Los cementerios de toda España reciben en la festividad de Todos los Santos millones de visitas que, para muchos, es la ocasión del año en la que pueden recordar in situ a sus muertos y cuidar el lugar donde les enterraron. En dos de esos cementerios, Guadix (Granada) y Logroño, sendas comunidades de religiosos fossores mantienen ese cuidado todo el año y para ellos todos los días son de difuntos, porque acompañan espiritual y materialmente a quienes se enfrentan cada día a la realidad del fallecimiento de un ser querido.

El 11 de febrero de 1953, Fray José María de Jesús Crucificado fundió la congregación de Hermanos Fossores de la Misericordia en la diócesis de Guadix (Granada, España), con la vocación de cuidar el cementerio y acompañar a los que llevan a ellos a un ser querido. En la actualidad ya solo quedan tres cumpliendo su vocación, que es la práctica de tres obras de misericordia: consolar al triste, rezar por los vivos y difuntos y enterrar a los muertos.

Llegaron a estar presentes en los cementerios de Jerez de la Frontera (Cádiz) (1959), Huelva (1962), Vitoria (1963), Pamplona (1965), Logroño (1966) y Felanitx (Islas Baleares) (1969), pero la escasez de vocaciones ha terminado por circunscribirlos a dos. 


Hermanos Fossores en Guadix en 1957.

Los Hermanos Fossores de la Misericordia se mantienen en España solo en los cementerios de Logroño y Guadix (Granada), con nueve hermanos en total, tres y seis, respectivamente.

Así lo ha explicado a Efe el hermano Alberto Agustín, superior de los tres fossores del cementerio de Logroño, donde llevan desde hace más de medio siglo -él pertenece a la orden desde hace 48 años- atendiendo a las familias que llegan con los difuntos al camposanto.

"Las vocaciones están en manos de Dios, depende de Él si las hay o no", afirma el superior del camposanto riojano, quien subraya que en los últimos años "hay personas que se ha interesado por conocer esta forma de vida, aunque luego no se han quedado".

Reconoce que, "en el mundo actual, las vocaciones no son numerosas, pero las hay, tanto para entrar en esta orden como para atender a leprosos o enfermos terminales, cosas que no son nada fáciles, como ser fossor no lo es".

Asume con "naturalidad" que existan pocas vocaciones y que haya quienes dejen la orden porque "les pasa a todas las congregaciones" y "ante eso no podemos hacer nada", solo "ayudar a quien quiera entrar aquí para que comprenda lo dura que es esta vida, en la que estamos al servicio de los demás".



Y también con normalidad ve que su orden seguirá "hasta que Dios nos llame", dado que él y sus compañeros son de avanzada edad, "y cuando eso suceda, el último que apague la luz y ya está".

"Son cosas que pasarán, sin más, lo que nos importa de verdad es la función que cumplimos y hacerla con amor y desde la vocación porque si lo haces así, las familias comprenden lo que les estás diciendo, a pesar del momento duro por el que pasan", explica.

Fray José María de Jesús Crucificado, nombre que adoptó tras fundar la orden, fue quien en 1953 creyó que era necesario contar en el seno de la Iglesia con personas dedicadas a ayudar "a ser testigos de la resurrección y ayudar a las familias en un momento muy duro", según Agustín, quien, como sus otros dos compañeros de Logroño, no es sacerdote.

Ejercitan específicamente la obra de la misericordia de enterrar a los muertos, rezando por los difuntos y por los vivos y se llaman fossores como herencia de los que llevaban ese nombre en la primitiva iglesia de las catacumbas.

Los fossores tratan de "dar un consuelo a todo el mundo que lo pide, a los que tienen fe y a los que no"; y "transmitir lo que nosotros sentimos"; así como "tratar de vivir nuestra vida con buen humor porque si no, sería inaguantable".


Esta pequeña comunidad del cementerio riojano ha asistido en las últimas semanas a una polémica relacionada con las cremaciones, "en las que el Papa Francisco solo ha dicho cosas que son de lógica", como que "no se pueden tirar las cenizas de cualquier modo".

Ha reconocido que, en general, "desde hace años", se producen más cremaciones que entierros y los fossores tratan de explicar a las personas que "hay muchas alternativas a tirar las cenizas por ahí" y que "algunas son gratuitas", ante lo que "la gente se sorprende porque son cosas que no se difunden lo suficiente".

En su opinión, "sigue habiendo un gran desconocimiento de qué hacer con las cenizas y por eso ocurren barbaridades como las de tirarlas en el campo".