Con poco más de 20 años, Covadonga Sanz atesora, encarna y difunde algunas de las verdades de la vida más profundas: que rendirse a la adversidad no es una opción, que perder a alguien querido nunca es para siempre, que la fe en el Dios que nos ama infinitamente confía a Sus manos el porqué de las cosas que nos pasan... Mirada 21, periódico de la Universidad Francisco de Vitoria, recogió su testimonio en forma de entrevista:

Era un 19 de noviembre de 2011. Como otro sábado cualquiera, quedó con sus amigos en la biblioteca de siempre, pero, al estar cerrada, acabaron yendo a otra cercana. Cogieron el coche por la avenida del Monasterio de Silos, en Mirasierra (Madrid), y, justo debajo del puente que queda cercano a Ventisquero de la Condesa, el piloto perdió el control, se saltó la mediana y chocó contra un BMW X5. El resultado: dos muertos, dos heridos graves y dos leves. Covadonga Sanz Gutiérrez fue una de las que más sufrió.
 
Perdió a dos de sus amigos en el accidente y la pierna derecha, y estuvo en coma durante cuatro meses en el Hospital La Paz. Hoy, es una nueva persona. Del Atlético de Madrid. Muy cercana, como para pedir que la tuteen. Tiene una prótesis -que le gusta dejar junto a su zapato la noche de Reyes- y una vitalidad que transmite desde su mirada y sonrisa. En parte, propiciada por su afán a la bicicleta, con la que se hace 30 km semanales, aunque también hay que decir que tiene una gran familia, con seis hermanas.
 

-He estado en ninguna parte durante cuatro meses. Yo salí del accidente con un daño cerebral. Al despertar, reconocía a mi familia y mi casa, pero no tenía un pensamiento claro. Por ejemplo, cuando hablaba con mis hermanas, no era capaz de mirarles a los ojos y una conversación normal me agotaba. Me distraía fácilmente y no era capaz de mantener la atención en algo. Como decían mis hermanas: estaba en el mundo Disney. Eso sí, mi familia estaba muy pendiente de mí.
 

-El proceso ha sido muy largo. Sigue estando, de hecho. Solo pesaba 30 kg y no podía caminar. Empecé la rehabilitación física y terapia ocupacional en La Paz. Poco a poco, empecé a moverme y a poder estirar la pierna, tumbarme, mantener el equilibrio. Como salí con la mano izquierda y la cara dañadas, me enseñaron a desarrollar la movilidad y a vocalizar con distintos ejercicios. Así estuve casi un año.

-Todo el mundo cree que lo duro ha pasado, pero ahora sigue siéndolo igualmente. No aguanto todo el día con la prótesis, pero tengo que acostumbrar al muñón. Es difícil, tengo 21 años y me cuesta estudiar y seguir luchando. Cada día es un reto. Sobre todo, por pensar que lo puedo hacer mejor que ayer. Hay que levantarse con decisión, porque la vida vale y hay que seguir hacia adelante.


 

-¡Claro! -dice con una sonrisa- Son los nueve zapatos de los Reyes. Pero sí, es así todos los días. Los médicos no se explican cómo estoy viva y así de bien, a nivel físico y de ánimo. Es un regalo que esté aquí: estoy viva y puedo trabajar con la prótesis. Es una cosa que no se me ha dado porque valga mucho o porque me lo merezca.
 

-Yo es que era muy cateta, e iba a la biblioteca a estudiar y disfrutar de los descansos. Antonio me sacaba tres años y era colega de biblioteca y cervezas. Nos teníamos mucho cariño, pero no dejaba de ser un colega de biblioteca. En cambio, José Luis es el hermano que nunca tuve. Con esto, te digo todo.
 

-Eso se lo pregunto mucho a mi familia, porque, a veces, cuando voy por la calle caminando con la prótesis o en silla de ruedas, algunas personas se me han acercado para decirme que habían rezado por mí y darme las gracias. Pero yo hago lo normal, camino y sonrío, como siempre he hecho. No he ayudado, he sido instrumento. Los médicos se sorprendieron, porque no había coche donde estaba, el accidente lo destrozó.
 

-Tengo fe, y creo que soy instrumento de Dios. Estoy aquí por algo. Lo sabré cuando esté con Él, que le pediré una explicación, no lo dudes -dice con cierto tono de humor-.
 

-Más que mis amigos, fue mi padre. Le pregunté el porqué, y me dijo que no había otra forma de informar sobre mi estado y de pedir oraciones.
 

-Con más razón. No estaba en mi mano quedarme o no quedarme. Después de haber pasado por esta experiencia, solo puedo aprovechar al máximo mi vida. Por las mañanas, me levanto con el propósito de hacer las cosas mejor que ayer. Me pueden salir mal, pero lo vuelvo a intentar. Yo tengo un lema: lo importante es intentarlo otra vez. La vida es un regalo, no tiene sentido otra cosa.
 

-En su momento, me lo pregunté. ¡Claro que sí! Pero como sé que no voy a conseguir respuestas, para qué perder el tiempo. Por lo que yo doy el máximo de mí misma cada día. El sufrimiento es necesario, nos pone las pilas.
 

-Soy feliz. Quería normalidad en mi vida. Quería volver a estudiar para hacer algo que escogiera. Estoy muy contenta. No me gustan los despachos y quería hacer algo con los demás. Por eso, estoy estudiando un Ciclo Formativo de Grado Superior de Mediación Comunicativa en la Confederación Estatal de Personas Sordas. Con mi vida, quiero ayudar a los demás.


 

-Sí, conozco la handbike gracias a Irene Villa. Me animó a conocer la Fundación También, para que descubriera deportes que puedo practicar. La probé y me gustó tanto que decidí comprarme una. Ahora, como mínimo, salgo una vez a la semana y hago 30 km. Es alucinante, me da una vitalidad…
 

-Me lo preguntan mucho, pero qué va. Agradezco haber tenido el accidente. Por las personas que he conocido y por todo lo que me ha enseñado. Lo he pasado muy mal, pero en esas situaciones he sabido cómo seguir adelante, de dónde sacar las fuerzas y encontrar la esperanza que todos tenemos. Ahora estoy tan bien porque he trabajado durante estos cinco años. Hay que ser decididos. He perdido a mi mejor amigo, y está la faceta de por qué yo sí y él no, pero me ayuda saber que hay un cielo, un más allá. Tengo fe. Mi amigo José Luis no ha desaparecido.