Lo llaman «gestor de élite», un apelativo que se suma a aquel de «CEO ejemplar» que le dio The Economist en clara referencia a la manera como el Papa Francisco ha tomado la batuta para ocuparse de algunos necesarios remozamientos en la Iglesia católica.

A estas alturas del pontificado de Francisco parece ya no ser novedad que una de las publicaciones de negocios más antiguas y conocidas del mundo (la revista Fortune fue fundada en 1930) se ocupe de un personaje al que la competencia directa de Fortune –Forbes Magazine– consideró el hombre más influyente del año 2013 y al que también dedicó su portada.


Pero el artículo de Shawn Tully y la portada que Fortune otorga en su edición de septiembre de 2014 al Papa Francisco van más allá de tratar el vuelco de imagen que ha supuesto para la Iglesia en general, y para el Vaticano en particular, la llegada del primer pontífice argentino a la cátedra de san Pedro. Es verdad que el escrito («This pope means business») refiere las reformas financieras emprendidas en el Vaticano, la inclusión de grandes firmas como KPMG, Ernst and Young, Deloitte and Touche o McKinsey and Co., en ese proceso, o la capacidad de particular liderazgo del Papa Bergoglio para llevar adelante todo eso; pero Fortune Magazine se ocupa también de un aspecto de las finanzas vaticanas que, tal vez sin pretenderlo, desmonta las leyendas negras en torno a las supuestas riquezas de la Iglesia y que bien podría calificarse de apología. Y esto es una síntoma significativo de buen periodismo: ese que dice las cosas que no se quieren creer porque van a menoscabo del imaginario popular.

En uno de los amplios párrafos del reportaje central de la revista se habla del inestable estado financiero de la Santa Sede: «Su riqueza es mucho más modesta que su imagen suntuosa», puntualiza. Shawn Tully, autor del artículo, explica la triple procedencia del dinero que maneja la Iglesia: 1) el mismo Vaticano, 2) las órdenes religiosas y 3) las diócesis esparcidas en todo el mundo. La economía de órdenes religiosas y diócesis funciona autónomamente, si bien ambas hacen llegar fondos al Vaticano, el cual los destina, sobre todo, a las misiones o a obras de caridad del Papa. En todo caso, según Fortune, esas contribuciones son insuficientes pues apenas representan el 4,5% de los ingresos totales.

¿De dónde procede el resto? Fortune explica que la fuente «Vaticano» supone dos entidades prácticamente independientes: por una lado la que opera al Estado de la Ciudad del Vaticano (entidad homologable a un gobierno municipal de tamaño medio) y, por otra, la Curia Romana, el ente central que apoya al Papa en el gobierno de la Iglesia católica y cuya sede está precisamente en la Ciudad del Vaticano.

La Ciudad del Vaticano, en cuanto estado independiente, tiene como principal medio de ingresos a los Museos Vaticanos y el sector turismo. Gracias a esto en los últimos años ha tenido un superávit de no pocos millones (en 2013 gastó 332 millones de euros y tuvo un beneficio de 377 millones. El superávit fue de 45 millones de euros). ¿En qué se ocupan esos millones de beneficio? En pagar las pensiones de los empleados jubilados del Vaticano.


Pero como también hay que apoyar los gastos de la Curia Romana, que no genera ingresos sino sólo egresos, entonces los beneficios resultan insuficientes. Piénsese, por ejemplo, en que tan sólo la Radio Vaticana tiene 330 empleados, gasta 37 millones anuales y apenas ingresa un millón por concepto de publicidad. Las nunciaturas del Vaticano en los países con los que éste tiene relaciones diplomáticas supone otro gasto fuerte: 30 millones al año para las 113 representaciones diplomáticas de la Santa Sede.

Pagar los salarios de los 4,822 empleados que tiene el Vaticano y la Curia Romana representan otro egreso fortísimo. Aunque algunos de los «empleados» son eclesiásticos o monjas, ya a estos, como dice Fortune, se les paga salarios relativamente bajos (28,000 dólares al año, lo que supone un 25% menos que el promedio de 37,800 dólares que percibe un trabajador italiano medio del sector privado). De cualquier manera, tres cuartas partes de los empleados del Vaticano son laicos.

Finalmente Fortune menciona otro punto de la economía inestable del Vaticano: «Sus ingresos provenientes de las inversiones -casi la mitad del total- son impredecibles, y los rendimientos son mucho más bajos de lo que deberían ser. La Santa Sede no posee una fuente confiable de ganancias del banco del Vaticano o IOR. El IOR (Instituto para las Obras Religiosas) ofrece regularmente alrededor de $70 millones para los ingresos de explotación. Tal vez la característica más sorprendente de las finanzas del Vaticano es el tamaño extremadamente modesto de su cartera de acciones, bonos y bienes raíces».

Tratándose de una revista de negocios era comprensible que la investigación se centrara en ese campo. El resultado del trabajo no sólo muestra –en término de imagen– la buena salud que goza el Papa también en 2014 sino que también redimensiona esas construcciones más o menos fantásticas en torno a los dineros que realmente maneja el Vaticano.