Francisco se desplaza este domingo a la región italiana de Emilia-Romaña, con una visita pastoral a las ciudades de Cesena y Bolonia.

En Cesena celebró un encuentro con los ciudadanos en la Piazza del Popolo, donde comenzó recordando que de ella habían salido dos Papas, Pío VI (de cuyo nacimiento se celebra el tricentenario) y Pío VII. Y aprovechó la idea misma de plaza pública y de su centralidad y su papel social en las comunidades, para una reflexión sobre la política y el gobierno.

"En esta plaza se aprende", dijo, "que sin buscar con constancia, compromiso e inteligencia el bien común, tampoco los individuos podrán disfrutar de sus derechos y realizar sus más nobles aspiraciones, porque faltaría el espacio ordenado y civil donde vivir y actuar. La centralidad de la plaza manda, pues, el mensaje de que es esencial trabajar todos juntos por el bien común".


Francisco proclamó "la necesidad, para la vida de la comunidad, de la buena política; no de la que sirve a las ambiciones individuales o a la prepotencia de facciones o centros de interés. Una política que no sea ni sierva ni ama, sino amiga y colaboradora; ni temerosa ni temeraria, sino responsable y por tanto valiente y prudente al mismo tiempo; que haga crecer la implicación de las personas, su progresiva inclusión y participación; que no margine a ninguna clase, que no saquee ni envenene los recursos naturales, que no son un pozo sin fondo sino un tesoro que nos ha dado Dios para que lo usemos con respeto e inteligencia. Una política que sepa armonizar las legítimas aspiraciones de los particulares y de los grupos teniendo bien aferrado el timón en interés de toda la ciudadanía".



"Este es el rostro auténtico de la política y su razón de ser:  un servicio inestimable al bien de toda la colectvidad. Y este es el motivo por el que la doctrina social de la Iglesia la considera una noble forma de caridad".


Francisco invitó a los jóvenes y menos jóvenes a comprometerse personalmente en este campo, "rechazando toda forma, por pequeña que sea, de corrupción": "La corrupción es la carcoma de la vocación política. La corrupción no deja que crezca el civismo. Y el buen político también tiene su propia cruz cuando quiere ser bueno porque muchas veces debe abandonar sus ideas personales para asumir las iniciativas de los demás y armonizarlas, aunarlas, para que sea precisamente el bien común el que avance".

"En este sentido", continuó Francisco, "el buen político acaba siempre siendo un 'mártir' del servicio, porque deja de lado sus propias ideas, sin abandonarlas, sino debatiéndolas con todos para caminar hacia el bien común, y esto es muy hermoso".


El Papa detalló luego las virtudes que debe tener un político para ejercer su misión: "Desde esta plaza os invito a considerar la nobleza de la actividad política en nombre y a favor del pueblo, que se reconoce en una historia y valores compartidos y pide tranquilidad de vida y un desarrollo ordenado. Os invito a exigir de los protagonistas de la vida pública coherencia en el compromiso, preparación, rectitud moral, capacidad de iniciativa, paciencia y fortaleza de ánimo al afrontar los desafíos actuales, sin pretender sin embargo una imposible perfección".