La vida de Laura Salafia cambió para siempre el 1 de julio de 2010. Esta joven de 34 años trabajaba y estudiaba cuando al salir de un examen de español en la Facultad de Letras de Catania (Sicilia) una bala perdida le impactó en el cuello y le dejó una lesión medular irreversible. Se había quedado tetrapléjica.

Salafia es años después un ejemplo de fe y superación para miles de personas. Pasó años en centros para tetrapléjicos yse enfrentaba a una enorme encrucijada: darse por vencida o afrontar el sufrimiento y seguir viviendo con alegría. Optó por lo segundo y un periódico local de Catania le ofreció una columna para que hablase de su “deseo ardiente de vivir”. Sus artículos han sido todo un éxito y han sido fuente de conversión para varias personas, incluidos presos, y de inspiración para muchas personas que se sentían sin fuerzas para seguir adelante.


En todo este proceso la fe ha sido un elemento central para seguir luchando ante una situación injusta. “Estoy convencida de que el Señor me ha dado un gran regalo: la capacidad de nunca darme por vencida. El Papa Francisco me recordó cuando me abrazó: ‘No te rindas, lleva tu cruz con fe’. Siempre tengo hambre de vivir y esta hambre nunca me ha fallado”, asegura.



Ahora acaba de salir a la luz un libro que recopila todos los artículos que ha ido publicando desde 2011 en el diario La Sicilia, Una forta di vita,  y que precisamente sale a la luz en una Italia que acaba de aprobar una ley que abre la puerta al suicidio asistido.

De este modo, el testimonio de Laura se convierte en un canto a la vida en medio de un mundo de oscuridad.


Su alegría, su forma de expresar este deseo de vivir llamó la atención de muchos, explica Avvenire. Es el caso de un asesino múltiple que cumplía condena en Milán y que al leer la historia de Laura decidió escribirla, impresionado por lo que decía. Así comenzó una correspondencia entre ambos.

En una de estas cartas, el presidiario escribió: “Le he pedido al Señor que medé una señal de perdón y sabré que me ha perdonado en el momento en que te cures”. Ella le respondió: “No sólo hay curación física, sino también la curación del alma y la he alcanzado. Puedes sentirte perdonado, porque me he curado”, decía estas joven desde una cama de un hospital de tetrapléjicos y sin apenas movilidad.


Entonces este preso que quedó completamente conmovido con esta joven tetrapléjica escribió desde la cárcel a un convento de clausura de Catania, ciudad en la que vivía Laura, para que rezaran por ella y por su recuperación.

Cecilia, una de las monjas de este convento, con el permiso de su superiora, fue a ver a Laura al hospital para contarle lo que había sucedido. Aquí surgió una íntima amistad entre la joven tetrapléjica y las monjas del monasterio de San Benito de Catania, y que con su oración y cariño la han ido sosteniendo todo este tiempo.




Así fue como por este hospital fueron pasando para conocerla personas y grupos que habían recobrado la fe por su testimonio o la esperanza para seguir afrontando sus luchas.  A pesar del sufrimiento, escribe Laura, “cuando me levanto, encuentro alegría en mi corazón. Estoy rodeada de personas que me aman, no me siento traicionada por la vida. Estoy convencida de que el Señor me ha dado un gran regalo”.

Pero pese a su fuerza no han faltado en ella noches oscuras, aunque la oración y el ejército de monjas que la han sostenido, han hecho que siempre mire hacia adelante. “En la oscuridad de la noche, cada dolor físico y del alma parece que nunca podrán curarse, te sientes sola, abandonada, desesperada, incluso en esos momentos llego a pedir al Señor que me lleve. Parece que me hundo en un abismo y lloro, las horas pasan, empiezas a escuchar el sonido de algunos coches, la vida retoma sus ritmos y a la noche le sigue la luz de un nuevo día, lo que te da otra oportunidad de regresar de ese abismo”, escribe.

Tras varios años de luchas y muchos dolores ya vive de nuevo en casa, aunque debidamente adaptada, y ha vuelto a estudiar, volviendo así al momento en el que esta historia dio comienzo, ir al cine o al teatro. Es en definitiva una luchadora que inspira a los demás la fuerza para vivir.