El Papa Francisco celebró este miércoles 10 de abril la habitual Audiencia General en la Plaza de San Pedro. El Pontífice, todavía con voz débil por sus problemas respiratorios, leyó su catequesis dedicada a la tercera de las virtudes cardinales: la fortaleza.

"Si la primera de las virtudes cardinales, la prudencia, se asociaba sobre todo a la razón del ser humano; y mientras la justicia encontraba su hogar en la voluntad; esta tercera virtud está a menudo asociada por los autores escolásticos a lo que los antiguos llamaban 'apetito irascible'", comenzó diciendo.

"El pensamiento de los antiguos no ha imaginado un ser humano sin pasiones: sería una piedra. Y las pasiones en sí no son necesariamente el residuo de un pecado; pero deben ser educadas, dirigidas, purificadas con el agua del Bautismo, o más bien, con el fuego del Espíritu Santo. Un cristiano sin valor, que no doblega sus propias fuerzas al bien, que no molesta a nadie, es un cristiano inútil", añadió.

De hecho, dice el Papa, el propio "Jesús no es un Dios diáfano y aséptico, que no conoce las emociones humanas. Por el contrario. Ante la muerte de su amigo Lázaro, rompe a llorar; y en algunas de sus expresiones resplandece su espíritu apasionado, como cuando dice: 'Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!' (Lc 12,49); y frente al comercio en el templo reaccionó con fuerza (cfr Mt 21,12-13)".

Para Francisco, la primera batalla se libra en el interior de cada uno. "Hay enemigos internos a los que tenemos que vencer, que responden al nombre de ansiedad, angustia, miedo, culpa: todas fuerzas que se agitan en lo más íntimo de nosotros mismos y que en alguna situación nos paralizan. ¡Cuántos luchadores sucumben incluso antes de comenzar el desafío! La fortaleza es ante todo una victoria contra nosotros mismos. La mayoría de los miedos que surgen en nuestro interior son irreales, y no se hacen realidad en absoluto", apuntó.

"Además de las pruebas internas, hay enemigos externos, que son las pruebas de la vida, las persecuciones. Las dificultades que no nos esperábamos y que nos sorprenden. En efecto, podemos intentar predecir lo que nos sucederá, pero en gran medida la realidad se compone de acontecimientos imponderables, y en este mar a veces nuestra barca es sacudida por las olas. La fortaleza entonces nos hace marineros resistentes, que no se asustan ni se desaniman. La fortaleza es una virtud fundamental porque toma en serio el desafío del mal en el mundo", añadió.

"Algunos fingen que no exista, que todo está bien, que la voluntad humana a veces no es ciega, que las fuerzas oscuras que traen la muerte no luchan en la historia. Pero basta ojear un libro de historia, o por desgracia incluso los periódicos, para descubrir las 'nefandas' de la que somos en parte víctimas y en parte protagonistas: guerras, violencia, esclavitud, opresión de los pobres, heridas que nunca han cicatrizado y que aún sangran. La virtud de la fortaleza nos hace reaccionar y gritar un rotundo 'no' a todo esto".

Puedes escuchar aquí completa la Audiencia General del Papa.

"En nuestro cómodo Occidente, que ha 'aguado' un poco todo, que ha convertido el camino de la perfección en un simple desarrollo orgánico, que no necesita luchar porque todo le parece igual, sentimos a veces una sana nostalgia de los profetas. Pero las personas incómodas y visionarias son muy raras. Necesitamos que alguien nos levante del 'blando lugar' en el que nos hemos acostado y nos haga repetir con decisión nuestro 'no' al mal y a todo lo que conduce a la indiferencia", concluyó Francisco.