Volvieron a la casa de acogida Entrevidas seis meses después de que una familia gitana la ocupara por la fuerza. Jesús Poveda -acompañado por la policía y un abogado- llevaba una orden de desahucio que permitiría a María y a otras chicas embarazadas volver al refugio provida. Entonces sucedió algo inesperado: la policía anunció que no podría dejar pasar a la joven hasta que comprobaran que en el interior del piso no hubiera animales, en cuyo caso habría que avisar a la Asociación Protectora de Animales. “Unos animales tienen prioridad respecto a las personas”, pensó el doctor Poveda. De esa reflexión surgió la idea de organizar la Ecofiesta.

En 1999 Jesús Poveda y la Comunidad de Madrid llegaron a un acuerdo mediante el cual esta le cedía una casa de acogida a cambio de que sirviera como refugio para chicas embarazadas o que hubieran dado a luz recientemente. Un trato que desde aquel año ha permitido que decenas de chicas hayan encontrado la mejor solución a la hora de afrontar el embarazo.

Una de ellas es María, una joven que escuchó por primera vez el nombre de Jesús Poveda cuando una de sus amigas se quedó embarazada. Necesitaba ayuda y acudió a él. El resultado: siguió adelante con el embarazo y ni pizca de arrepentimiento por ello. Más adelante llegaría el turno de María. Fue el pasado mes de agosto cuando se quedó encinta. “En cuanto me ocurrió, se lo conté a Poveda. La verdad es que ofrece muchas opciones y todas son buenas. He tenido problemas familiares y solo puedo decir que su apoyo ha sido fundamental”.

El pasado verano María se instaló en la casa de acogida situada en el barrio de Entrevías, de ahí que adoptara el nombre de “Entrevidas”. Una noche la joven regresaba a la casa de acogida tras cuidar de una señora mayor. Al llegar a la puerta, vio que su llave ya no abría la cerradura. Al instante observó que las luces de la casa estaban encendidas y que el alboroto de dentro delataba la presencia de gente. Sin casa, sola y en la calle, no tuvo más remedio que telefonear a Jesús Poveda.

Unos minutos después comprobó asombrada que dentro del refugio había una familia de gitanos que se negaba a dejar el lugar. Para más inri, la joven contempló cómo le lanzaban desde la ventana no solo sus pertenencias, sino también una advertencia: no abandonarían el piso hasta que se presentaran con una orden de desahucio. El doctor Poveda tomó nota y llevó el asunto a los tribunales.

María pasó la espera viviendo con su novio en un camping en Canillejas. “El traslado al camping fue doblemente incómodo: por un lado abandoné la casa de acogida donde tenía todo lo que necesitaba y, por otro, tuvimos que afrontar los gastos que suponía quedarnos allí”.

Luego se celebró el juicio y, como era de esperar, ganaron Poveda y María. Habían transcurrido seis meses y tocaba regresar al refugio. El 13 de enero Jesús Poveda -orden de desahucio en mano- se presentó en la puerta de la casa acompañado de María, un abogado y la policía. Al llegar allí, la sorpresa. Los agentes dijeron que no podían desalojar a la familia hasta comprobar que en el interior del inmueble no hubiera animales. En caso contrario, habría que llamar a la Asociación Protectora de Animales.

El doctor no daba crédito. Unos animales tenían prioridad antes que una mujer embarazada. Aquello sacudió su conciencia y se propuso organizar -aprovechando que su escuela de rescatadores había llegado a las 500 vidas salvadas- una ecofiesta.

“Se trata de concienciar a la gente sobre lo que es el verdadero ecologismo y no el que permite situaciones como la de Entrevidas. ¿Cómo es posible que la gente se encadene para salvar un huevo de avestruz y luego sean firmes defensores del aborto?”, explica Poveda.

El médico y los voluntarios de la Escuela de Rescate a la Madrileña llevan años ante las puertas de la clínica Dator explicando a las mujeres que acuden allí que no hay cosa peor que corregir un error con otro mayor.

En total ya han ayudado a medio millar de ellas (jóvenes, mayores, solteras, casadas...) a tomar la decisión de dar a luz. Para celebrarlo, el 18 de marzo organizarán la llamada “ecofiesta” en el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares. “Será una reivindicación de un ecologismo basado en la supremacía de la vida humana”, asegura el doctor.

En esa fiesta también estará José Antonio Asenjo, miembro de la Asociación de Criadores de la Cabra de Guadarrama. Pero no es su pertenencia a esta asociación lo que motiva su presencia en la fiesta. El motivo hay que encontrarlo en lo que sucedió un día de agosto de 1994, cuando se convirtió en el rescatador de su propia hija.

Por aquel entonces José Antonio tenía 19 años y estaba haciendo el servicio militar. Sabía que su novia Reyes -tres años mayor que él- estaba embarazada de dieciséis semanas, pero lo que desconocía era lo que le contó una amiga de ella: su novia pretendía abortar sin consultárselo.

