Francisco recibió este sábado a las 9.30 de la mañana a Pedro Sánchez, quien acudió acompañado de su esposa, Begoña Gómez. La audiencia había sido solicitada por el presidente del Gobierno español, y es la primera desde el encuentro con Mariano Rajoy en 2013 .

Fueron recibidos en el Palacio de San Dámaso por monseñor Lorenzo Sapienza, regente de la Casa Pontificia tras el cambio de funciones asignado a su prefecto, el arzobispo Georg Gänswein.

El Papa saludó a Sánchez en la biblioteca privada en el Palacio Apostólico, y conversaron durante poco más de media hora sobre "las relaciones bilaterales y las cuestiones de interés común que atañen a la Santa Sede y a España", según el comunicado de la Oficina de Prensa vaticana: "También se ha subrayado la oportunidad de un diálogo constante entre la Iglesia local y las autoridades gubernamentales".

"Posteriormente, se han abordado algunos temas de carácter internacional como la emergencia sanitaria actual, el proceso de integración europea y las migraciones", concluye la Santa Sede. Entre los temas previstos estaba un repaso a las relaciones bilaterales, un análisis de la situación provocada por la pandemia y sus efectos sociales y económicos, y un intercambio de perspectivas sobre el nuevo Pacto de Inmigración y Asilo en el que trabaja la Unión Europea en sintonía (según había informado previamente La Moncloa) con la encíclica Fratelli Tutti. Sánchez venía precisamente de citar esa encíclica contra durante el debate de la moción de investidura presentada por Vox contra su Gobierno.

En el tradicional intercambio de regalos, Sánchez obsequió al Papa con un facsímil del Libro de horas del obispo Juan Rodríguez de Fonseca. Francisco, por su parte, le entregó un relieve doble en bronce patinado que representa la misericordia, la acogida y la fraternidad y según es su costumbre, le entregó ejemplares de su última encíclica y otros textos suyos.

Tras su encuentro con el Papa, Sánchez se reunió con el secretario vaticano para las Relaciones con los Estados, monseñor Paul R. Gallagher, pues el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, tenía un compromiso apalabrado desde antes de que se fijase el encuentro.