Monseñor Alfred Xuereb, maltés, ha sido secretario de Juan Pablo II, y junto a Georg Gänswein la función de segundo secretario de Benedicto XVI. Después de la elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio al ministerio petrino, se ha convertido en el primer secretario particular del papa Francisco.

“Existía el riesgo de que llegaran muchas críticas contra el papa Benedicto XVI, muchos habrían dicho: ´Ha comenzado una obra y no ha tenido el valor de completarla´. Sin embargo, yo he visto la heroicidad de este gesto: él no ha cedido ante el riesgo que su renuncia pudiera ser considerada una falta debido a la timidez, sino que estaba convencido que aquello era lo que el Señor le pedía en ese momento". Lo afirma monseñor Alfred Xuereb, ya prelado de antecámara pontificia con Juan Pablo II, después segundo secretario de Benedicto XVI y actual primer secretario particular de papa Francisco.

Era él uno de los pocos --junto con monseñor Georg Ratzinger, monseñor Georg Gänswein y las cuatro Memores Domini-- que conocía las intenciones de Joseph Ratzinger de renunciar al ministerio petrino. A continuación la entrevista exclusiva que monseñor Xuereb concedió a ZENIT:

- Ya algún tiempo antes del anuncio, me impresionaba el recogimiento intenso que el papa Benedicto hacía antes de la misa en la sacristía. La misa debía iniciar a las 7. Algunas veces, sin embargo, se oía sonar el reloj en el patio de San Dámaso, y él permanecía en recogimiento. Rezaba. Ha habido un periodo en el que se recogía de forma más intensa que de lo normal. Tenía una sensación distinta: algo muy importante estaba sucediendo en el corazón del Papa, había alguna intención particular por la cual el Santo Padre estaba rezando. No sé exactamente, pero quizá precisamente ese ha sido el tiempo del lucha interna que él ha vivido antes de llegar a la heroica decisión de la renuncia.

La noticia se nos comunicó de forma personal. Yo fui convocado por él de forma oficial. Me senté delante de su escritorio. Aunque si no era la primera vez, percibía que debía recibir una comunicación muy importante. Obviamente, nadie se lo esperaba. Él estaba tranquilo, como uno que ya ha pasado un lucha y ha superado el momento de la indecisión. Estaba sereno como el que sabe estar en la voluntad del Señor.

Apenas he escuchado la noticia, mi primera reacción ha sido: "¡No, Santo Padre! ¿Por qué no lo piensa un poco más?" Después me detuve y me he dicho: "Quién sabe desde cuanto tiempo examina esta decisión. Me volvieron a la mente como en un flash los momentos largos y recogidos de la oración antes de la misa y escuché atentamente sus palabras. Ya estaba todo decidido. Me ha repetido dos veces: "Usted irá con el nuevo Papa". Quizá había tenido una intuición, no lo sé. El día en el que he dejado al papa Benedicto en Castel Gandolfo he llorado y he dado las gracias por su gran paternidad.

- Para mí ha cambiado mucho. Tenía crisis de llanto, era muy difícil separarme del papa Benedicto XVI. El 11 de febrero de 2013, en la Sala del Consistorio, estaba en un asiento a su lado, mientras él leía yo lloraba, la persona junto a mí de daba con el codo y me decía "contrólate porque también yo estoy conmovido". Estaba maravillado de las expresiones de los cardenales que tenía delante de mí. Me acuerdo del cardenal Giovanni Battista Re que no creía lo que estaba oyendo.

En la misa, aquel día, hemos hablado de esto y le he dicho al papa Benedicto: "Santo Padre, usted se ha quedado muy tranquilo". "Sí", me respondió decidido. La decisión estaba tomada, ya había sucedido, ahora nos tocaba a nosotros unirnos a esta gran decisión que había tomado: una decisión de gobierno, que al inicio podía parecer un abandono del gobierno. Muchos cardenales, al finalizar el consistorio -algunos porque no habían oído, otros porque no conocen bien el latín- se acercaron al cardenal Angelo Sodano y Giovanni Battista Re para entender mejor lo que había dicho Benedicto. El Santo Padre se quedó tranquilo hasta el último día, también cuando se dirigió a Castel Gandolfo.

