Si, a trazos gruesos, la Iglesia de Inglaterra y posteriormente, la llamada Comunión Anglicana, nació como consecuencia de un rey insatisfecho con su descendencia, mezclado con el oportunismo político, la ordenación de mujeres como sacerdotisas y obispas así como los diferentes pasos en la asumción de diversas formas de homosexualismo en sus filas acabará por dar al  traste con las posibilidades de reconciliación con Roma. Por supuesto, a excepción de la llamada Comunión Anglicana Tradicional, que pronto empezará a dar pasos hacia la ciudad del Tíber, tras la oferta realizada en los últimos meses por Benedicto XVI.

El último movimiento de los obispos anglicanos ha sido la de aceptar que se celebren bodas civiles entre homosexuales en sus parroquias, según ha informado el diario The Times, como propone la nueva ley de Igualdad que se tramita en Inglaterra y que está impulsada por el Gobierno. Ley, por cierto, muy criticada por la Iglesia católica, entre otros asuntos, por no respetar la libertad de contratación o admisión para determinados trabajos.

Esta ley, en su primer redacción, pretendía que los obispos no pudieran impedir que sacerdotes ordenados se casen con mujeres, ni que formen una unión civil homosexual, ni algunas otras conductas incompatibles con la doctrina católica.

El pasado mes de enero, algunos de los preceptos más polémicos de la ley podrían ser eliminados, depués de que la jerarquía católica criticara abiertamente.

¿Significa esto que la Comunión Anglicana acepta que los homosexuales contraigan matrimonio eclesiástico, según sus normas? De momento no. Simplemente permiten que el templo sea cedido a parejas homosexuales. Sin embargo, a nadie se le escapa que este puede ser un primer paso muy delicado hacia la equiparación eclesial de las uniones gays al matrimonio. De hecho, ya hay denominaciones de la Comunión Anglicana, como los Episcopalianos, que llevan tiempo elevando a la dignidad episcopal a mujeres y ordenando homosexuales.