En la víspera del sínodo sobre "La Iglesia católica en el Medio Oriente: comunión y testimonio", que se tendrá en el Vaticano del 10 al 14 de octubre, es la misma presencia de los católicos en aquellas tierras lo que causa problemas.

Muchos de los miembros de las comunidades indígenas, herederos de los antiguos grupos cristianos que allí florecían antes que llegara el Islam, fugan del lugar.

Los que se quedan viven por aquí y por allá con miedo, por ejemplo en el norte de Irak, en Mosul y sus alrededores, donde para defenderse tienden a hacer gueto en la llanura de Nínive.

Pero de otras partes llegan por motivos de trabajo otros católicos, en gran número. Sobre todo del Asia y sobre todo en los países del Golfo.

Por ejemplo, sólo en Kuwait los trabajadores inmigrantes son hoy dos millones, el doble de los ciudadanos kuwaitíes. Los católicos son 350 mil y son prevalentemente filipinos e indios. La ola de migraciones es tan masiva, en Arabia Saudita y en el Golfo, que en Roma están estudiando cómo redefinir los límites de los vicariatos del área, dividiendo en más partes el inmenso vicariato de Arabia que hoy agrupa Arabia Saudita, Omán, Yemen, Emiratos Árabes, Qatar y Bahrein.

Existe finalmente el caso especial de los católicos en Israel, que también está en plena mutación.

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Ante todo, dentro de los límites de Israel los cristianos no han disminuido sino que en cifras absolutas han aumentado año tras año: de 34 mil en 1949 a 150 mil en el 2008, último dato oficial.

Se puede hablar de una disminución de ellos solo en términos porcentuales - del 3 al 2 por ciento -, porque en el mismo lapso de tiempo los ciudadanos de religión judía han crecido de un millón a cinco millones y medio, gracias a las inmigraciones del exterior, y los musulmanes de 111 mil a 1 millón 200 mil.

En Israel, los cristianos están presentes sobre todo en Galilea, mientras que en Jerusalén son 15 mil.

El éxodo de cristianos por el cual se lanza la alarma se refiere por lo tanto no a Israel sino a Tierra Santa, término que geográficamente se puede extender, y que comprende los territorios palestinos y parte de los países árabes circundantes, hasta Turquía y Chipre.

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La novedad de mayor interés, dentro de los confines de Israel, está relacionada a los católicos de lengua judía.

Para su cuidado el patriarcado latino de Jerusalén tiene un vicariato específico, hoy confiado al jesuita David Neuhaus, judío israelita convertido al cristianismo.

Hasta hace pocos años, en Israel, los católicos de lengua judía eran pocos cientos. Pero están en crecimiento neto y cuentan hoy con al menos siete comunidades: en Jerusalén, Jaffa, Be´er Sheva, Haifa, Tiberiades, Latrun y Nazaret.

El Padre Neuhaus ha explicado a la revista italiana "El Reino" que estas comunidades se formaron gracias a cuatro aportes.

El primer aporte vino de los judíos llegados a Israel con las sucesivas oleadas migratorias, entre los cuales estaban la de los católicos, nacidos así o convertidos, que se convirtieron parte integrante de la sociedad israelita de lengua judía. La última gran ola migratoria, después de 1990, llegó del disuelto imperio soviético.

El segundo aporte está dado por la llegada a Israel de trabajadores extranjeros. Son hoy cerca de 200 mil. Provienen de África, de América latina, de Europa oriental y más aún de Asia. De las filipinas llegaron 40 mil, en su mayor parte mujeres y católicas. Sus hijos, nacidos y bautizados en Israel, van al colegio, aprenden judío y se integran en la sociedad israelita.

El tercer aporte está constituido por los 2-3 mil maronitas libaneses que se trasladaron a Israel después del retiro israelita del sur del Líbano y por prófugos africanos provenientes sobre todo de Sudán meridional, donde los católicos son numerosos. También sus hijos crecen hablando judío.

Finalmente, hay palestinos católicos presentes en Israel desde su fundación, con el estatuto de ciudadanos pero en condiciones socialmente de desventaja. Su lengua es el árabe y se ubican sobre todo en los poblados de Galilea, pero tienden a trasladarse a localidades económicamente más atrayentes. El Padre Neuhaus trae el ejemplo de Be´er Sheva, "donde han emigrado cientos de familias árabes para trabajar en los servicios alrededor de los poblados beduinos, pero que no viven con los beduinos porque socialmente y económicamente son de clase inferior. Mandan a sus hijos a las escuelas de lengua judía y así tenemos una nueva generación de árabes palestinos que hablan árabe sólo en casa y que ya no saben leerlo ni escribirlo".

Son todos estos - que son ya algunos miles y del más diverso origen - los católicos de lengua judía los que cuida el vicariato. El cuidado se dirige en particular a los más jóvenes, con catecismos por primera vez redactados en la lengua de Israel.

Comenta el Padre Neuhaus: "Trabajamos con medios pobres. En el patriarcado la mayoría cristiana palestina es aquella a la que se dedica mayor atención, y así los cristianos de lengua judía son en cierto sentido olvidados. Pero somos pobres también en término de personas que se puedan ocupar de esto: somos un muy pequeño grupo con tareas muy grandes".

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En el 2003 la Santa Sede puso a la cabeza del vicariato de Jerusalén para los católicos de lengua hebrea un obispo y monje benedictino de gran valía, Jean Baptiste Gourion, argelino de nacimiento, también él un judío converso.

El nombramiento fue criticado ásperamente por los círculos pro-palestinos de la Iglesia católica. En la revista de los jesuitas de Nueva York, "America", el Padre Drew Christiansen, que es su actual director, la definió "una maniobra que apunta a dividir la Iglesia en Tierra Santa".

Lamentablemente el obispo Gourion murió poco después, prematuramente. Y a sus sucesores no le fue conferida la dignidad episcopal.

Dice el Padre Neuhaus: "Como católicos de lengua hebrea somos una doble minoría, tanto en el estado de Israel como en la Iglesia. A veces tenemos la impresión de vivir en un pequeñísimo gueto.

Un poco de esperanza viene del texto base del sínodo sobre el Medio Oriente que está por comenzar en el Vaticano, en el punto que define la existencia del vicariato para los católicos de lengua judía como "una gran ayuda" en el diálogo con el judaísmo.