En el diálogo ecuménico e interreligioso que plantea el Concilio Vaticano II «se juega una parte relevante del diálogo de la Iglesia con el mundo contemporáneo». Lo afirmó Benedicto XVI en el discurso que pronunció el sábado 20 de octubre durante la ceremonia en la que entregó el prestigioso “Premio Ratzinger”, que se ha convertido en una especie de “Nobel” de la teología.

El sábado por la mañana, en la Sala Clementina del palacio apostólico, el Santo Padre ha conferido a dos estudiosos de teología il “Premio Ratzinger” instituido por la “Fundación Vaticana Joseph Ratzinger - Benedetto XVI”, según indicó el Servicio de Información Vaticano.

Este año el premio se ha otorgado al catedrático francés Rémi Brague, laico, experto de Filosofía de las religiones y al sacerdote jesuita Brian E. Daley, docente de Teología histórica.

Después de la introducción de monseñor Giuseppe Antonio Scotti, Presidente de la Fundación, y de la presentación de los premiados por parte del cardenal Camillo Ruini, Presidente del Comité científico, Benedicto XVI dirigió unas palabras a los presentes.

Los dos galardonados -dijo- «son expertos y están comprometidos en dos aspectos decisivos para la Iglesia en nuestro tiempo: el ecumenismo y la confrontación con otras religiones. El padre Daley, estudiando a fondo a los Padres de la Iglesia, se ha situado en la mejor escuela para conocer y amar a la Iglesia, una e indivisible, incluso con la riqueza de sus tradiciones diversas». El profesor Brague es «un gran estudioso de la filosofía de las religiones, en particular, de la hebrea y de la islámica de la Edad Media. Por eso, cincuenta años después de la apertura del Concilio Vaticano II, me gustaría releer con ellos dos documentos conciliares: la declaración “Nostra aetate”, sobre las religiones no cristianas y el decreto “Unitatis redintegratio” sobre el ecumenismo, a los que añadiría otro documento que ha revelado su importancia extraordinaria: la declaración “Dignitatis humanae” sobre la libertad religiosa».

Benedicto XVI recordó que ambos premiados son «profesores universitarios, muy comprometidos en la enseñanza», subrayando la importancia de esta faceta que demuestra «un aspecto de la coherencia de la actividad de la Fundación», que además del Premio promueve becas para los doctorandos en Teología y congresos de estudios universitarios.

«Personalidades como la del padre Daley y la del profesor Brague -subrayó- son ejemplares para la transmisión de un saber que une ciencia y sabiduría, rigor científico y pasión por el ser humano, para que descubra el “arte de vivir”. Y, precisamente, hoy nos hacen falta personas como esas que, a través de una fe iluminada y vivida, acerquen y hagan creíble a Dios a la humanidad de nuestros días (...) Necesitamos personas cuyo intelecto esté iluminado por la luz de Dios para que puedan hablar a la mente y al corazón de los demás».

«Trabajar en la viña del Señor, a la que nos llama, para que los hombres y las mujeres de nuestra época descubran “el arte de vivir” ha sido también una de las grandes pasiones del Concilio Vaticano II, más actual que nunca, en la tarea de la nueva evangelización», finalizó el Santo Padre.