Reyes era la mayor de siete hermanos de una familia humilde en la que el padre estaba inválido. Un entorno difícil al que se le sumó la presión de sus padres para que abortara. Situaciones que no fueron fáciles de asimilar para ella, que se encontraba entre la espada y la pared.

A pesar de que Reyes era mayor de edad, su coeficiente intelectual era ligeramente inferior al de la media debido al daño que le causaron los fórceps al nacer.

Precisamente ese fue el argumento al que se agarraron los padres cuando justificaron su deseo de que abortara. Sea como fuere, lo cierto es que la joven acabó camino de la Dator.

Si con algo no contaban los padres de la joven el día que iban a abortar, era con que enfrente se encontraba un chaval con algo más que las ideas claras. José Antonio se presentó en la misma clínica con la intención de que escucharan su opinión y, sobre todo, de evitar lo que iba camino de convertirse en otro niño (niña, aunque aún no lo sabían) abortado. Los médicos de la clínica vieron en el corajudo muchacho un serio obstáculo para llevar a cabo sus planes de lucrarse impidiendo el nacimiento de la criatura. Por eso acto seguido le invitaron a abandonar la clínica.

Lejos de venirse abajo, José Antonio habló con diversos medios de comunicación para contarles lo sucedido. “Llamé a un periódico y a una televisión y una de las personas con las que hablé me puso en contacto con Jesús Poveda”, relata el protagonista. El doctor le sugirió la idea de presentar una denuncia. “Fue entonces cuando nos dirigimos a los juzgados de la plaza de Castilla para denunciar a sus padres por coacción”, recuerda José Antonio.

Tras presentar la denuncia contra la familia, la juez actuó con rapidez. Una llamada suya a la clínica Dator -donde a Reyes le quedaban minutos para abortar- paró lo que iba a convertirse en la muerte de un niño inocente. Aunque para algunos, como recuerda Jesús Poveda, es cuestión de negocio. “Una vez uno de los médicos de la clínica salió a hablar conmigo y me dijo: ‘No sabes lo que soy capaz de hacer por dinero’”.
Diecisiete años después de aquello José Antonio puede dar testimonio de lo feliz que es ahora con su hija Tamara, y deja claro que jamás tuvo dudas acerca de cuál era la decisión correcta. “Presenté la denuncia contra sus padres porque la estaban coaccionando. Por mi parte tengo la conciencia tranquila porque siempre tuve claro que quería que naciera mi hija”.

La entrada en escena del doctor Poveda resultó decisiva. Para esta familia como para tantas otras, el abanico de posibilidades ofrecidas por el psiquiatra siempre se entiende en clave provida: “Jesús nos motivó a tenerlo, pero sobre todo a la familia de ella. No sé qué hubiera pasado si aquella amiga no me lo hubiera dicho a tiempo”, señala José Antonio.

Ahora las cosas no son como las hubieran imaginado en un principio, ya que José Antonio y Reyes hace tiempo que no viven juntos. A pesar de la separación, “lo importante es que Tamara es una niña feliz”, reconoce José Antonio.

Las historias relatadas son solo dos dentro de las 498 más de las que podrían dar testimonio cualquiera de los miembros de la Escuela de Rescate a la Madrileña. Medio millar de casos han acabado con un final feliz. Todo eso se celebrará el próximo 18 de marzo en el parque natural del Manzanares, adonde acudirán numerosas madres ‘rescatadas’ con sus hijos -muchos de los que fueron sus rescatadores son ahora sus padrinos- para compartir un día de alegría y reivindicar un ecologismo en el que la vida humana sea el bien más preciado de la naturaleza.

Estos son algunos de los éxitos cosechados en la larga hoja de servicios del incombustible Jesús Poveda y sus rescatadores. Después de cada caso de rescate el doctor siempre concluye con una reflexión: “De haber seguido adelante, ahora habría un aborto, una mujer traumatizada por hacerlo y tres familias rotas”.


APOYO: Rescate a la china
Una mañana de sábado Victoria iba camino de la Dator con la intención de abortar. Cuando enfilaba la puerta, se encontró con un grupo de rescatadores que hacían guardia desafiando al frío que hacía ese día en Madrid. A pesar de que Victoria es china, entendía perfectamente el español, pues había estado un tiempo en Italia, donde comenzó a dar clases de castellano antes de llegar a España. Después de que los rescatadores le explicaran que el aborto era la peor de las soluciones, la joven china mostró su sorpresa, pues no creía que fuera posible poder obtener ayudas para la maternidad, algo impensable en su país. Victoria dio marcha atrás y decidió tener el niño. Dicen que también ayudó a tomar esta decisión el hecho de que era el año del dragón, es decir, el año de la buena suerte para los chinos. Llegados a este punto, tan solo faltaba buscar un nombre para el niño que venía en camino. Victoria eligió el de Pepe, que en chino quiere decir ‘niño precioso’. El final de la historia no pudo ser más sorprendente: la joven china acabó rezando a la Virgen María de lo emocionada que estaba. Actualmente Victoria espera su segundo hijo.