Las casas del barrio más rico de Amán, la capital de Jordania, conforman un entramado de calles lujosas y jardines privados llenos de limoneros y buganvillas. Pero detrás de los altos muros de estas mansiones miles de trabajadores viven en condiciones de semiesclavitud

La hermana Theresa Perera, de las Congregación de las Hermanas del Divino Salvador (www.congsds.org), ha estado los últimos siete años abogando por los derechos de estos inmigrantes indefensos que hay en Amán, según ha contado Global Sisters Report.

Theresa, originaria de Sri Lanka, es enfermera. Durante la semana colabora con Cáritas Jordania proveyendo cuidados médicos, y los fines de semana organiza encuentros y salidas para los trabajadores inmigrantes para asegurarse de que se diviertan un poco en medio de todo el trabajo.


La mayoría de estos inmigrantes son de Sri Lanka y Filipinas, pero también vienen de Bangladesh y Kenia. “También tenemos refugiados sudaneses”, cuenta Theresa.



Vista aérea de los barrios ricos de Amán

“Casi todos trabajan limpiando casa u oficinas”, explica Theresa, “Algunos viven en las casas donde trabajan. Unos tienen permiso de trabajo, y otros no. A veces trabajan en muy malas condiciones. Muchas veces ocurre que tienen un permiso de trabajo cuando llegan, pero al dejar de trabajar en una casa, lo pierden, y pueden ir a prisión”.

Después de siete años de experiencia viendo esas situaciones, la hermana Theresa siempre da consejos a aquellos que quieran ir a trabajar a Amán. “Siempre animamos a la gente, pero les advertimos: si vas a trabajar, asegúrate de tener un permiso. Y si te quedas en una casa, cerciórate de que sea seguro”.


Theresa vuelve a menudo a Sri Lanka para dar estos importantes consejos a los futuros migrantes. “Trabajamos con un monje budista, porque la mayoría de ceilandeses (habitantes de Sri Lanka) son budistas. Les enseñamos sus derechos”.

“Distinguimos entre aquellos que trabajan todo el tiempo, que viven donde trabajan; y aquellos que trabajan a tiempo parcial, que viven por su cuenta y tienen algo más de libertad”, explica Theresa. “Aquellos que trabajan a tiempo completo lo tienen más difícil. A la mayoría no les pagan, ni siquiera tienen tiempo libre”.

“Tratamos de hablar con los trabajadores y también con sus jefes”, añade. “Por ejemplo, si los trabajadores son católicos y su jefe no les deja ir a misa. Vamos para allá, y les pedimos que les dejen ir”.


Sus actividades incluyen una fiesta de Navidad anual y visitas habituales a las zonas de las fábricas, donde reparten pequeños regalos y detalles. “Las fábricas están lejos, y a veces no pueden venir a nuestros encuentros, así que vamos nosotros”, cuenta Theresa.

Esta religiosa cuenta que un punto importante de su actividad es recordarles a los trabajadores por qué están allí. “Les recordamos que es importante seguir en contacto con sus familias en Sri Lanka. A veces se olvidan de ellas, allá en sus países de origen, porque aquí encuentran a alguien y se juntan con ella o con él. Pueden arruinar sus vidas”, advierte Theresa.




En colaboración con un programa de las Hermanas de la Caridad, también visita a los trabajadores encarcelados. “Son detenidos porque sus visados o sus permisos han expirado y no tienen dinero para pagar la multa”, cuenta. “Pueden estar de tres a ocho meses en prisión hasta que el caso llega a los juzgados”.


La misión establecida en Amán comenzó hace 16 años, cuando una monja de la misma congregación alemana que estaba en Nazaret, Ursula Hopsfensitz, pasó por Jordania para poder llegar a Siria (la frontera entre Israel y Siria está cerrada). Al ver la situación allí, pidió que enviaran a alguien que supiera hablar el idioma. “Eso ocurrió hace 16 años”, recuerda Theresa. “Desde entonces, estamos aquí”.

“Tenemos mucho trabajo”, asegura, pues “antes éramos dos monjas, pero la hermana Ursula tuvo que volver a Alemania, y su sustituta vino muy poco tiempo. Ahora espero a la nueva”.

“Lo que más me gusta de mi trabajo es cuando llevamos a los trabajadores en primavera a la playa, a Aqaba, una ciudad del mar rojo. A veces es el único momento en el que no están trabajando”, asegura Theresa. “Por último, me gusta cuando dejan de trabajar los domingos y vienen a misa a cantar”.