Sí, la Iglesia puede quedar como proscrita en Europa a causa de las poderosas fuerzas que avanzan en este sentido, de la mano del estadio superior de la cultura de la desvinculación, la perspectiva y las identidades de género, y su expresión política: el homosexualismo político, que persigue la transformación de las instituciones y personas bajo el criterio de que la satisfacción del deseo, especialmente del deseo sexual, es el hiperbien al cual hay que supeditar todos los demás bienes, valores y virtudes de nuestra cultura y los vínculos que construyen, sean personas, leyes, instituciones, tradiciones, culturas, incluso la historia. Y, claro está, la Iglesia no solo no escapa a esta dinámica, sino que es el principal enemigo a batir, porque es el mayor intelectual orgánico que se le opone en Europa y en el mundo.

La alianza del liberalismo no perfeccionista de la globalización y del progresismo de género se concreta en el hedonismo de género y las políticas del deseo. Esta guerra cultural y sus políticas de la cancelación a la que nos someten se realiza país a país, pero hace tiempo que se desarrolla a escala europea.

Ahora, dos grandes arietes van a golpear simultáneamente. Por una parte, el cisma que está viviendo la Iglesia alemana y que tiene en la acción LGBTIQ su caballo de batalla y, por otra parte, en el marco mucho más amplio de la Conferencia sobre el futuro de Europa, se desarrollarán la Igualdad de Género y Estrategia de Igualdad LGBTIQ, que por una parte introducirá el aborto, al menos esta es su pretensión, como uno de los “valores” fundamentales del acquis europeo, así como la consagración institucional de la sociedad LGBTIQ. Los paises que no lo asuman se verán en riesgo de ser represaliados económicamente, sin poder acceder a los fondos comunitarios. También se producirá la obligación de cambiar las legislaciones estatales para que se adapten a la “nueva sociedad”. En este entorno político y cultural la Iglesia quedará proscrita.

Es necesario construir una respuesta en el ámbito de cada país y también a escala europea.

Una parte de la respuesta está situada en el triple plano de evangelización, alternativa cultural y acción política. La otra parte necesaria pasa por construir un interlocutor orgánico de los cristianos laicos europeos que, sin comprometer a la institución eclesial, pero de acuerdo con ella, plantee una movilización paralela al Congreso, y postule y actúe promoviendo un contenido específico de la Conferencia europea. Si, cuando la mal llamada constitución europea y la cuestión de las raíces cristianas de Europa, fuimos capaces de organizar la Convención de Cristianos por Europa, ahora toca levantar la Conferencia de los Cristianos por Europa.

Sin respuesta colectiva, la Iglesia y los católicos retrocederán a los tiempos de otro Imperio, el Romano, el de la religión proscrita y difamada.

Publicado en Forum Libertas.