Diez años después de su estreno, La última cima, la película de Juan Manuel Cotelo sobre la vida del sacerdote Pablo Domínguez (1966-2009), sigue expandiéndose por el mundo. En breve se estrena en Austria, Alemania y Suiza, donde hay una crisis profunda del sacerdocio y donde los obispos buscan modelos vocacionales como el que presenta el film. Con esos tres países, serán ya 21 donde se habrá podido ver un documental que sorprendió hace una década en España con un gran éxito en taquilla, algo insólito para una producción de estas características... y éxito que Cotelo ha repetido después con Tierra de María, Footprints o El mayor regalo.

De todo ello habló el cineasta en una entrevista de Linda Noé en el portal alemán Kath.net:

-Señor Cotelo, usted ha dirigido películas muy conocidas como Tierra de María o El mayor regalo. Compartir la fe a través de la películas, ¿tiene alguna ventaja, en comparación con otros medios?

-Cualquier camino es bueno para dar a conocer la buena noticia del amor de Dios a los hombres, revelado por Jesús. El más eficaz de todos los caminos es la oración íntima con Dios, en el silencio de cada corazón. Es así como cada persona conoce la voluntad concreta de Dios para sí mismo. De ahí surge toda la eficacia, es así como obtenemos la gracia necesaria para anunciarlo a otras personas. A unos, Dios les pide que anuncien la buena noticia del Evangelio a través de los libros, a otros a través de la música, a otros a través de la pintura, o de la escultura... A todos nos pide que lo anunciemos con nuestras obras de amor, en nuestra familia y en nuestro entorno cercano. Y a mí, en concreto, me pide que lo haga a través del cine, el lenguaje más extendido hoy en todo el mundo, el que alcanza a un número mayor de personas.

»Nuestras películas se han estrenado en salas de 35 países y a través de plataformas de contenidos audiovisuales, como Netflix, han alcanzado a 198 países. Es imposible calcular cuántas personas las han visto y las verán. Además, cualquier persona del mundo puede verlas a través de la página web de nuestra productora, Infinito+1. Está claro que el cine es un medio perfecto para anunciar el Evangelio, pero insisto en que, sin la oración, solamente haríamos ruido, sin ningún fruto espiritual para nuestras vidas ni para los espectadores. Toda la eficacia viene de Dios, no de nuestras fuerzas. Hemos de recordarlo, para no caer en un activismo estéril.

-Seguramente usted recibe muchos testimonios desde todo el mundo. ¿Qué respuesta a sus películas le ha conmovido más?

-Desde hace diez años recibimos constantes testimonios por parte de nuestros espectadores. Es imposible clasificarlos, porque no hay dos espectadores iguales. Y todos ellos son motivo de agradecimiento y alabanza a Dios. He conocido a más de 50 jóvenes que se han ido al seminario, para formarse como sacerdotes, después de ver nuestra película La última cima. Hay muchas personas que han acudido a nosotros para pedir ayuda después de haber abortado, después de ver Tierra de María; o personas que estaban pensando en abortar y cambiaron de plan, gracias a esa película, y nos envían las fotos de sus hijos recién nacidos. Hay matrimonios que se han reconciliado, después de haberse divorciado, por haber visto El mayor regalo. Hay un número incalculable de personas que han vuelto a recibir el sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía, después de ver Footprints. Puedo recordar tantas historias... y nos siguen llegando, porque el Espíritu Santo no está de vacaciones y cada día sigue moviendo los corazones. Sólo tenemos motivos para la alegría, para el agradecimiento y para seguir trabajando en esta preciosa misión.

-Pronto se estrenará en Austria, Alemania y Suiza su documental La última cima, sobre el sacerdote Pablo Domínguez. Fue un gran éxito en España en 2010. ¿Por qué se estrena ahora en los países germánicos?

-La última cima fue nuestra primera película y ya se ha estrenado en 18 países. Su mensaje no caduca y siempre da frutos espirituales, allá donde se estrena. Para mí es asombroso ver cómo Dios sigue sirviéndose de la vida de Pablo Domínguez, su protagonista, para provocar conversiones. Pablo fue un sacerdote alegre, humilde y servicial. Era un hombre enamorado de Dios y de todas las personas con las que se encontraba. Era un modelo sencillo de sacerdote generoso. Desde el Cielo sigue actuando, al servicio de las personas. Estoy seguro de que La última cima seguirá dando frutos, no sólo ahora en los países germánicos donde se estrena, sino en todo el mundo.

