En el Ángelus de la festividad de la Inmaculada Concepción, ante más gente de lo habitual congregada en la Plaza de San Pedro por la importancia de la fecha, Francisco recordó cómo llamó el arcángel Gabriel a la Virgen María en la Anunciación: "Llena de gracia", "un nombre nuevo que ella no conocía" y que significa "vacía de pecado".

"Pensemos en el asombro de María", reflexionó el Papa, al descubrir "su identidad más verdadera", su "mayor secreto, que hasta entonces ella había ignorado".

A nosotros también nos puede pasar algo parecido, dijo porque "también hemos recibido una gracia original, de la que a menudo no somos conscientes", el Bautismo. Sin embargo, interrogó a los presentes cuántos se acordaban de la fecha en la que tuvo lugar, seguro de que la mayoría la desconoce, salvo por aproximación. Instó a averiguarla y tenerla presente, porque "es el día de la gracia grande, de un nuevo inicio de la vida, de una gracia que nosotros tenemos": "Dios descendió a nuestras vidas aquel día, nos convertimos en sus hijos amados para siempre".

Y así, la túnica blanca del bautismo "nos recuerda que, por debajo del mal con el que nos hemos manchado a lo largo de los años, hay en nosotros un bien mayor que todos aquellos males que nos han sucedido". Es el amor de Dios, por lo cual, "cuando las cosas no vayan bien y nos desanimemos, cuando nos abatamos y corramos el riesgo de sentirnos inútiles o equivocados, pensemos en esto, en la gracia original", en que "Dios está con nosotros".

Fieles congregados en la Plaza de San Pedro para el Ángelus de la festividad de la Inmaculada.

Pero conservar esa belleza del alma en gracia "acarrea una lucha", advirtió Francisco, "contra el tentador y sus tentaciones... Cuesta mucho custodiar el bien que llevamos dentro. Pensemos en cuántas veces lo hemos malgastado cediendo a la atracción del mal, actuando de modo astuto para nuestros propios intereses o haciendo algo que contaminaría nuestro corazón; o incluso perdiendo el tiempo en cosas inútiles y perjudiciales, aplazando la oración, por ejemplo, y diciendo 'hoy no puedo' o decir 'no puedo' a los que nos necesitaban y, sin embargo, podíamos".

La buena noticia es que, en esa lucha, María, "la única criatura humana sin pecado de la historia, está con nosotros en la lucha, es nuestra hermana y sobre todo nuestra Madre. Y nosotros, a quienes nos cuesta elegir el bien, podemos confiarnos a ella".

Una oración

Francisco terminó proponiendo una oración para mostrar esa confianza:

"Tómame de la mano, Madre, guíame tú:

contigo tendré más fuerza en la lucha contra el mal,

contigo redescubriré mi belleza original.

María, te encomiendo mi vida,

te encomiendo mi familia, mi trabajo,

te encomiendo mi corazón y mis luchas.

Me consagro a ti".