Si después de una cena de cachondeos y risas con tus amigos, o de esas copas en casa del vecino del primo de tu amiga en las que has acabado conociendo a todo el mundo, o de una divertidísima noche en La Nuit, Gabanna, o llámalo X, llegas a casa y consigues no quedarte dormido ojeando vagamente Instagram, o viendo qué te has perdido en Twitter, o entrando a Facebook a ver si han subido esa foto tan buena que han hecho un par de horas atrás, si consigues simplemente callar todo el ruido de lo vivido y quedarte en silencio antes de caer dormido, dime: ¿acaso no tienes nostalgia de Dios? ¡Cuánto espera que le hables! ¡Cuánto desea que su amor sea correspondido!

Sí, hablando obvio, claro y fuerte. Porque no puedo callar el amor de Dios que arrasa con todo, por mucho pecado que haya, por muchas puertas que le cierren tantos corazones confundidos. Heridos. Cuando le abres la puerta, arrasa con todo. Simplemente, lo arrasa. Y simplemente, me muero por que le dejes poner patas arriba tu vida con su amor.