-¿Qué es lo más importante para usted, de un sacerdote? ¿Cómo podemos ayudarles en estos tiempos en los que su imagen está tan lastimada en los medios de comunicación?

-Lo primero que hemos de saber los cristianos es que el sacerdote es portador de Cristo, no por sus méritos personales, sino por un don directo de Dios en su alma. Un don que no sólo es para sí mismo, sino para los demás. Cada sacerdote es Cristo dándose al mundo.

»Lo segundo que hemos de saber, es que Dios no escoge a los perfectos, sino a quien quiere, aunque tiene especial predilección por los más pecadores, los más frágiles. Y por tanto, no podemos extrañarnos de encontrar que cada sacerdote es realmente un hombre normal, es decir, un pecador, redimido y elevado por la gracia del Cielo. A veces nos asombramos de que Dios se case con los pecadores, en lugar de asociarse sólo con los perfectos. Pero eso es la Iglesia: la alianza de Dios con todos nosotros, precisamente por ser pecadores. Los sanos... no necesitan al médico. Los que no sean pecadores... no necesitan a un redentor de su alma. Por eso necesitamos todos a Cristo. Quien espere encontrar en los sacerdotes a seres especiales, se va a llevar un gran chasco.

»Cada sacerdote refleja cómo es el amor de Dios por nosotros: universal, incondicional, fiel, humano y divino al mismo tiempo. Jesucristo nos lava nuestros pies sucios a través de los sacerdotes. Y no importa que sus pies también estén sucios... pues la eficacia de su sacerdocio no procede de sus cualidades humanas, sino de Jesús que habita en ellos y se da a través de ellos. San Pablo lo expresa claramente: "Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí." La gracia de Dios nunca obliga, nunca esclaviza... y por eso los sacerdotes tienen la misma libertad que cualquier persona, para acoger el don y hacerlo fértil... o para estropearlo y pudrirlo en su interior.

»¿Qué podemos hacer por los sacerdotes? En primer lugar, amarlos como a cualquier otra persona, con un amor real, incondicional, humano y divino. También hemos de rezar por ellos, sosteniendo y protegiendo su alma con nuestra oración. El enemigo de Dios odia y ataca especialmente el alma de los sacerdotes, porque conoce la importancia que tiene cada uno de ellos para la salvación de tantas almas. La oración por los sacerdotes no es un adorno decorativo, es eficaz realmente. Y en tercer lugar, también podemos ejercer cada uno de nosotros lo que la Iglesia llama el "sacerdocio común de los fieles", es decir, que cada uno de nosotros acoja el don de Dios y lo comparta con los demás. Todos podemos ser mediadores de la gracia. Todos podemos ser fieles portadores de Jesús, o esconderle y enterrar sus dones, por miedo o por comodidad, por falta de fe.

-¿Cuál de sus películas significa más para usted y por qué?

-La película que más significa para mí es siempre aquella en la que estoy trabajando en cada momento. Una vez que he terminado una película, ya no le dedico más tiempo, porque he de concentrarme al máximo en la siguiente. De modo que la más importante de todas, en este momento, es la próxima producción, que va a tratar sobre la familia. Queremos contar cómo ayuda Dios a una familia en crisis, para mostrar que Dios no está de espectador, sino siempre dispuesto a servirnos y ayudarnos en las dificultades.

-¿Qué tipo de películas disfruta usted como espectador y cuáles recomienda a nuestros lectores?

-El mundo está lleno de películas maravillosas, que merecen la pena ser vistas. Recomiendo buscar las películas que se salen de las modas, porque las modas suelen ofrecer los productos con menos valor. Si uno analiza las películas de moda, suelen ser clónicas, casi idénticas, con fórmulas más propias del fast food que de la buena cocina. Las modas aportan pocos productos realmente interesantes. Se repiten los chistes, el tipo de música, los modelos de héroe o heroína, que suelen ser las personas más violentas, las más vengativas, las más frívolas. Sin embargo, fuera de esas modas, hay películas realmente conmovedoras, preciosas, divertidas, interesantes. Esta búsqueda exige que el espectador tome la iniciativa, que no se deje llevar por la comodidad de consumir lo primero que se le ofrece. Y gracias a las plataformas y a Internet, hoy no es difícil dar con películas alternativas, que son buenísimas. Esa es mi recomendación: que el espectador se forme un criterio propio sobre lo que merece la pena ser visto, y lo que no.