San José del Amazonas , en Perú, es un vicariato apostólico de unos 180.000 habitantes dispersos en poblados de los ríos Amazonas, Napo, Putumayo y Yavarí, de los que el 75% son católicos. No hay carreteras y todo el transporte se realiza por los ríos. Es terreno de extrema pobreza abandonado por el Estado durante décadas.

El vicariato mantiene  doce parroquias, una leprosería, un hospital, 14 centros de salud, cuatro colegios, dos internados y dos centros para discapacitados. Todo lo organizan entre 13 sacerdotes, colaborando con religiosas y catequistas que tienen que atender 700 centros de población muy dispersos.

Desde 2015 su obispo es el misionero claretiano extremeño José Javier Travieso Martín. Le entrevista Evaristo Ferández de Vega en el diario Hoy de Extremadura. Explica que las ONGs van ayudando a distintos proyectos solidarios, pero es más difícil lograr financiar algo tan básico como ¡dar de comer a los misioneros!

-¿Cómo es San José del Amazonas?

-Enorme y con poca población. Hablamos de 150.000 ó 160.000 habitantes para 155.000 kilómetros cuadrados, apenas un habitante por kilómetro, algo lógico si se tiene en cuenta que gran parte de la región está cubierta de agua dulce. La población de mayor tamaño no llega a 20.000 habitantes y en nuestro caso contamos con 16 puntos de misión desde Ecuador hasta Brasil, pasando por la frontera de Colombia. En total, más de 700 comunidades.

-¿De qué viven?

-Hay algunas familias que pueden dedicarse al comercio, pero las comunidades suelen sobrevivir con la pesca y los animales del bosque. En ocasiones tienen un pequeño huerto con arroz y yuca, pero su economía es prácticamente de subsistencia. También se extrae petróleo y se explota la madera, algunas veces de forma ilegal, pero los beneficios no llegan a las comunidades indígenas. También hay oro en el subsuelo de los ríos y actividades ilegales como el comercio de coca y la trata de personas. Por lo general la población es pacífica, pero a veces surgen situaciones de violencia y dificultades.

-La Amazonia brasileña ha acaparado grandes titulares por los incendios. ¿Ha visto atropellos de ese tipo en San José del Amazonas?

-En la historia ha habido situaciones en las que se ha avasallado, se avasalla y se avasallará. Cuando alguien sólo piensa en sí mismo, se producen esos atropellos, por eso es tan importante pararse a pensar en la necesidad de respetar la casa común. Ese egoísmo acaba inoculándose en personas de allí que en ocasiones actúan como guías de sus pueblos. El dinero es tentador para todos.

-¿Se han producido atropellos ambientales serios en su vicariato?

-Se me vienen a la cabeza los derrames de petróleo que hemos sufrido, a veces provocados. Cuando alguien sólo piensa en la revancha, puede llegar a matar al otro sin darse cuenta que en realidad se está suicidando a sí mismo. Tenemos partes del territorio en las que se ha destruido una enorme cantidad de terreno para crear plantaciones que durante algunos años serán productivas pero que terminarán abandonadas. Entonces la zona quedará deforestada por 50 años, por cien años... Tal vez nunca se recupere.

-El presidente de Brasil ha dicho que la Amazonía no es patrimonio de la humanidad sino de los países que abarca. Defiende su derecho a explotar las reservas naturales, incluidas las tierras indígenas.

-Hacer empresas para el progreso de los pueblos es bueno, pero si alguien piensa que el progreso es ir con una máquina aplanadora sacando de allí a las familias con sus hijos está equivocado. El progreso ha de dar vida a todos. Por eso es importante que antes de aprobar esos proyectos se haga una consulta previa con el pueblo que allí vive. En nuestro caso, los ríos son como las venas del cuerpo, no se puede envenenar la vida, la vida debe prevalecer por encima de los mercados. Ya lo decía Jesús en el Evangelio: de qué sirve tener todo el oro del mundo si se pierde la vida [defiende Javier Travieso mientras extiende su mano, en la que lleva un anillo con forma de crucifijo, para dar un golpe en la mesa].

-¿Cuál es la situación de la Iglesia en la zona donde trabaja?

-La Iglesia Católica es muy reconocida por la labor misionera que ha realizado desde hace siglos. Por lo general las comunidades son católicas, pero como no tenemos personal suficiente, últimamente están entrando grupos religiosos de todo tipo, muchos de ellos evangélicos.

-¿Cuántos sacerdotes trabajan en su vicariato?

-Actualmente sólo disponemos de 13, algunos de ellos de edad. Tres son peruanos, pero estamos muy escasos. Hay comunidades que sólo podemos visitar tres veces al año. También tenemos el apoyo de seglares y laicos, en total somos alrededor de 60, y contamos con 500 catequistas en formación permanente que se encargan de la catequesis, la educación, la salud y las leyes, porque las necesidades son de todo tipo.

-¿Qué tareas realizan?

-Cristo dijo eso de id por todo el mundo y ayudad al prójimo. Eso tratamos de hacer. La ayuda que nos llega desde Extremadura es mucha. Desde CompromiSOS, desde Proclade [la ONG de los misioneros claretianos], desde donantes particulares hemos recibido mucho apoyo para proyectos de educación, alimentación, salud... Pero en ocasiones cuesta trabajo encontrar apoyo para los misioneros, que son los que están con la gente y sacan adelante los proyectos. Ha habido meses en los que no hemos tenido para alimentar a los misioneros porque eso no lo cubren los proyectos. Para todos los que apoyan no tengo más que palabras de agradecimiento.

-Habla de una escasez extrema de sacerdotes. ¿Puede ser la solución que la Iglesia ordene allí como sacerdotes a personas casadas? Es una de las propuestas que se analizarán en el sínodo, aunque hay sectores que lo rechazan.

-No tengo opinión definida sobre lo que debe hacerse, para eso ha sido convocado el sínodo, para buscar caminos de entendimiento. Eso sí, sabemos que entre los primeros discípulos había casados y solteros. Todavía es así en otras partes de la Iglesia, en oriente hay ministros casados y solteros. ¿Qué convendrá ahora? En esta parte de la tierra que visito estos días [España], tenemos la oportunidad de ir a la eucaristía cada domingo o cada día, encontramos a un sacerdote cerca cuando nos ocurre algo importante. Pero allá eso no es así.

-También se va a hablar de la espiritualidad indígena. ¿Qué le han enseñado esas comunidades?

-No podemos hablar de una espiritualidad única, porque hay más de 300 pueblos indígenas con su propia cosmovisión y sus propias lenguas, pero sí tienen en común lo que a mí me gusta llamar el buen vivir, basado en una armonía vital entre los seres humanos y la naturaleza. Esa armonía entre las personas, los animales y las plantas está alentada por el don divino de la vida.