El Papa Francisco rezó el Angelus en la festividad de la Inmaculada Concepción media hora después de concluir la ceremonia de apertura de la Puerta Santa, con lo que se inauguró el Jubileo Extraordinario de la Misericordia.

"La fiesta de hoy de la Inmaculada nos hace contemplar a la Virgen, que por privilegio singular, fue preservada del pecado original desde el momento de su concepción. Incluso viviendo en el mundo marcado por el pecado, no fue tocada: es nuestra hermana en el sufrimiento, pero no en el mal y en el pecado", empezó Francisco al explicar el dogma que hoy se conmemora litúrgicamente.

Y que implica que "María es la primera salvada por la infinita misericordia del Padre, como primicia de la salvación que Dios quiere donar a cada hombre y mujer, en Cristo. Por esto la Inmaculada se ha convertido en icono sublime de la misericordia divina que ha vencido al pecado", por lo cual debemos mirar a la Madre de Dios "con amor confiado" y contemplarla "en todo su esplendor, imitando su fe".
 
"Celebrar esta fiesta implica dos cosas", continuó el Papa: "Acoger plenamente a Dios y su gracia misericordiosa en nuestra vida; convertirnos a su vez en artífices de misericordia mediante un auténtico camino evangélico", con el cual "conseguimos vencer nuestro egoísmo y hacer más feliz la vida de nuestros hermanos, donarles esperanza, secando algunas lágrimas y donando un poco de alegría".

"No se puede entender un verdadero cristiano que no sea misericordioso, como no se puede entender a Dios sin su misericordia", concluyó el Papa: "Esta es la palabra-síntesis del Evangelio: misericordia. Es la característica fundamental del rostro de Cristo: ese rostro que nosotros reconocemos en los distintos aspectos de su existencia: cuando va a encontrar a todos, cuando sana a los enfermos, cuando se sienta a la mesa con los pecadores, y sobre todo cuando, clavado en la cruz, perdona; allí vemos el rostro de la misericordia divina".

Antes de despedir a los fieles, el Papa recordó su inmediato encuentro con Benedicto XVI y pidió un saludo para él, respondido con un gran aplauso por todos los presentes.