"¡Tenemos que darle gracias al Señor, sólo darle GRACIAS!". Quien pronuncia estas palabras es una chiquilla de 14 años en el lecho de la agonía, después de pasar por el calvario de un tumor que se la ha llevado en dos años.

Y, sin embargo, todos lo han visto claramente: Giulia Gabrieli ha vencido.

Ha subido al Cielo corriendo, con los pies descalzos y una sonrisa luminosa. Porque ese "Dios Amor" que la había elegido como Esposa en la tierra, le ha regalado el Paraíso para la eternidad.

"Siempre le pedimos algo a Dios, pero nunca pensamos en decirle sólo gracias. ¡GRACIAS Señor por todo lo que haces por nosotros!". Así, en su lecho de muerte y con su último aliento, Giulia termina su oración.

La llama "Coronita de agradecimiento", para que quede claro: en esta oración no se debe pedir nada a Dios, sólo hay que darle las gracias y adorarlo.

El resultado es una muy dulce melodía de Amor al Padre, al que Giulia incluso da las gracias por su "óptima salud". Precisamente ella, que con sólo 12 años fue diagnosticada de un tumor que le quitaría la vida tras dos años de durísimo calvario. Sí, parece una locura total. Pero Giulia no habla del cuerpo, sino de la salud de su alma que, tras contraer nupcias con el Esposo en la tierra, disfruta libre en el apogeo del Amor.

Cuando está en el momento más agudo de su agonía, Giulia quiere escribir su último 'gracias' a Jesús porque "en la cruz nos ha donado a su joven Madre". Unas horas después de haber concluido su oración, termina también su camino en esta tierra: el 19 de agosto de 2011, Giulia Gabrieli, con solo 14 años, sube al Paraíso con una sonrisa en los labios y descalza "para sentir la suavidad de las nubes bajo mis pies".

Pese al tumor, luz y belleza

Para comprender quién es Giulia, esta joven nacida en Bergamo el 3 de marzo de 1997, bastaría mirar los pocos minutos del vídeo que ella misma grabó un mes antes de su fallecimiento. Su rostro está visiblemente hinchado por la cortisona y su cuerpo lleva las huellas de un calvario de tratamientos, terapias y operaciones: dos años enteros intentando lo imposible, dada la agresividad del tumor y su corta edad, que hace que el mal se desarrolle más rápidamente.

Y, sin embargo, cuando la miramos, todo esto parece imposible: Giulia emana una luz, una belleza, una dignidad que son la envidia del más sano entre los sanos.

Los gestos de su rostro, su mirada, su voz, todo está como raptado por un Amor tan grande, que es palpable en esta chiquilla de 14 años que lleva dentro de sí la sabiduría del Espíritu Santo.

"Cuando me haya curado", dice con una naturalidad asombrosa pocos días antes de su muerte; "si me curo", corrige sin darle gran importancia, "tengo que hacer algo por los jóvenes que aún no han conocido este gran Amor por el Señor. El Amor es el sentimiento más grande y más hermoso de todos; el Amor lo contiene todo".

Dios es Amor, dice ella en la enfermedad

Después, con la voz suspendida entre la tierra y el Cielo, y con la mirada embargada de Verdad, explica: "Pienso con amor, hago un gesto de Amor, siento Amor cuando hablo, siento serenidad, alegría: todo es Amor. Todo lleva al Amor. Y, mira que casualidad, Dios se llama Amor. Para mí, la palabra Amor podría ser un modo para llamar al Señor: Dios Amor, Dios Señor, Amor, Padre".

Pero, ¿de dónde viene tanta sabiduría en esta joven, poco más que una niña? ¿Y cómo es posible decir estas palabras en el mayor de los sufrimientos?

Lo que más asombra al oírla hablar es su sencillez. Es descubrir que el secreto de tanta sabiduría Giulia lo encuentra, día tras día, en la realidad: "No nos damos cuenta de cuánto vale lo que tenemos. Cuando lo pierdes te das cuenta de lo importante y profundo que es, y cuanto te ayuda a seguir adelante".

¿Una frase hecha? No para Giulia que, con el cáncer, sigue adelante con una sonrisa cada vez más grande en su labios. Pero Giulia es así, siempre ha sido así: "llena de vida", como son todos los niños aún vírgenes del mundo y plasmados por la Verdad original.

Un entusiasmo contagioso

"Hacía todo con entusiasmo -cuenta su padre Antonio-, iba al colegio entusiasmada… si iba a hacer la compra, lo vivía con entusiasmo. Todo lo que hacía, lo hacía con un entusiasmo que era contagioso porque te hacía sentir como si siempre estuvieras viviendo algo verdaderamente importante". Ni siquiera la terrible enfermedad consigue romper este modo de vivir, cuyo sello está impreso en su joven corazón.

