El Papa Francisco presidió este martes el Angelus en la Plaza de San Pedro ante miles de personas y pidió a los presentes a rezar ante el Pesebre al Niño Jesús, pues así “le estamos pidiendo que nuestra existencia sea una buena vida según el Evangelio”.

De este modo Francisco propuso esta oración: “Señor Jesús, te confiamos nuestro espíritu, acógelo”.

Francisco también citó a San Esteban, primer mártir cristiano, y cuya festividad se celebra este martes, hablando de la relación entre este santo y la Navidad. “San Esteban puso en crisis a los jefes de su pueblo porque, ‘lleno de fe y de Espíritu Santo’, creía firmemente y profesaba la nueva presencia de Dios entre los hombres. Sabía que el verdadero templo de Dios es, de hecho, Jesús, Verbo eterno venido para habitar en medio de nosotros, hecho en todo como nosotros excepto en el pecado”.

San Esteban fue juzgado por predicar la destrucción del templo de Jerusalén. “Se le acusaba de haber afirmado: ‘Jesús de Nazaret destruirá este Lugar y cambiará las costumbres que nos ha transmitido Moisés’”.


El Papa explicó que “el mensaje de Jesús es incómodo e incomoda, porque desafía el poder religioso mundano y provoca a la conciencia. Después de su venida es necesario convertirse, cambiar de mentalidad, renunciar a pensar como antes. Esteban permaneció anclado al mensaje de Jesús hasta su muerte”.

Asimismo, estableció una relación entre las últimas palabras de Jesús en la Cruz y las últimas palabras de San Esteban. “La última oración de Esteban, ‘Señor Jesús, acoge mi espíritu’, y ‘Señor, no les tengas en cuenta este pecado’, son eco fiel de aquellas palabras pronunciadas por Jesús en la Cruz: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’, y ‘Padre, perdónales porque no saben lo que hacen’”.

De este modo, Francisco incidió en que “aquellas palabras de Esteban fueron posibles únicamente porque el Hijo de Dios vino sobre la tierra, murió y resucitó por nosotros. Antes de estos eventos eran expresiones humanamente imposibles”, subrayó.


Por otro lado, destacó que “Esteban suplica a Jesús que acoja su espíritu. Cristo resucitado, de hecho, es el Señor, y es el único mediador entre Dios y los hombres, no solo en el momento de nuestra muerte, sino que también en cada instante de la vida. Sin él no podemos hacer nada”.

“Jesús es nuestro mediador y no solo nos reconcilia con el Padre, sino también entre nosotros. Él es la fuente del amor que nos abre a la comunión con los hermanos, eliminando todo conflicto y resentimiento”.

Finalmente, el Pontífice animó a pedir a Jesús, “nacido por nosotros, que nos ayude a asumir esta doble actitud de confianza en el Padre y de amor al prójimo, porque es una actitud que transforma la vida y la hace más bella y fructífera”.