En este año atestado de conmemoraciones gregarias a protestones cenicientos, Pablo Cervera ha tenido el valor y la originalidad de celebrar a un auténtico reformador religioso. En su más reciente libro, El peregrino de Loyola (Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2017), Pablo Cervera se ha atrevido a escribir un libro sobre San Ignacio de Loyola que no se parece a ningún otro. Para ello, ha recuperado su mal denominada Autobiografía, la narración de los hechos principales de su vida que San Ignacio dictó en sus postrimerías, y nos propone una glosa llena de vivacidad y penetración de cada uno de sus pasajes. Así hasta completar un retrato palpitante del fundador de la Compañía de Jesús, lleno de sutileza, amenidad y rendido amor.


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Cervera concibe la vida de San Ignacio como una constante pesquisa de Dios, una búsqueda inquieta de su voluntad. Y en ese camino lleno de sucesos peregrinos el lector asiste a la transformación de un hombre a través del discernimiento espiritual que le permitió desprenderse de afectos desordenados, hasta rendir su voluntad, fundiéndola con Quien guiaba sus pasos. Es muy hermoso descubrir que la vida de San Ignacio, frente a la vidorra ensoberbecida de tantos protestones coetáneos, tiene el aroma de las hagiografías medievales, el ajetreo de paisajes de las novelas bizantinas, la trepidación heroica de las novelas de caballerías, incluso la vivacidad y el colorido de las novelas picarescas. Cervera nos presenta la vida de San Ignacio como un viaje iniciático plagado de episodios intrigantes; y al final de ese viaje descubrimos cómo el orgulloso Íñigo se ha convertido en un hombre nuevo, en el que la sumisión a la Iglesia no sólo no ha mermado su libertad interior, sino que la ha multiplicado por mil. San Ignacio nos enseña que la obediencia no es una negación de la libertad, sino una adhesión a la verdad que nos hace infinitamente más libres; y Cervera logra adentrar mágicamente al lector en esa fascinante aventura espiritual, hasta hacerlo partícipe de ella.

En El peregrino de Loyola descubrimos que San Ignacio fue un “contemplativo en acción”, oxímoron que explica su personalidad y que sirve también para explicar por qué es el santo que mejor resume la idiosincrasia española. A San Ignacio siempre nos lo presentan como un gran asceta, un hombre capaz de las mayores privaciones y de los más abnegados servicios; pero en él anidaba también un místico en comunicación permanente con Dios. Y esta amalgama tan insólita –pero tan definitoria del carácter español– nunca nos la habían contado tan bien como lo hace Pablo Cervera en este libro admirable, en el que también aprenderemos que España no es comprensible sin Cataluña, como San Ignacio no es comprensible sin el santuario de Montserrat y la cueva de Manresa. Allí, en el corazón de Cataluña (“población a la que más deuda y cargo tengo”, en palabras del propio San Ignacio), fue concebida la Compañía de Jesús, allí fueron escritos los Ejercicios, allí fue fundada la auténtica espiritualidad española.

En El peregrino de Loyola Pablo Cervera ha logrado narrarnos todas estas vicisitudes con pluma maestra, llena de esa sencillez y hondura que son las marcas distintivas del genio ignaciano. En El peregrino de Loyola aprendemos que las más altas empresas se logran siempre peleando contra las más temibles adversidades e incomprensiones, sufriendo con serenidad los dolores más atroces: así lo hizo San Ignacio, así nos lo enseña en este magnífico libro Pablo Cervera. Recomiendo muy encarecidamente la lectura de El peregrino de Loyola a todo español deseoso de conocer su verdadera genealogía espiritual.

Publicado en ABC el 18 de diciembre de 2017.