"A Giulia le encantaba ir de compras -relata su madre-; pocos días antes de su subida al Cielo empezaron las rebajas y no quiso perder la ocasión. Estaba indecisa, le hubiera gustado comprar dos chándales y después se había puesto a reír: 'Ni siquiera sé si me los podré poner'".

"Sabía que no le quedaba mucho por vivir, pero le bastaba: amaba la vida immensamente, la disfrutaba en el presente, desde las cosas más elevadas a las más banales, que para ella banales no eran. Incluso en los momentos más difíciles, Giulia consigue sacar Fuerza de la vida misma, descubriéndola allí, en las cosas de todos los días."

El dolor es digno cuando somos abrazados

"Si sigues pensando estoy enferma, te deprimes y cada vez estás peor. Si te ríes y dices: vale, hoy ha ido como ha ido, basta, ahora ¡pensemos en el presente! ¿Ahora estoy bien? Entonces disfruto de este momento. ¿Ahora estoy mal? De acuerdo, esperemos que mañana pueda estar mejor. Y sigo adelante. Porque la vida es hermosísima. La cosa que Dios ha creado, la cosa más bella del mundo, ¡es la vida!".

Y, de nuevo: "Lo que me impulsa a seguir adelante sois precisamente vosotros. Porque si veo a tantas personas a mi alrededor que me dicen: 'Adelante, Giulia, sigue adelante, lo conseguirás'", esto me hace pensar que soy importante, que de verdad vale la pena combatir y seguir adelante". La joven está hablando de los familiares, los médicos y los amigos que la acompañan cada día. Y otra vez, con gran naturalidad, dice una gran verdad, hoy cada vez más olvidada y traicionada: el dolor más duro, incluso el que parece más insoportable, es digno de ser vivido si somos acompañados, abrazados y amados.

La noche oscura: Dios y el dolor

"Pero Dios, ¿dónde está? Ahora que me encuentro muy mal, que se me cae todo encima, Dios, ¿dónde está? Él, que puede hacer grandes milagros, aliviar todos los dolores, ¿por qué no me quita mi dolor? ¿Dónde está?". Llega la hora de la noche oscura. Giulia, que ha estado siempre alegre incluso en el dolor, que siempre ha rezado por todos menos por ella, que en lugar de cadenitas lleva en el cuello el Rosario de la Virgen, que reza cada día, ahora que el dolor se hace insoportable y las esperanzas de curación clínica son nulas, Giulia cae en la oscuridad.

La ayudará a levantarse la mano de la Madre Celeste que le sale al encuentro.

La tumba de San Antonio, en Padua

Sucede un día. Giulia está en Padua para recibir radioterapia y, debido a la angustia que siente en su interior, decide ir a rezar ante la tumba de San Antonio. De repente, mientras está arrodillada delante de la estatua del Santo, una señora, que no había visto nunca antes, pone su mano sobre su mano enferma. "No me ha dicho nada -contará más tarde-, pero tenía una expresión en el rostro como si quisiera decirme: sé fuerte, sigue adelante, lo conseguirás, ¡Dios está contigo! Entré enfadada, llorando, en un estado lamentable, y salí de la basílica con una sonrisa, con la alegría de saber que Dios nunca me ha abandonado. Estaba tan atormentada por el dolor que no conseguía sentirle cerca de mí, pero en realidad pienso que me estaba abrazando tan fuerte que Él ¡no podía más!".

Llega también el esperado viaje a Medjugorje como regalo por sus 14 años: "A partir de ese viaje –explica su padre-, para Giulia ya no será un camino, sino una verdadera carrera hacia los brazos de Jesús". La verdad es que Giulia no ha aceptado la enfermedad; Giulia la ha abrazado. Y la Madre Celeste la ha acompañado directamente hasta Su hijo: "¡Hágase Tu voluntad, Señor! ¡Hágase Tu voluntad, Señor!", es la frase que más repite en los últimos tiempos, antes de subir al Cielo.

Con los jóvenes de la JMJ de Madrid

La mañana del 19 de agosto de 2011, el obispo de Bergamo, Francesco Beschi, que con Giulia había entablado un diálogo estrecho y confidencial, cuenta la historia de esta muchacha a los miles de jóvenes de Bergamo que se habían reunido en Madrid con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud.

Esa misma noche, durante el Via Crucis de los jóvenes, llega la noticia: Giulia ha subido al Paraíso. Ha ido corriendo y descalza "para sentir la suavidad de las nubes bajo mis pies y atravesar esa puerta dorada… ¡oh, es bellísimo!".

Que la vida luminosa de Giulia pueda ser luz para tantos jóvenes que, como ella, arden del deseo de encontrar el único Alimento que sacie su hambre de vida. Y GRACIAS Señor, Gloria a Ti porque por medio de Giulia nos has hablado, de nuevo, de tu amor por nosotros.

(Traducción del italiano por Helena Faccia Serrano, publicado originariamente aquí en La Nuova Bussola Quotidiana)

(Más sobre Giulia en la web http://www.congiulia.com/es/)