La elección del nuevo presidente de Estados Unidos iba más allá de conocer quién sería el nuevo inquilino de la Casa Blanca puesto que había otros asientos en juego de vital importancia no para los próximos cuatro años sino para las décadas venideras. Se trataba del hueco vacante en el Tribunal Supremo tras la muerte del católico y provida juez Scalia.

Tras su fallecimiento, el equilibrio era muy precario por la composición ideológica por lo que la designación del nuevo miembro, que corresponde al presidente, decantaría la balanza de un lado u otro. Su importancia es mayúscula para frenar causas políticas de la izquierda radical como el aborto, la eutanasia o la ideología de género.

Finalmente, el elegido por Donald Trump ha sido el juez Neil Gorsuch, un episcopaliano conservador de la misma línea jurídica de Scalia, “originalista” que considera que la Constitución debe interpretarse como lo harían los padres fundadores. Es abiertamente provida y defensor acérrimo de la libertad religiosa. Tiene 49 años y tiene dos hijos y dado que el cargo es vitalicio su nombramiento tendrá gran influencia en las próximas décadas.

Hasta ahora era juez de la Corte de Apelaciones del Décimo Circuito, que incluía los distritos de Colorado, Kansas, Nuevo México, Utah y Wyoming y los distritos occidentales de Oklahoma. Tras estudiar en Columbia pasó posteriormente por Harvard y Oxford, donde se doctoró.


Trump ha alabado la trayectoria de Gorsuch, que le escucha atentamente junto a su esposa

“El juez Gorsuch tiene excelentes habilidades legales, una mente brillante y una tremenda disciplina”. Así presentó Donald Trump a su elegido para el cargo, que ahora deberá ser ratificado por el Senado.

Gorsuch ha sido conocido recientemente por su oposición frontal a las políticas más polémicas de Obama, a las que ha respondido con fallos en los que defiende la libertad religiosa y la vida por encima de todo. Estos son algunas decisiones y consideraciones de este juez que sirven para conocer cómo será su actuación en la Corte Suprema:


Neil Gorsuch falló a favor de la empresa de artesanía Hobby Lobby, que había demandado al gobierno para evitar tener que cumplir con el Obamacare, que le obligaba a proporcionar a sus empleados seguros médicos que incluyesen anticonceptivos.  Esto mismo ocurrió también con la persecución del expresidente a las Hermanitas de los Pobres por este mismo motivo. En su fallo, el juez dijo que la ley sanitaria de 2010 obligaba a esta compañía y a otros grupos religiosos a “violar su fe religiosa al obligarles a prestar un grado inadmisible de asistencia” que vulnera sus derechos.


Desde la Corte de Apelaciones del Décimo Circuito, Gorsuch apoyó al gobernador de Utah en su intento de quitar las subvenciones al gigante abortista, tras conocerse los escándalos de venta de órganos y tejidos por parte de esta compañía, rebatiendo así la sentencia de un tribunal menor que obligaba al estado a financiar a Planned Parenthood.


Su defensa de la vida no se extiende sólo al no nacido, al que ha defendido públicamente en numerosas ocasiones. En 2009 escribió el libro El futuro del suicidio asistido y la eutanasia y en él analizaba las cuestiones tanto éticas como legales sobre un asunto que está encima de la mesa y que ya está aprobado en varios países. Gorsuch llega a la conclusión de que no se debe legalizar puesto que “todos los seres humanos son intrínsecamente valiosos y la toma intencional de una vida es algo que siempre es un error”.


Pese a que no tiene sentencias relacionadas directamente con el aborto aunque sí de manera indirecta, Gorsuch dijo algo que tendrá mucha importancia una vez que ocupe el asiento en la Corte Suprema: no hay “ninguna base constitucional” que respalde el hecho de que se deba dar prioridad a la libertad de elección de la madre por encima de la vida del bebé.