- Benedetto XVI estaba convencido de lo que el Señor le pedía en ese momento. "Ya no tengo fuerzas para continuar mi misión -dijo- mi misión ha concluido, renuncia a favor de otro que tenga más fuerza que yo y llevará adelante la Iglesia". Porque la Iglesia no es de Papa Benedicto, sino de Cristo.

- Me acuerdo muy bien. Después del 28 de febrero de 2013, en Castel Gandolfo comenzaron a llegar miles de cartas. Era impresionante. Antes no llegaban tantas. Todos se decidieron a escribirle al Papa. Pero aquello que era bonito, era ver que los que escribían a menudo añadían alguna cosa a la carta: un objeto hecho a mano, una partitura musical, un calendario, un dibujo. Como si la gente quisiera decir: "Gracias por todo lo que ha hecho, apreciamos el sacrificio que ha hecho por nosotros. Queremos no solo expresar estos sentimientos, sino regalarle algo nuestro".

Entre estas cartas llegaban muchas de niños. Llenaba toda la estantería con las cartas que llegaban. Obviamente el Papa no tenía tiempo de leerlas todas, porque eran miles. Una noche, pasando a su lado, dije: "mire Santo Padre, estas son las cartas que han llegado hoy, entre ellas muchas de niños". Él se ha girado y me ha dicho: "esas cartas son muy bonitas". Me ha conmovido mucho, esta ternura en relación con los niños. El Papa ha tenido siempre un carácter tierno. Quizá, quería añadir: "a diferencia de las otras que me preocupan, que me crean problemas". Creo que era como un antídoto, una carga para él, que le han ayudado a sentirse querido.

- Con mucha expectativa por el Cónclave, la elección, etc. Estaba ansioso por saber quien iba a ser su sucesor. Para mí fue conmovedora la llamada que en seguida el nuevo Pontífice hizo al papa Benedicto. Yo estaba al lado y le he pasado la llamada. Qué emoción escuchar a Benedicto decir: "¡Yo le doy las gracias Santo Padre, porque ha pensado en mí. Yo le prometo desde ya mi obediencia. Prometo mi oración por usted!". Escuchar estas palabras de una persona con la que he vivido y que era mi Papa, escuchar esto me ha provocado una emoción muy fuerte.

- Estuve con él hasta dos, tres días, después de la elección de papa Francisco. El momento en el que tuve que irme lo recuerdo minuto a minuto, porque ha sido -si puedo usar este adjetiv-- angustiante para mía. He vivido casi ocho años junto a una persona que me ha querido mucho como un padre, que me ha permitido entrar en una confidencialidad siempre respetuosa, pero muy íntima, y llegó el día del desapego.
El papa Benedicto había escrito una carta preciosa -de la cual me entregó una copia que conservo como una joya-en la que indicaba al nuevo Papa algunos de mis puntos fuertes. Quizá quiso evitar escribir mis defectos... Aseguraba que me dejaba libre. Recuerdo también el modo en el que hice las maletas. Me decían: "Date prisa porque el Papa te necesita, está abriendo solo las cartas. Está solo, no hay nadie. Manda tus cosas rápidamente. No sabía nada de lo que estaba sucediendo en Santa Marta, no sabía tampoco que el papa Francisco no tenían un secretario. Después llegó el momento tocante, cuando entré en la oficina de Benedicto para saludarlo personalmente. Después estaba la comida, pero yo me he despedido en ese momento y le he dicho: "Santo Padre, para mí es muy difícil separarme de usted. Le agradezco mucho por lo que me ha donado".

Mi gratitud no se debía al hecho que él me concedía estar con el nuevo Papa, como había escrito alguno, sino por su gran paternidad. El papa Benedicto en estos momentos no se ha emocionado. Se ha levantado, yo me he arrodillado, como estábamos acostumbrado, para besarle el anillo. No sólo me ha permitido besarle el anillo, sino que ha alzado la mano hacia mi y me ha dado la bendición. Nos hemos despedido en este modo. Después, estaba la comida, pero no fui capaz de decir una palabra. (sigue mañana)

Esta entrevista ha sido publicada en polaco en el blog“Stacja 7” www.stacja7.pl