Estamos en pleno periodo vacacional. Muchas personas ya han vuelto, otras comienzan justamente estos días los merecidos días de descanso. La Iglesia no es ajena a esta necesidad de toda persona, y por ello monseñor Juan José Asenjo, arzobispo de Sevilla, ha querido dar unos consejos que por obvios, a veces descuidamos.

En su carta, el prelado sevillano explica que más que grandes programaciones y viajes, lo más importante “es pensar qué vamos a hacer, cómo vamos a distribuir nuestro tiempo y qué frutos queremos sacar de estos días de descanso”. A veces se planean grandes vacaciones, con multitud de actividades y con mismo ritmo frenético que se vive a lo largo del año. Lamentablemente quienes así actúan “retornan a sus ocupaciones habituales más cansados que cuando marcharon”. Por eso el primer consejo que da don Juan José es “alejarnos de las ocupaciones ordinarias e, incluso, de los lugares de nuestra residencia habitual o trabajo. Para un cristiano, sin embargo, las vacaciones no deben ser un tiempo perdido, ni un paréntesis en nuestro camino de maduración humana y sobrenatural. Son más bien un período necesario para el reposo físico, psicológico y espiritual y un derecho que todos deberíamos poder disfrutar (…) la oportunidad de crecer, de formarnos, de reconstruirnos por dentro, de recuperar la serenidad y la paz que nos roban las prisas acuciantes de la vida ordinaria”.

Las vacaciones no son vacaciones de las necesidades del hermano. Así, en su carta, pone en valor una tendencia que cada día se vive más entre “los jóvenes, y también algunos adultos que aprovechan las vacaciones para hacer una experiencia de servicio a los más pobres en el Tercer Mundo o incluso una experiencia misionera”. Muchos jóvenes se marchan a lugares tan especiales como Calcuta para ayudar a las religiosas de la Madre Teresa en su servicio a los pobres, u otros dedican su tiempo a campamentos y colonias de niños, por poner dos ejemplos.

Y si no son vacaciones de nuestra responsabilidad con los demás, tampoco son vacaciones para del espíritu y nuestra relación con Dios. Por eso, don Juan José recuerda que al tener más tiempo libre “hemos de buscar espacios para la interioridad, el silencio, la reflexión, la oración y el trato sereno, largo y relajado con el Señor”. Ejercicios Espirituales, unos días de retiro, una peregrinación a un santuario buscando el silencio… o bien contemplando la naturaleza: “el mar, la montaña, los ríos, el amanecer y la puesta del sol, las noches estrelladas, los animales y las plantas, nos hablan de Dios y pregonan las obras de sus manos”.

Por supuesto las vacaciones son tiempo para una la lectura reposada, “que ofrece un grato descanso a nuestra mente y, al mismo tiempo, es semilla fecunda de criterios sanos y positivos, tanto desde una perspectiva cultural, como desde la perspectiva de nuestra formación cristiana”.

Y si hay algo que es fundamental en estos días es “el encuentro y la convivencia, para la charla apacible, para compartir la mesa, gozar de la amistad y robustecer las relaciones familiares que, a veces, durante el año, resultan escasas o insuficientes como consecuencia del trabajo y de las obligaciones de cada día”.

El arzobispo sevillano es consciente de la realidad de la vida, por lo que, como explica, “no quiero terminar sin tener un recuerdo especial, lleno de afecto solidario, hacia quienes no tendréis vacaciones, impedidos por la edad, la enfermedad o las dificultades económicas generadas por la crisis económica. Que encontréis en el Señor vuestro reposo y podáis escuchar de sus labios estas palabras tan confortadoras: “Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré” (Mt 11,28).

Todo un conjunto de ideas a tener en cuenta en las fechas en las que estamos.