“Mientras admiramos a nuestra Madre por su respuesta a la llamada y a la misión de Dios, pidámosle a ella ayudarnos a cada uno de nosotros a acoger el proyecto de Dios en nuestra vida, con sincera humildad y valerosa generosidad”, lo dijo el Papa Francisco antes de rezar la oración mariana del Ángelus del quinto domingo de diciembre.
 

En su alocución del Cuarto Domingo de Adviento, domingo que precede la Navidad, explica Renato Martinez de Radio Vaticana, el Santo Padre señaló que, en el Evangelio de la Anunciación narrado por San Lucas, podemos notar un contraste entre las promesas del ángel y la respuesta de María. “Este contraste – afirmó el Pontífice – se manifiesta en la dimensión y en el contenido de las expresiones de los dos protagonistas. El ángel dice a María: ‘No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin’ (vv. 30-33)”.
 
Es una larga revelación, precisó el Papa, que abre perspectivas inauditas. El niño que nacerá de esta humilde joven de Nazaret será llamado Hijo del Altísimo. No es posible concebir una dignidad más alta que esta, agregó el Pontífice, y después de la pregunta de María, con la cual pide explicaciones, la revelación del ángel se hace aún más detallada y sorprendente.
 

En cambio, la respuesta de María, precisó el Papa, es una frase breve, que no habla de gloria o de privilegio, sino sólo de disponibilidad y de servicio: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” (v. 38). “También el contenido es diferente. María – afirmó el Santo Padre – no se exalta ante la perspectiva de convertirse en la madre del Mesías, sino permanece modesta y expresa su propia adhesión al proyecto del Señor”.
 
Este contraste, precisó el Obispo de Roma, es significativo. Nos hace entender que María es verdaderamente humilde y no busca figurar. “Reconoce ser pequeña ante Dios, y está contenta de ser así. Al mismo tiempo, es consciente que de su respuesta depende la realización del proyecto de Dios, y que ella está llamada a adherir con todo su ser”.
 

En esta circunstancia, señaló el Papa Francisco, María se presenta con una actitud que corresponde perfectamente a aquel del Hijo de Dios cuando viene en el mundo: Él quiere convertirse en Siervo del Señor, ponerse al servicio de la humanidad para realizar el proyecto del Padre. “La actitud de María – precisó el Pontífice – refleja plenamente esta declaración del Hijo de Dios, que se hace también hijo de María. Así la Virgen se revela como colaboradora perfecta del proyecto de Dios, y en el Magníficat podrá proclamar que “Dios ha elevado a los humildes”, porque con su respuesta humilde y generosa ha obtenido una gloria altísima”.