El veterano periodista italiano Eugenio Scalfari, fundador del diario La Repubblica, se declara no creyente y ya ha entrevistado en varias ocasiones a Francisco, sin grabadora ni tomar notas, "valiéndose de su memoria de periodista experto", como declaró en su día el padre Lombardi, jefe de prensa vaticano, para señalar la causa de muchas inexactitudes en sus reseñas que luego han generado perplejidad y alboroto.

Este pasado viernes 7 de julio volvió a conversar informalmente con el Papa Francisco en la residencia Santa Marta, se emocionó mucho, según admite, y lo publicó el sábado en La Repubblica (en italiano) en forma de crónica personal. 

El digital Iviva.org explica que "la entrevista fue fijada por el papa en la semana pasada, seguramente para recalcar su mensaje a la reunión del G20, pero contiene otros temas interesantes como son las figuras fronterizas de Baruch Spinoza y Blaise Pascal". Este digital ofrece la traducción completa del artículo de la Repubblica, "pues se refleja el clima de amistad y ternura con que Francisco trata a este declarado no creyente".

Hay que tener en cuenta que de nuevo hay muchas inexactitudes. Por ejemplo, Spinoza, que era un judío que no creía en el Dios de Israel, fue excomulgado por los judíos de su ciudad, pero no podía ser "excomulgado" por la Iglesia porque no era católico (un tema distinto es que la autoridad eclesial condenara sus escritos). 




por EUGENIO SCALFARI, La Repubblica, 8 de julio de, 2017

El jueves pasado, es decir, anteayer, recibí una llamada de Francisco. Era cerca del mediodía y yo estaba en el periódico cuando sonó el teléfono y una voz me saludo era su santidad. Lo reconocí de inmediato y le contesté:


- Quería información sobre su salud. ¿Está bien? ¿Se siente bien? Me dijeron hace unas semanas que no escribió su artículo del domingo, pero luego veo que vuelve otra vez a escribir.


- Sí, lo sé. Tiene que beber dos litros de agua al día y comer alimentos salados. 

  
- Tiene razón, yo también lo deseo. ¿Podría venir hoy? ¿A las cuatro? 

Corrí a casa y a las cuatro menos cuarto estaba en la pequeña sala de estar de Santa Marta. El Papa llegó un minuto después. Nos abrazamos y luego, sentado uno frente al otro, empezamos a intercambiar ideas, sentimientos, análisis de lo que está sucediendo en la Iglesia y, también, en el mundo.

El Papa viaja sin cesar: en Roma, en Italia, en el mundo. El tema principal de la conversación es el único Dios, el Creador de nuestro planeta y el universo entero. Ésta es la tesis básica de su pontificado, que consiste en una serie interminable de consecuencias, la principal de las cuales son el hermanamiento de todas las religiones y de los cristianos, en particular, el amor a los pobres, los débiles, los excluidos, los enfermos, la paz y la justicia.

El Papa sabe que no soy creyente, pero también sabe que aprecio mucho la predicación de Jesús de Nazaret, a quien considero un hombre, no un Dios. En este punto nació nuestra amistad. El Papa sabe que Jesús se encarnó realmente y se convirtió en un hombre hasta que fue crucificado. La “Resurrectio” es de hecho una prueba de que un Dios que se hizo hombre, sólo después de su muerte se reconvierte en Dios.

Estas son las cosas que nos hemos dicho muchas veces y es la razón por la que surgió una amistad tan perfecta e inusual entre la cabeza de la Iglesia y un no creyente.

Francisco me dijo que está muy preocupado por la cumbre del “G20”.

- Me temo que sean alianzas muy peligrosas entre potencias que tienen una visión distorsionada del mundo: Estados Unidos y Rusia, China y Corea del Norte, Putin y Assad en la guerra en Siria. [dice Francisco]


- El peligro es para la inmigración. Nosotros, como sabe usted bien, retenemos como el principal problema y por desgracia creciente en el mundo de hoy, el de los pobres, los débiles, los excluidos, de los cuales los migrantes son parte. Por otro lado, hay países donde la mayoría de los pobres no provienen de los flujos migratorios, sino de los desastres sociales, mientras que otros tienen pocos pobres locales, pero temen la invasión de los inmigrantes. Es por eso que me preocupa el G-20: golpea sobre todo a los inmigrantes de todo los países del mundo y les afecta aún más a medida que pasa el tiempo.


