Según un estudio de la Universidad de Georgetown, uno de los principales centros académicos católicos de Estados Unidos, en dicho país había 181.421 religiosas en 1966 y en 2014, a pesar del crecimiento de población e incluso del crecimiento de población católica, ese número descendió a 49.883: es decir, una caída del 72%.



En 2009, su distribución de edad, reflejo del hundimiento vocacional, era la siguiente:
-Más de 90 años, 11%.
-Entre 80 y 89 años, 26%.
-Entre 70 y 79 años, 32%.
-Entre 60 y 69 años, 22%.
-Entre 50 y 59 años, 6%.
-Entre 40 y 49 años, 2%.
-Menos de 40 años, 1%.



Los datos no ofrecen dudas y apuntan a una progresiva extinción (en términos demograficos) de la vida religiosa femenina en Estados Unidos a lo largo de medio siglo, y que concluirá inexorablemente en apenas una década.

¿Inexorablemente? Es ahí donde los inescrutables caminos de Dios (Is 55,8; Rom 11,33) divergen de la lógica matemática, y quien lo constata es... el laicista New York Times. Un reciente reportaje titulado "Las religiosas de una nueva generación forjan su propio camino" señala que, pese a la debacle numérica, "las religiosas más jóvenes pueden ser una veta sorprendente... Quieren llevar hábito, y aunque trabajan fuera de su comunidad, mantienen un poderoso foco en la vida contemplativa, dedicando horas a la oración común diaria. Y tienden a tener un fuerte sentido de una misión específica".

Es decir, han vuelto a lo esencial de la vida religiosa: la oración personal, la oración en comunidad y la consagración común a un objetivo definido: "Han mantenido lo que yo llamaría una vida conventual... Su vida tiene un centro real y una continuidad real que mantienen unido al grupo", señala Margaret Guider, franciscana profesora de sociología religiosa.


Nada que ver con los casos que presenta The New York Times. Como la hermana Virginia Joy, ex jugadora de fútbol (europeo) en el instituto y una habitual de los toros mecánicos, los rocódromos y los karts hasta que en 2009, con 28 años, entró en las Hermanas de la Vida.


Las Hermanas de la Vida [Sisters of Life], dirigiéndose a una ceremonia en la basílica de San Juan Evangelista de Stamford (Connecticut).

"Me sentí abrumada por la generosidad del Señor en mi vida y mi trabajo no me llenaba", explica. Su congregación es incluso más joven que sus miembros. Fundada en 1991 por el cardenal John O´Connor, arzobispo de Nueva York, para proteger y promover la vida humana en todas sus etapas, suman ya 84 religiosas (ocho acaban de hacer sus votos perpetuos) y en septiembre entrarán 10 postulantes. Trabajan en el Bronx, en Manhattan, en Toronto... Cada año asisten a mil mujeres embarazadas en situación de riesgo de abortar, y a su centro de retiros espirituales en Stanford asistieron 4000 personas en 2014. En el otoño abrirán una casa en Denver.

"Nuestra experiencia es que en cuanto a una mujer se le da el amor y el apoyo práctico que necesita y merece, casi siempre desea llevar su embarazo a término", cuenta la hermana Mary Elizabeth al dar cuenta de su carisma propio.

La hermana Antoniana, de 34 años y origen filipino-canadiense, estudiaba ciencias medioambientales y decidió su vocación en la Jornada Mundial de la Juventud de Roma del año 2000: "Estaba de rodillas en una capillita y sentí que me llamaba: ´¿Me amarás sin tener dividido tu corazón?´".

La hermana Grace Dominic, de 35 años, empezó a trabajar en un periódico católico justo el 11-S. "El testimonio de los bomberos acudiendo al incendio de las Torres Gemelas" fue lo que acabó conduciéndola a ella a la vida religiosa.

La hermana Jackie Zuppe, por su parte, estudiaba Veterinaria cuando conoció a las Hermanas de la Vida, que le sorprendieron por su juventud "y por lo mucho que les gustaba jugar al frisbee". Su proceso de reflexión le llevó a valorar al ser humano en su totalidad y decidió que prefería dedicarse a eso que a los animales... y hoy es postulante.


