Cuando el lunes pasado, 7 de febrero, vi en TV a dos veteranos de las guerras carlistas que todavía siguen en el monte, anunciando la presentación de los estatutos del nuevo partido batasuno, llamado Sortu, me dije, “esto está hablado y más que hablado” con quien podría impedirlo. Los dos viejos cruzados de la novísima formación alababan esos estatutos en términos tales que no parecía si no que se trataba de una nueva versión de las Conferencias de San Vicente de Paul. Lenguaje edulcorado y suave como si estuviéramos en el Día del Amor Fraterno. Sortu rechaza la violencia, incluida la de ETA. La violencia, venga de donde venga. ¿No les suena acaso esta ambivalencia? Pero ni una palabra de condena expresa y rotunda del terrorismo etarra, ni nada de pedir perdón a las 857 víctimas (por ahora) del pistolerismo montaraz de los padrinos de estos sujetos, ni nada de entregar las armas, ¡YA!, de una manera plenamente verificable, ni nada de disolver las escuadras de la muerte. De todo ello ni una palabra, lo que significa que “los chicos de la gasolina” –que diría Arzallus- o las pistolas, seguirían en perfecto estado de revista para reemprender su macabra “política” en el momento que lo estimen oportuno. En resumen: promesas, sólo promesas, palabritas que el viento se lleva, y muchas omisiones, mucho olvido, mucho borrón y cuenta nueva, sobre todo de las víctimas que han sufrido los zarpazos terribles de los etarras con el beneplácito de sus corifeos.
 
En cuanto los viejos batasunos, cubiertos de nuevo con piel de cordero merino, entonaron una vez más la cantinela de la paz eterna -¿la de los cementerios?-, y salieron a escena de inmediato una selección de tenores de la coral donostiarra sociata, cantando las maravillas de los nuevos estatutos de Pertu. “Un avance significativo”, venían a decir. Vamos, que la ansiada paz eterna con ETA estaba al alcance de la mano. Sólo era cuestión de ceder “un poco”, como si no hubieran hecho otra cosa en toda la etapa zapateril. Ceder dado que los etarras y sus secuaces de la reserva activa, se habían vuelto de repente vegetarianos. Pero sólo cuatro días después, exactamente el viernes, 11 de febrero, tras el Consejo de Ministros, el vice todo, Pérez Rubalcaba, se encarga de echar un jarro de agua fría a los entusiastas del entendimiento con el mundo eta-batasuno, simplemente porque habían cambiado de disfraz de los muchos que han empleado desde que se dedican a la caza del hombre. ¿Qué le había pasado a Rubalcaba?, ¿qué se había leído los estatutos de Sortu y había descubierto el gusano que contenían, o que de pronto se daba cuenta que eran los de siempre, los lacayos de Eta ya condenados anteriormente por instancias judiciales superiores, prohibiéndoles presentarse a ninguna clase de elecciones, su gran objetivo ante los comicios municipales de mayo. Para descubrir que eran los de siempre no hacía falta mucha perspicacia. Bastaba echar una mirada al tendido; u observar de cerca de los primeros espadas. “Yo a usted le conozco”. Peor aún, yo a ustedes les temo, como la inmensa mayoría de los españoles.
 
En esto que aparece el sábado por la mañana Jaime Mayor Oreja, el hombre que mejor conoce el entramado ETA-Batasuna y todas sus ramificaciones y tretas, y advierte en la COPE, dentro del programa de Cristina López Sch...ling, que lo más seguro es que Sortu estará presente en las elecciones locales de esta primavera, aunque haya que retorcer la ley y su aplicación hasta lo inverosímil, y aún dando pie a situaciones esperpénticas como la del chivatazo del bar Faisán. Si lo dice Mayor Oreja, será porque así será. Personalmente creo muchísimo más al sobrino de Marcelino Oreja que a Rubalcaba y sus adláteres. Jaime Mayor es un hombre serio, muy bien informado y veraz, mientras que sus oponentes no salen de la intriga, el enredo político y la mentira. Si quieren pisar tierra firme en este embrollo envenenado de las Provincias Vascongadas, atiendan siempre a Jaime Mayor. No se equivocarán nunca.