastoral vocacional. Y de un pueblo evangelizado y bien formado surgirán carismas y, entre ellos, el del celibato para el sacerdocio.

Hay penuria eucarística en la Amazonia y en muchos lugares del mundo, pero no faltan hoy vocaciones y sacerdotes en las diócesis y congregaciones religiosas que se forman en la sana doctrina de la Iglesia y viven una auténtica espiritualidad cristiana.

existe una deficiente distribución de los sacerdotes y tenemos necesidad de dedicarnos a nuestro ministerio esencial: orar, predicar, celebrar los sacramentos y expulsar los demonios. Hay demasiados obispos y sacerdotes en las diócesis dedicados a tareas que no le son tan propias como la administración, el profesorado, las secretarías. Es hora que nosotros, como decían ya los Apóstoles, «nos dediquemos más a la oración y a la predicación de la Palabra» (Hch 6,4).

Según la agencia Aciprensa, otros padres sinodales han estado hablando en los dos primeros días del Sínodo a favor del celibato sacerdotal: los cardenales Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos; y Peter Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, así como Emiliano Antonio Cisneros Martínez, agustino recoleto soriano y obispo de Chachapoyas (Perú); Waldo Rubén Barrionuevo Ramírez, Vicario Apostólico de Reyes (Bolivia) y el sacerdote salesiano Martín Lasarte Topolanski (que aporta una visión como misionero en Angola).