A cambio de mantener el anonimato, Alberto -nombre imaginario- acepta hablar del “camino de liberación” que recorrió con el padre Gabriele Amorth (1925-2016), exorcista de la diócesis de Roma fallecido el pasado viernes 16 de septiembre. Así contó su experiencia a Paolo Rodari para La Repubblica:

Hoy ya jubilado, tras una vida como obrero en una gran fábrica del norte, Alberto cuenta una historia “de gran sufrimiento”, como es la de quien, en un momento dado, cree que necesita la ayuda de un sacerdote, o mejor, de un sacerdote exorcista. “Me exorcizó el padre Amorth durante varios años. Su ayuda fue fundamental en mi vida”.
 

-Los exorcismos no son un ritual mágico que lo resuelve todo de la noche a la mañana. Hace falta tiempo para obtener resultados.
 

 -Me lo aconsejó una amiga. Había entrado en un círculo de ocultismo y esoterismo, participaba en ese tipo de ritos. Sólo luego comprendí que de esa forma abría las puertas a una realidad preternatural que, de hecho, invadió mi vida y mi cuerpo.
 

-Me encontré a un sacerdote muy humilde, sencillo, sonreía y gastaba bromas. Me recibió en su despacho. Me escuchó y me dijo: “Bien, hagamos una oración”. Empezó a recitar una letanía en latín. Tras algunas palabras, entré en trance. Ese fue un primer signo que le hizo pensar en una posesión.




-En los meses posteriores me hizo visitar a médicos especialistas. No empezó nada conmigo hasta que los médicos llegaron a la conclusión de que yo no estaba enfermo.
 

-Se puede creer o no. Yo estaba poseído.
 

-Cerca de los lugares sagrados, o durante las oraciones, yo ya no era yo. Con frecuencia me despertaba de noche con heridas en la piel. Yo solo no me las hacía, y sin embargo ahí estaban. Pero uno de los signos más inexplicables tuvo lugar durante uno de los primeros exorcismos. Mientras Amorth hacía su oración, yo hablaba en inglés. Decía cosas con sentido en esa lengua.
 

-Sí, porque yo jamás he sabido inglés. Nunca he podido estudiarlo. Sin embargo, durante el exorcismo lo hablaba, insultaba a Amorth, a la Iglesia, a Dios, a la Virgen.
 

-En un clima de gran serenidad.


El libro de José María Zavala Así se vence al demonio recoge el testimonio de personas que estuvieron poseídas por el demonio, y de sus exorcistas liberadores, entre ellos el padre Gabriele Amorth, entrevistado para esta obra. 


-Amorth me acogía en una habitación contigua a una iglesia. Había con él algunas personas a las que llamaba para ayudarle. Rezaban durante el exorcismo y si me desmandaba demasiado me sujetaban. Eran todos amables. También Amorth desdramatizaba siempre. Y me decía: “Ánimo, esto pasará”. Y luego: “¿Sabes que cuando el diablo me ve, huye? Soy más feo que él, por eso le doy miedo”. En resumen, me lo hacía más fácil, si puedo decirlo así. Luego empezaba el exorcismo. Duraba media hora, tal vez una hora. Al acabar, me sentía mejor. Y volvía a casa sereno. Pero luego, unos días después, necesitaba otra oración.
 

-Sucedió después de seis años. Amorth me pidió que empezase una vida distinta, dde oración y de ayuno. Acepté. Fueron años en los que poco a poco me volví a acercar a la fe. Y cuanto más cambiaba de vida más mejoraba mi existencia.
 

-Un día acudí para el enésimo exorcismo. Empezó a rezar y no tuve ninguna reacción. Me volvió a llamar algunas veces más y seguía sin reaccionar. Me dijo: “Estás libre. Pero recuerda que debes continuar con esta vida, o de otra forma todo puede volver a ser como era”.

Traducción de Carmelo López-Arias.