Que estamos en presencia de una gran campaña contre el Papa y la Iglesia católica, aprovechando algunos casos de pederastia –totalmente condenables- entre el clero, parece que no ofrece ninguna duda. Que no puede orquestarse una campaña sin un centro rector que la promueva, dirija y expanda, tampoco puede extrañar a nadie. Es lo habitual. Que resulta llamativo que los focos principales de esta escandalera hayan surgido en áreas donde la masonería de obediencia inglesa tiene gran influencia, como Reino Unido, Estados Unidos y los círculos laicistas de Alemania. Luego pueden aparecer en otras partes algún espontáneo sumándose a los «hijos de la Viuda», caso del inevitable Álvaro Cuesta, diputado socialista por Asturias, que se apunta a un bombardeo siempre que las bombas caigan sobre la cúpula de San Pedro.
 
Llama también la atención que los Grandes Orientes afrancesados, históricamente tan radicales, incluso ateos, no se les vea en primera línea de fuego en esta batalla anticatólica que tiene encelados a los mandiles de «corte inglés», aunque don Isidoro Álvarez y su cadena de grandes almacenes no tengan nada que ver en todo este lío. Semejante deducción me hace sospechar que se trata de una furiosa reacción de la GLUI (Gran Logia Unida de Inglaterra), matriz de todas las logias regulares del mundo, para taponar la sangría que está sufriendo la Iglesia anglicana o episcopaliana en beneficio de la Iglesia católica. Por consiguiente, la campaña que intenta involucrar al Papa y a la Iglesia de Roma en los pocos casos de curas pederastas, tan lamentables como condenables, no tendría otro objetivo que demonizar a los papistas y, en primer término a su «comandante en jefe», para frenar las continuas deserciones que se registran en las filas de la confesión regalista que fundó Enrique VIII, cuya soberana actual del Reino Unido, Isabel II, sigue siendo cabeza de esa Iglesia cismática cuya rama «liberal» cuenta ya con un obispo homosexual y una obispa lesbiana. Todo un gran avance espiritual.
 
Viendo las cosas con una cierta perspectiva histórica, nos encontramos de nuevo ante la interminable pugna entre el anglicanismo, brazo religioso de la Corona británica, y el papismo que en su día apoyó a los Estuardo católicos, herederos legítimos de los derechos dinásticos frente a la casa de Hannover, reinante desde 1714 hasta la muerte de la gran reina Victoria, fallecida en 1901. Precisamente para apoyar a dicha dinastía alemana, surgió la masonería especulativa o ideológica (los antecedentes de la masonería «operativa» es pura fabulación), instrumento secreto pero eficacísimo de los intereses británicos en el mundo.
 
Pero no solamente se trata de un rancio pleito nunca extinguido, sino que ahora se suma a las viejas rencillas, la oposición frontal de la Iglesia católica al aborto, la píldora del día después, la eutanasia, el «matrimonio» homosexual (estéril por naturaleza) y todo cuanto suponga reducir de la natalidad –por métodos artificiales- y la población, en cuyo objetivo se halla empeñada la masonería, también de obediencia inglesa, con el falso argumento –falso de toda falsedad- de que sobramos la mitad de los habitantes del planeta. Por tanto, hay que hacer «lo que sea» para restringir los nacimientos a lo largo y ancho de esta bolita llamada Tierra, y liquidar a los viejos que ya no sirven para nada –o aunque sirvan- y causan muchas molestias y mucho gasto a la sociedad. En este contexto –y esa orientación- se entienden las batallas de los «colectivos» extremosos: feministas, ecologistas, calentólogos, movimiento «gay», doctrinarios de la economía sostenible y demás ideologías esterilizantes, que claman, entre otras cosas, contra el imaginado consumo desaforado, que supuestamente esquilma los recursos naturales, como el petróleo, pero que ellos no se bajan del coche ni para mear. De las reservas de crudo se podría hablar lago y tendido, porque resulta que cada vez hay más, pues se descubren más yacimientos, muchos de los cuales ni siquiera llegarán a ser explotados, porque la innovación tecnológica acabará con los motores de explosión interna. Mas, para vociferar y aterrorizar al personal, todo sirve..., y todo tiene alguna relación entre sí, porque al final, todos abrevan en la misma fuente ideológica. Muerto conceptualmente el marxismo había que sustituirlo por algún otro incordio, y este ha terminado siendo el relativismo laicista de impulso masónico. Nada nuevo bajo el sol.
 
PD.- Ahora a esperar el bombardeo de esos comentaristas que parecen no tener otra ocupación que entrar en páginas ajenas para intentar dinamitar las ideas y argumentos que no son de su agrado. Bueno, es el coste de la libertad, pero bien podrían dar la cara con nombres, apellidos y algún dato más, a fin de saber quien es quien en estas batallitas.