En la festividad de la Ascensión, trasladada del jueves al domingo en Italia y otros países, Francisco centró su alocución previa al Regina Coeli en dos puntos: que la Iglesia está siempre en "estado de salida", y que las llagas de la Pasión que el Hijo de Dios presenta al Padre son para recordarle que es el precio de nuestra salvación y por tanto Él "perdona siempre".

Francisco, según su característica predicación dialógica, pidió a los presentes (cincuenta mil personas: un lleno acrecentado por el encuentro de la Renovación Carismática de este domingo en Roma, que contará con la presencia del Papa) que repitieran con él esa última idea idea.

El Evangelio de San Mateo añade al relato de la Ascensión "el mandato de Jesús a sus discípulos de partir y anunciar a todos los pueblos su mensaje de salvación. Ir, o mejor, partir, se convierte en la palabra clave de la fiesta de hoy: Jesus parte hacia el Padre y manda a los discípulos partir hacia el mundo".

"Pero no se trata de una separación, porque él permanece siempre con nosostros de una forma nueva, presente y activo en las vicisitudes de la historia humana", añadió, "con la potencia y los dones de su Espíritu": "Y aunque no lo veamos, está con nosotros, nos acompaña, nos guía, nos toma de la mano y nos levanta cuando caemos. Jesús resucitado está cerca de los cristianos perseguidos y discriminados, cerca de cada hombre y mujer que sufre, cerca de nosotros".

Francisco proclamó que estaba también en la plaza: "¿Vosotros creeis esto? Digámoslo juntos: el Señor está con nosotros. Todos juntos. Otra vez: ¡el Señor está con nosotros!".


"Jesús, cuando va al cielo, le lleva al padre un regalo. ¿Habéis pensado esto? ¿Cuál es el regalo que Jesús le lleva al Padre? Sus llagas. Su cuerpo es bellísimo, sin marcas, sin las heridas de la flagelación, pero ha conservado las llagas y cuando va al Padre le dice: mira, este es el precio del perdon que tu das. Y cuando el Padre mira las llagas de Jesús, nos perdona siempre. No porque nosotros seamos buenos, sino porque Jesús ha pagado por nosotros. Éste es el trabajo que hace Jesús hoy en el cielo. No tengáis miedo de pedir perdón, el Padre siempre mira las llagas de Jesús, mira nuestros pecados, y los perdona".


"Jesús también está presente", continuó Francisco, "mediante la Iglesia que ha enviado para prolongar su misión. La última palabra de Jesús a sus discípulos es el mandamiento de partir: id y haced discípulos. Es un mandato preciso, no es facultativo, la comunidad cristiana es una comunidad en salida, en partida. La Iglesia ha nacido en salida". También las comunidades de clausura, los ancianos o los enfermos, añadió, porque lo hacen "mediante la oración y la unión a las llagas de Jesús".

"Solos, sin Jesús, no podemos hacer nada. En la obra apostólica no bastan nuestros recursos, nuestros esfuerzos, nuestras estructuras, aunque sean necesarias. Pero no bastan", advirtió: "Sin la presencia del Señor y la fuerza de su Espíritu nuestro trabajo, aunque esté bien organizado, resulta ineficaz".

Y antes del rezo, insistió: "No quisiera que olvidaseis cuál es el regalo que Jesús llevó al Padre. ¿Cuál es ese regalo? Las llagas, porque con ese regalo hace ver al Padre el precio de su perdón. Y junto con Jesús, nos acompaña María, nuestra madre: ella ya está en la casa del Padre, es Reina del Cielo y así la invocamos en este tiempo, y como Jesús está con nosotros, es la madre de nuestra esperanza".

Tras el Regina Coeli y la bendición apostólica, Francisco recordó la situación de conflicto en Ucrania y República Centroafricana (pidió a los presentes repetir tres veces "María, Reina de la Paz, ruega por nosotros"), así como la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales y la beatificación este sábado en Italia de una religiosa española, la Madre Esperanza, por quien pidió un aplauso: "Que su testimonio ayude a la Iglesia a anunciar en todas partes, con gestos concretos, cotidianos, la infinita misericordia del Padre celestial con todas las personas".