Luigi Giussani pasó buena parte de su vida rodeado de jóvenes: en el seminario, en el instituto, en retiros y encuentros... En la convulsa Italia de los años 50 y 60, descubrió que muchos separaban la vida y la fe, que creían en Dios (o no) pero sin pensar que tuviese nada que ver con la razonabilidad, la experiencia, lo real. En esos años surgió bajo su pastoreo un movimiento joven, la Juventud Estudiantil, que luego se convertiría en Comunión y Liberación, realidad eclesial a la que hoy pertenecen más de 200.000 personas, incluyendo unos 3.000 españoles. Muy presentes entre el clero secular de Madrid, los hijos espirituales de Giussani están contentos porque la diócesis de Milán va a iniciar el proceso que llevará a la canonización de su fundador, si Dios quiere. El pasado miércoles, en la misa en sufragio de su muerte, acaecida hace 7 años, el cardenal de Milán, Angelo Scola, afirmaba que Giussani había recibido del Espíritu Santo un «carisma católico» que «la Iglesia ha reconocido universalmente y del cual pueden hoy gozar decenas de miles de personas en todo el mundo».

Los libros de Giussani se releen una y otra vez, metódicamente, en las «escuelas de comunidad», como se llaman los grupos pequeños de Comunión y Liberación. Hijo de un socialista anarquista enamorado de la música, siempre abundante en su casa, Giussani ha transmitido a «su pueblo» el ansia por buscar a Dios en la vía de la belleza, a través del arte que sugiere preguntas, pero también de la vida, de las ideas, de las personas... todo puede ser una excusa para la pregunta por Dios y el encuentro con Cristo. En Italia son incontables los ex comunistas que se sintieron capturados por el método y la personalidad de Giussani. Incluso en España, muchos de sus primeros adherentes provenían de una izquierda más o menos cristiana que buscaba unir militancia, vida y fe.

Ignacio Carbajosa, el responsable del movimiento en España, explica que «Giussani creó un pueblo y lo educó en una fe que se compagina con la razón». Cree que no habrá que esperar toda una generación para ver a «Don Gius» en los altares.