El reportaje de The New York Times se centra en las Hermanas de la Vida, pero otras congregaciones jóvenes que rebosan vocaciones, como las dominicas de Nashville (Tennessee) o las Madres de la Eucaristía de Ann Arbor (Michigan) tienen tal empuje que han atraído la atención incluso de la popular Oprah Winfrey, quien les ha consagrado espacio en su programa.


Y recientemente La Croix consagraba un reportaje a las carmelitas del Sacratísimo Corazón en Los Ángeles (California), un convento no moribundo sino pujante, que no cuenta fallecimientos sino vocaciones y, como los del Bronx, Nashville o Ann Arbor, fiel a las características tradicionales de la vida religiosa (además, por supuesto, de los tres votos): oración, vida común y misión definida. Que atraen tanto en el ámbito de órdenes centenarias como en el de congregaciones de nueva creación.

Estas carmelitas se encuentran en el barrio de Alhambra, de clase media y abundante inmigración asiática, y tienen cada año entre tres y cinco novicias. Son más de treinta (en ese convento: la orden suma casi cien), de todas las edades, y se reúnen tres veces al día a orar en la capilla. Rezan cinco horas al día, entre la adoración al Santísimo, el rosario, la meditación personal, etc. Pero eso no les impide además una intensa vida activa en  ámbitos poco comunes en su orden, como la enseñanza o la atención hospitalaria que prestan a los ancianos en Duarte, bajo la dirección de la madre Mary Suzanne, de 35 años.


Las carmelitas del Sacratísimo Corazón de Jesús, "pulmón" espiritual de California.

Fueron fundadas por la Madre Luisita, como la llaman: la mexicana Sor María Luisa Josefa del Santísimo Sacramento (18661937), quien tras haber estado casada y enviudar sin hijos entró en la vida religiosa y, huyendo de la persecución de Plutarco Elías Calles, se instaló con sus religiosas en Estados Unidos en 1927.

Las carmelitas de Los Ángeles reciben cada fin de semana en su convento a casi un centenar de personas para retiros espirituales, por lo cual, apunta el diario francés, "se han convertido en el pulmón espiritual de la diócesis y de fuera de la diocesis". Madre Juanita explica la razón del éxito de estos retiros: "La mayor parte de la gente pasa su tiempo hoy entre el teléfono e internet. No reservan un tiempo para detenerse y escuchar a Dios, y nosotros intentamos ofrecerles esa posibilidad".

La madre Marlee, de 25 años, enfermera en Ohio, pensaba en casarse con su novio cuando descubrió la vocación precisamente en uno de esos retiros que las carmelitas acudieron a dar cerca de su casa. "Me gusta la espiritualidad de Santa Teresita de Lisieux, de amar a Dios a través de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, sin hacer nada extraordinario", explica, y responde así a las razones de llevar hábito: "Quienes se cruzan conmigo no me ven a mí, sino que piensan inmediatamente en Dios. Y no quiero que duden si soy religiosa o no, eso debe estar claro".

La madre Faustina, maestra de novicias, añade que "hubo comunidades, después del Concilio, que quisieron adoptar una forma de vida acorde con la sociedad, se quitaron el hábito... Algunas fueron demasiado lejos y perdieron su identidad. Ahora bien, nuestra vocación sigue siendo ser testimonio de una consagración al Señor, y eso pasa por una forma de vida diferente. Las jóvenes lo entienden enseguida".

También lo entienden en España, donde comunidades como Iesu Communio, las dominicas de Lerma o las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús están viviendo un fenómeno parecido de clara identidad religiosa unida a una explosión de vocaciones jóvenes.

Justo por eso, el Consejo de Superioras Generales de Mujeres Religiosas (CMSWR, por sus siglas en inglés), que agrupa a las principales congregaciones fieles a la regla y carisma fundacional y a la absoluta identidad religiosa católica de la vida consagrada, va a lanzar un documental de 18 minutos para mostrar la belleza de la vida religiosa y atraer nuevas vocaciones. Se estrena este sábado 15 de agosto, festividad de la Asunción de Nuestra Señora, y se llamará For Love Alone [Sólo por amor] : un Amor capaz de levantar hasta el cielo las peores estadísticas.