Hoy que la Iglesia celebra la 98º Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado, el Papa Benedicto XVI dijo que los emigrantes "no son números", sino personas que buscan un lugar donde vivir en paz y que, además, no son sólo destinatarios sino protagonistas del anuncio del Evangelio en el mundo contemporáneo.

Así lo señaló el pontífice ante varios miles de personas que asistieron en la plaza de San Pedro del Vaticano al rezo del ángelus dominical.

"Millones de personas se ven implicadas en el fenómeno de la inmigración, pero ellas no son números, son hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos que buscan un lugar donde vivir en paz", afirmó con el Papa.

Benedicto XVI subrayó que los emigrantes "no son solamente destinatarios, sino también protagonistas del anuncio del Evangelio en el mundo contemporáneo".


Antes de su reflexión sobre los inmigrantes, el Papa reflexionó en torno al llamado que Dios hace a las personas para seguirlo más de cerca.

Así, resaltó el "papel decisivo de la guía espiritual en el camino de fe y, en particular, en la respuesta a la vocación de especial consagración para el servicio de Dios y de su pueblo".

El Papa señaló que "la llamada a seguir a Jesús más de cerca, renunciando a formar la propia familia para dedicarse a la gran familia de la Iglesia, pasa normalmente a través del testimonio y la propuesta de un ´hermano mayor´, de hecho un sacerdote".

Finalmente pidió oraciones por "los educadores, especialmente los sacerdotes y los padres, para que tengan plena conciencia de la importancia de su papel espiritual, para favorecer en los jóvenes, además del crecimiento humano, la respuesta a la llamada de Dios".


En las Lecturas bíblicas de este domingo – el segundo del Tiempo Ordinario – surge el tema de la vocación: en el Evangelio es la llamada de los primeros discípulos por parte de Jesús; en la primera Lectura es la llamada del profeta Samuel. En ambos relatos resalta la importancia de la figura que desarrolla el papel de mediador, ayudando a las personas llamadas a reconocer la voz de Dios y a seguirla.

En el caso de Samuel, se trata de Elí, sacerdote del templo de Silo, donde antiguamente estaba custodiada el arca de la alianza, antes de ser transportada a Jerusalén. Una noche Samuel, que era aún un muchacho y que desde pequeño vivía al servicio del templo, por tres veces consecutivas sintió llamarse en sueños y corrió hacia Elí. Pero no era él quien lo llamaba. A la tercera vez Elí entendió, y dijo a Samuel: “y si alguien te llama, tú dirás: Habla, Señor, porque tu servidor escucha” (1 Sam 3,9).

Así ocurrió, y desde ese momento Samuel aprendió a reconocer las palabras de Dios y se convirtió en su fiel profeta. En el caso de los discípulos de Jesús, la figura mediadora es aquella de Juan Bautista. En efecto, en torno a Juan había un vasto círculo de discípulos, y entre estos se encontraban las dos parejas de hermanos Simón y Andrés, Santiago y Juan, pescadores de Galilea. Justamente a dos de estos el Bautista les indicó a Jesús, el día después de su bautismo en el río Jordán.

Se los señaló diciendo: “Este es el Cordero de Dios” (Jn 1,36), que equivalía que decir: Este es el Mesías. Y aquellos dos siguieron a Jesús, permanecieron largo tiempo con El y se convencieron que verdaderamente era Cristo. De inmediato lo dijeron a los otros, y así se formó el primer núcleo de aquello que llegaría a ser el colegio de los Apóstoles.

A la luz de estos dos textos, quisiera subrayar el papel decisivo de la guía espiritual en el camino de fe y, en particular, en la respuesta a la vocación de especial consagración para el servicio de Dios y de su pueblo. La misma fe cristiana, por sí sola, presupone el anuncio y el testimonio: de hecho ella consiste en la adhesión a la buena noticia que Jesús de Nazaret ha muerto y resucitado, que es Dios. Y así también la llamada a seguir a Jesús más de cerca, renunciando a formar la propia familia para dedicarse a la gran familia de la Iglesia, pasa normalmente a través del testimonio y la propuesta de un “hermano mayor”, de hecho un sacerdote. Esto sin olvidar el papel fundamental de los padres, que con su fe genuina y gozosa y su amor conyugal muestran a los hijos que es bello y posible construir toda la vida sobre el amor de Dios.

Queridos hermanos, pidamos a la Virgen María por todos los educadores, especialmente los sacerdotes y los padres, para que tengan plena conciencia de la importancia de su papel espiritual, para favorecer en los jóvenes, además del crecimiento humano, la respuesta a la llamada de Dios, a decir: “habla, Señor, tu siervo te escucha”.