“Alá es el más grande. Declaro que no hay más dios que Alá. Declaro que Mahoma es el enviado de Alá. Venid a la oración, venid a la felicidad. La oración es mejor que el sueño. Alá es el más grande. No hay más dios que Alá”.

La gran oración musulmana resuena ahora todos los viernes en el cielo de Colonia. El dulce tañir de las campanas de la mayor catedral de Europa del norte no podrá sofocar ese grito de conquista islámico que los cristianos de Oriente sufren día y noche a la puerta de sus iglesias. Resuena en los oídos de los habitantes de Colonia desde que la alcaldesa centrista de la ciudad, Henriette Reker, lo convirtiera en un signo de “respeto”. 

La historia se ha acelerado a orillas del Rin, ese río que riega el corazón de Europa. Hace ya dieciséis años, el Papa Benedicto XVI hizo su primer viaje pontificio a este notable lugar de la Cristiandad. Llamó a la juventud de Europa a encontrar sus raíces peregrinando hasta la tumba de los Reyes Magos. Los movimientos juveniles Ecclesia Dei se unieron entonces por primera vez a las Jornadas Mundiales de la Juventud. ¡Signo de esperanza y de unión!

En Ratisbona, un año más tarde, el Santo Padre advertía contra la violencia intrínseca del islam y la guerra que Mahoma y sus sucesores habían lanzado contra nosotros. ¡Terrible profecía! En la noche de San Silvestre de 2015, en torno a un millar de jóvenes fueron atacadas por hordas de inmigrantes y de jóvenes de la chusma en el centro de la capital renana, ante los ojos de Henriette Reker, que pretendió minimizar la tragedia.

Ese año, Angela Merkel llamó a los alemanes a abrir sus puertas a los sirios, kurdos, iraquíes y afganos que huían de la guerra. Varios millones de jóvenes musulmanes fueron acogidos entonces en las estaciones de ferrocarril del país sin que Europa abriese la boca.

En 2018, y algunos atentados más tarde, Recep Tayyip Erdogan vino a inaugurar la gran mezquita central de Colonia, en presencia de Angela Merkel, la canciller democristiana, hija de un pastor prusiano. Este gesto no impidió al presidente turco transformar Santa Sofía en mezquita en 2020.

Las grandes fundaciones del Golfo participaron en la financiación de la mezquita de Colonia, y la parroquia católica de San Teodoro de Colonia contribuyó igualmente a la islamización de la ciudad, en nombre de un imaginario diálogo interreligioso.

Exactamente como en Saint Étienne du Rouvray, donde, para construir la mezquita, monseñor Duval cedió caritativamente una punta de terreno junto a una de las iglesias de la localidad. Adel Kermiche tuvo por costumbre arrodillarse en ella antes de ir a degollar al padre Jacques Hamel en su altar, el 25 de julio de 2016. “¡Apártate, Satanás!” fueron las últimas palabras del sacerdote. No fueron escuchadas.

El pasado 24 de abril, el cardenal Rainer Woelki, arzobispo de Colonia, se alzó solemnemente contra las declaraciones de la diputada de AfD [Alternativa por Alemania] Beatrix von Storch, nacida princesa de Oldenbourg, de que el islam es “una ideología política que no respeta nuestra constitución”. Él declaró a Domradio que “una de las grandes religiones del mundo ha sido puesta en la picota con una intención odiosa. Quien desprecie a los musulmanes debe comprender que las casas de oración y las mezquitas están tan protegidas por la constitución como las iglesias y las capillas. El islam es compatible con la constitución, como lo son el cristianismo y el judaísmo”.

Hoy, el cardenal está suspendido por sus errores de comunicación en la gestión de los asuntos de pedofilia en su diócesis, pero es toda la Iglesia de Alemania la que está por los suelos. Muda ante los pedófilos e ingenua ante el islam, harían falta de forma inmediata nuevos Ratzinger para salir de este marasmo, porque la pendiente por la cual se desliza Alemania es aterradora.

Amenaza con arrastrar en su caída al resto del continente. En 2013, la mezquita Fittja en Botkyrka, al sur de Estocolomo, fue la primera de Europa en obtener autorización para difundir por altavoz la llamada a la conversión al islam. Luego llegaron Munster y Düren, al otro lado del Báltico. El islam avanza menos por la espada que por la ocupación social del espacio, por la inmigración, por una larga y paciente penetración en las familias, por los matrimonios, los nacimientos, las escuelas y las asociaciones de cooperación.

Durante reciente la campaña electoral, la cuestión del islam no fue abordada por los candidatos al Bundestag. Mientras que la principal potencia económica y demográfica de nuestro continente busca un programa de gobierno, tal negación interpela. En el gran vacío postmoderno de Alemania, el islam avanza ahora al galope.

Publicado en La Nef (nº 341, noviembre 2021).

Traducción de Carmelo López-Arias.