- No se haga ilusiones: los pueblos pobres sienten el atractivo de los continentes y países de la antigua riqueza. Especialmente de Europa. El colonialismo partió de Europa había aspectos positivos en el colonialismo, pero también negativos. Sin embargo, Europa se hizo más rica… , la más rica del mundo. Esta será, por tanto, la meta principal de los pueblos migratorios.


- Es cierto que lo he planteado en varias ocasiones...


Sí, es así, pero por desgracia significa poco. Los países solo se moverá si se dan cuenta de una verdad: o Europa se convierte en una comunidad federal o no contará nada en el mundo. Pero ahora quiero hacerle una pregunta: ¿Cuáles son los méritos y los defectos de los periodistas?


- Sí, pero estoy interesado en saber lo que usted piensa.


- Esto último nunca lo había resaltado. Que el periodista tenga sus propias ideas y las aplique a la realidad no es un defecto, pero que se apropie de ideas de otras personas para conseguir más prestigio, esto es sin duda un grave defecto.


- Ya entiendo, usted habla de Spinoza y de Pascal. ¿Quiere reproponer ahora estas dos cuestiones?


   Scalfari propone beatificar a Pascal (a la izquierda, gran matemático, filósofo y místico católico), algo que Francisco se habría mostrado favorable a examinar; y pide aceptar la teología de Spinoza (a la derecha), judío no creyente, que propone una especie de panteísmo, algo que Francisco, con suavidad extrema, descarta


- Y a usted no le parece bien. ¿Por qué? Nuestro único Dios es trascendente. También nosotros decimos que una chispa divina está en todas partes, pero sigue inmune la trascendencia; esta es la razón de la excomunión que se decretó.


-
En el momento del que estamos hablando, los jesuitas habían sido expulsados ​​de la Iglesia, a la que fueron readmitidos después. Sin embargo, usted no me ha dicho por qué cree que se debe levantar esa excomunión.


- Digamos que hay una lógica en lo que usted propone, pero la motivación se basa en una suposición mía de la que no puedo estar seguro y que nuestra teología no avala en absoluto. La desaparición de nuestra especie es una pura hipótesis y por lo tanto no puede valorar una excomunión emitida para censurar la inmanencia y confirma la trascendencia.


- Creo que sí, pero si se tratara sólo de eso y yo estuviera seguro de lo que digo sobre este tema, no tendría dudas. Sin embargo, no estoy de ningún modo seguro y por lo tanto no voy a abordar una batalla dudosa en las motivaciones y perdida de salida. Ahora bien, si queremos, hablamos de la segunda pregunta que me quiere preguntar.


- Usted, querido amigo, tiene en este caso toda la razón: también yo creo que se merece la beatificación. Me reservo el iniciar el procedimiento formal y solicitar la opinión de los miembros de los órganos vaticano para estos temas, junto con mi personal y positiva opinión.


- No. ¿Por qué?


- Por supuesto que quiero que me muestre ese diseño.

El Papa hace traer lápiz y papel para dibujar. Hago una línea horizontal y digo que son "todos los obispos que usted reúne en el Sínodo, todos tienen un título igual y y una función idéntica que es sanar las almas confiadas a sus diócesis".

Trazo una línea horizontal y después le digo:


- Es hermosa esta idea, pues nunca había llegado a un dibujo de la Iglesia sinodal, usted lo ha hecho, me encanta.

Es tarde. Francesco ha traído dos libros que cuentan su historia en Argentina hasta el cónclave y también contienen sus escritos, que son muy numerosos, un volumen de varios cientos de páginas. Nos abrazamos de nuevo. Los libros pesan y quiere llevarlos él. Llegamos con el ascensor a la puerta de Santa Marta, custodiada por los guardias suizos y sus colaboradores más cercanos.

Mi coche está en frente del porche. Mi conductor se baja para recibir al Papa (se estrechan la mano) y se dispone a ayudarme a entrar en el coche. El Papa lo invita a volver a ir a su puesto y poner en marcha el motor. “Le ayudo yo“, dice Francisco.

Y sucede una cosa que creo que no sucede siempre: el Papa me toma y me ayuda a entrar en el coche manteniendo la puerta abierta. Cuando estoy mi interior me pregunta si me encuentro cómodo. Contesto que sí, él cierra la puerta y da un paso atrás esperando el coche parta, saludándome hasta el final agitando el brazo y la mano mientras yo –lo confieso– tengo el rostro bañado en lágrimas de emoción.

He escrito muchas veces que Francisco es un revolucionario. Piensa beatificar a Pascal, piensa en los pobres y los inmigrantes, exige una Europa federada, y –por último, más no menos importante– me mete en el coche con sus brazos. Un Papa como este nunca lo hemos tenido.