Y el Oscar 2016 a la mejor película es para... Spotlight. Era de esperar, visto su éxito de taquilla y la innegable calidad del largometraje. Que llama la atención sobre uno de los momentos más duros en la reciente historia de la Iglesia, aquel en el que se descubrió la dimensión del crimen de abusos sexuales en la diócesis de Boston. Y de ahí, en cascada, también en muchas otras ciudades norteamericanas.

Bien acogido por la crítica, incluso por la prensa católica, la película es una reconstrucción fiel de los sucesos que tuvieron lugar entre 2001 y 2002. La historia de la investigación periodística del Boston Globe que, partiendo de la sospecha de un único caso, desenmascaró también al cardenal Bernard Law, culpable de haber encubierto a decenas de sacerdotes culpables de abusos sexuales.

Pero ¿es una historia imparcial? Sin duda, no. Es un film de tesis. [Pincha aquí para leer la opinión de Juan Manuel de Prada sobre Spotlight.]

Las clamorosas omisiones de la película
En las reseñas publicadas por la prensa católica -también en las positivas- se destacan las omisiones de la película. Alessandro Zaccuri, en Avvenire, constata por ejemplo cómo al final de la película la dimisión y traslado del cardenal Law se describen como una especie de "promoción" por parte del Vaticano, cuando no fue eso en absoluto.


El apartamiento del cardenal Bernard Law en el Vaticano es presentado por Spotlight como una promoción.

Antes de los títulos de crédito leemos el larguísimo elenco de escándalos sexuales en la Iglesia en todo el mundo, pero no se dedica ni siquiera una palabra a la política de "tolerancia cero" adoptada por la Iglesia estadounidense tras la conferencia de Dallas de 2003. Tampoco se citan siquiera las directrices publicadas en 2011 (durante el pontificado de Benedicto XVI) por la Congregación para la Doctrina de la Fe para ayudar a las parroquias a prevenir y afrontar el problema. En suma: falta la continuación de la historia. Y también contar cómo el cardenal Sean O´Malley, con sensibilidad, tenacidad y método, ha reconstruido la comunidad católica de Boston tras el shock de 2002.

Curiosamente, como constata Luigi Amicone en Tempi, hay también otra omisión: el porcentaje de abusos sobre menores varones. En un diálogo de pasada al inicio de la investigación, la película nos informa de que "son víctimas tanto hombres como mujeres, indistintamente". Sin embargo, según el informe del John Jay College sobre la pedofilia en la Iglesia de Estados Unidos, el 81% de los abusos es de varones con varones. ¿Tal vez se omitió este detalle para no ser acusados de homofobia?

No se consideran casos puntuales, sino un mal sistémico
Sin embargo, más que las omisiones, lo que sorprende en la película es la voluntad explícita de presentar la pedofilia como un problema sistémico de la Iglesia. Como si fuese la Iglesia misma, con sus reglas, quien facilitase su difusión.

Esto es evidente desde los primeros diálogos con las víctimas de los abusos. Como en el caso del superviviente que se sorprende al ver todavía un parque infantil enfrente de una basílica. Es también evidente en la insistencia con la que el director del Globe, Marty Baron [interpretado por Liev Schreiber], habla de "sistema" que desentrañar: no un caso único ni una manzana podrida, por impactante que resulte.


John Slattery, Michael Keaton y Liev Schreiber durante una discusión de directivos del periódico valorando las informaciones obtenidas.

Datos sesgados
El tema se afronta en términos científicos en los diálogos con el psicoterapeuta y ex sacerdote Richard Sipe, auténtico protagonista del film aunque no sea visible (sólo se escucha su voz, en largas entrevistas telefónicas). De hecho, es Sipe quien da a los periodistas del Globe la orientación, o mejor, la clave interpretativa, para destapar el escándalo.

El psicoterapeuta les dice que, según sus cálculos, el 50% de los sacerdotes no respeta el voto de castidad. Y esto crea "un clima general de secretismo" en el cual los pedófilos se mueven como pez en el agua. Según Sipe, los pedófilos son el 6% de los sacerdotes. Los redactores del equipo de investigación Spotlight encuentran 87 casos de sospechosos de pedofilia en Boston, que suponen aproximadamente el 6% del clero de la diócesis.

Comprobada la tesis del analista, los periodistas Michael Rezendes [Mark Ruffalo] y Sacha Pfeiffer [Rachel McAdams] (única mujer del equipo de investigación), si ya antes eran poco practicantes, dejan definitivamente de ir a misa. ¿Moraleja de la película? Seas creyente o no, al menos mantén a la Iglesia lejos de los niños.

Pero ¿es verdad lo que dice Sipe? En su ensayo The New Anti-Catholicism [El nuevo anticatolicismo], Phillip Jenkins informa de que el estudio de Sipe está ampliamente deformado por su área de observación. El psicoterapeuta eligió como muestra estadística sacerdotes que ya estaban en tratamiento por problemas psiquiátricos o psicológicos. El 6% de pedofilia y, en general, el 50% de violación del voto de castidad se refieren pues a personas que tienen ya problemas graves, un tipo de población en el cual cabe esperar una mayor proporción de problemas de comportamiento.

Sobre el porcentaje real de casos de pedofilia ya ha escrito varias veces Massimo Introvigne. No habla en modo alguno de un 6% de los sacerdotes, sino de una media de un caso al año en Estados Unidos de sacerdotes condenados por pedofilia. Tampoco se puede afirmar que la Iglesia sea un ambiente particularmente favorable a la pedofilia, porque el 90% de los abusos los cometen personas casadas, como demuestran los datos recogidos por Jenkins.

Sin duda un único caso es un escándalo que debe hacer reflexionar. La condena es justa, pero presentar a la Iglesia como una institución corruptora es otra cosa.

Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Carmelo López-Arias.