Hablar de crisis en nuestra España actual se está convirtiendo en un tópico. No negamos su existencia, a fuerza de acostumbrarnos a ella, sino de que vemos crecer los agujeros negros a marchas aceleradas. Y sólo queda, parece, quejarnos y despotricar contra la situación. Llorar es gratis, o al menos de momento continúa como actividad “libre de impuestos”. Si lloras en la noche, porque no hay sol ni luna, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas. ¿Qué nos queda: mirar hacia abajo, a los agujeros que se multiplican bajo nuestros pies, o elevar la mirada arraba, aspirar a algo mejor, sin perder el suelo que pisamos, so pena de caer en un agujero?
 
Dicen que quien mira hacia abajo tiene miedo de caer, pero a la vez cada vez está mas cerca del suelo; el que mira hacia arriba encamina sus pasos hacia allá, sube, aunque sea muy lentamente. Además de elevar la mirada más allá de lo inmediato y material, nos anima también mirar a los que de verdad construyen esta sociedad. La crisis del ladrillo explotó hace varios años, y seguimos manchados por sus consecuencias; pero es necesario que alguien ponga ladrillos en nuestra sociedad, para que se pueda construir la civilización del mañana.
 
Meses atrás se proyectó, en una cadena televisiva, un programa titulado “Un granito de arena”. Personas que, de modo callado, silencioso, pero constante y eficaz ponían su granito de arena en esta construcción. Recientemente conocí a una persona que se beneficia de estos proyectos, silenciosos pero eficaces. Un discapacitado que gracias al carácter emprendedor de uno de estos soñadores tiene una vida digna, a pesar de su síndrome de Down. Trabaja con sus manos, como muchas personas, cultivando flores en un invernadero. Y con su trabajo paga su residencia, las personas que le cuidan y atienden, sus vacaciones... Un granito de arena, un ladrillo que construye la sociedad de hoy. Una persona, unas personas, que miran hacia arriba y no destruyen.
 
¿Se han acabado ya estas personas? ¿Tan pocos justos nos rodean en la sociedad? ¿O es que da más dinero el chisme de la prensa rosa que el bien de nuestros semejantes? Si analizamos el tema empresarialmente, con los criterios económicos de ganancias y pérdidas monetarias, puede que sea cierto: vende más el chisme que la entrega callada de una persona. Pero el ser humano no se reduce a homo economicus, mucho economicus y lo mínimo homo. Es algo más, inteligencia, corazón, ser social y relacional, ser que ama y es amado. La cadena televisiva en cuestión sigue teniendo estos principios en su ideario, y creo que los difunde; aunque eso no merma mi cruzada por las noticias positivas y animantes.
 
¿Qué beneficios consigue, en términos monetarios, Caritas, Manos Unidas o tantas obras desinteresadas de misioneros españoles? Son pozos sin fondo, en los que entra dinero y no salen beneficios económicos, ganancias en un balance contable. Sin embargo, cuántos beneficiarios tiene, cuantas familias de desempleados, españoles y extranjeros, viven gracias a esa callada labor.
 
¿Cuánto gana un cura? ¿Cuánto prospera una monja? Hubo una campaña, al menos llamativa, que entre tantos beneficios de entregar la vida como sacerdote enunciaba también un trabajo fijo e indefinido. ¿Pero a cambio de qué? De una dedicación a tiempo completo, de una entrega desinteresada. ¿Rentabilidad y prosperidad económica? Poca, lo justo para vivir. Pero desde el punto de vista humano, un poco superior al económico, “cien veces más y la vida eterna”.
 
¿Cuánto dinero ingresa, a un nivel más cercano a todo hijo de vecino, la madre y el padre que se desgastan por sus hijos? Vemos como algo natural ese desgaste, esa entrega, pero lo vemos con esos ojos cuando dejamos crecer al ser humano que hay en nosotros, y mantenemos a raya al homo economicus. No nos acostumbremos a “lo normal”, sabiendo también que hay padres, e hijos, para los que este cariño navega lejos de la realidad de cada día.