El Papa Francisco ha insistido una vez más en que hoy día la pena de muerte “es inadmisible, por más grave que haya sido el delito del condenado”.

Así lo indica en un vídeo mensaje dirigido al VI Congreso Mundial contra la Pena de Muerte (congres.abolition.fr/en/), que se ha inaugurado este martes en Oslo, Noruega.

El encuentro está promovido por la ONG francesa Ensemble Contre la Peine de Mort (www.abolition.fr) y la Coalición Mundial contra la Pena de Muerte (www.worldcoalition.org/es/), de la que forman parte unas 140 organizaciones de todo el mundo.

En su vídeo mensaje, Francisco agradece el “compromiso con un mundo libre de la pena de muerte”.

Además, observa que “hacer justicia” no significa que se deba “buscar el castigo por sí mismo”, sino que “las penas tengan como finalidad fundamental la reeducación del delincuente”. 

De este modo, señala que esta cuestión debe ser encuadrada “en la óptica de una justicia penal que sea abierta a la esperanza de reinserción del culpable en la sociedad”.

Asimismo, el Santo Padre asegura que una pena clausurada en sí misma, que no dé lugar a la esperanza, es una tortura, no es una pena.

Un signo de esperanza –observa– es el desarrollo en la opinión pública de una creciente oposición a la pena de muerte, incluso como una herramienta de legítima defensa social. 

El Santo Padre asegura que es una ofensa “a la inviolabilidad de la vida” y “a la dignidad de la persona humana que contradice el designio de Dios sobre el hombre y la sociedad y su justicia misericordiosa”, e impide cumplir con cualquier finalidad justa de las penas. Por eso precisa que la pena de muerte “no hace justicia a las víctimas, sino que fomenta la venganza”. 

De este modo recuerda que el mandamiento “no matarás” tiene valor absoluto y abarca tanto a los inocentes como a los culpables.

En esta línea, el Pontífice subraya en su vídeo mensaje que el Jubileo de la Misericordia es “una ocasión propicia para promover en el mundo formas cada vez más maduras de respeto a la vida y la dignidad de cada persona”. Y asegura que “el derecho inviolable a la vida, don de Dios, le pertenece también al criminal”.

Finalmente, el papa Francisco alienta a todos a trabajar no solo por la abolición de la pena de muerte, sino también “por la mejora de las condiciones de reclusión”, para que “respeten plenamente la dignidad humana de las personas privadas de libertad”. Además manifiesta su deseo de que este Congreso pueda dar un nuevo impulso al compromiso para la abolición de la pena capital.

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[El Catecismo de la Iglesia enseña: [...] si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana.
Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo «suceden muy [...] rara vez [...], si es que ya en realidad se dan algunos» . EV56,]