Al acabar 2019, la agencia Fides, dependiente de Obras Misionales Pontificias, hace como cada año recuento de los “misioneros” asesinados durante este periodo. En total, 29 fueron asesinados en todo el mundo este año. Eran en su mayoría presbíteros. Fueron 18 sacerdotes, un diácono permanente, 2 religiosos no sacerdotes, 2 monjas y 6 laicos.

Tras ocho años consecutivos en los que el mayor número de misioneros asesinados se había registrado en América, desde 2018 África encabeza este trágico ránking. En 2019 en África fueron asesinados 12 sacerdotes, un religioso, una religiosa y una laica (15). En América fueron asesinados 6 sacerdotes, un diácono permanente, un religioso y 4 laicos (12). En Asia, una mujer laica fue asesinada. Y en Europa, una religiosa fue asesinada.

La agencia Fides también destaca el hecho de que existe una especie de “globalización de la violencia” ya que, mientras que en el pasado los misioneros asesinados se concentraron principalmente en un país concreto o zona geográfica, en 2019 el fenómeno parece más generalizado y extendido. Fueron asesinados misioneros en 10 países de África, en 8 de América, en uno de Asia y en uno de Europa.

Muertes violentas, pero no expresamente "por odio a la fe"

A la hora de recabar estos datos, la agencia recalca que utilizan el término “misionero” para todos los bautizados, conscientes de que “en virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se convierte en discípulo misionero. Cada persona bautizada, sea cual sea su función en la Iglesia o conocimiento de la fe, es un sujeto activo de evangelización” (EG 120).

Además, desde hace algún tiempo, la lista anual no solo se refiere a los misioneros ad gentes en sentido estricto, sino que trata de reflejar todos los casos en los que bautizados comprometidos con la vida de la Iglesia murieron de manera violenta, no expresamente “por odio a la fe”. Por esta razón, preferimos no usar el término “mártires”, -excepto en su significado etimológico de “testigos”-, con el fin de no entrar en el juicio que la Iglesia pueda hacer sobre algunos de ellos proponiéndolos, después de una cuidadosa consideración, para la beatificación o canonización.