La religiosidad es algo habitual en el fútbol americano, quizá porque la misma dureza de este deporte asimila a sus practicantes a soldados en el campo de batalla, y los ex jugadores suelen verse a sí mismos casi como veteranos de guerra.

En un equipo como los Buffalo Bills, radicado en Buffalo (Nueva York), es habitual que los veinte o veinticinco católicos de la plantilla (que puede alcanzar los setenta jugadores o más) asistan a misa los domingos antes de su enfrentamiento vespertino.


"El partido de la tarde no sería lo mismo sin la misa de la mañana", admite Garrison Sanborn a The Catholic Register: "Pero la verdad es que no rezamos por la victoria. Rezamos sobre todo por no tener lesiones, para que ambos equipos salgamos indemnes. Y rezamos también por nuestras familias, tanto si han viajado con nosotros como si se han quedado en casa".

Para Sanborn, ir a misa antes de los partidos es una tradición desde que estaba en el instituto, y luego en la liga universitaria. Y no la ha abandonado ahora que es profesional: "Pero no voy por el fútbol. Me ayuda a saber que en la vida hay algo más que el deporte".

"La mayor parte de la gente cree que no somos religiosos o no nos tomamos la fe en serio, pero no es así. En el fútbol profesional y en nuestro ámbito de trabajo es más frecuente encontrar la fe que en la población general", afirma, y quienes, no siendo católicos, no van a misa, suelen acudir también los domingos a algún servicio interreligioso.


Los Bills juegan a menudo en Toronto, y allí el arzobispo ha designado para atenderles a un sacerdote que se ha tomado muy en serio su misión. El padre Eric Rodrigues, ya en su segundo año en este ministerio (le precedió el padre Joe Gorman, antiguo quarterback de los York Lions) tiene claro cuál es su papel: "Aunque son deportistas profesionales y celebridades, no les veo como superestrellas. Para mí son en primer lugar católicos que van a misa, almas como cualesquiera otras. No les pongo en un pedestal".

A las diez de la mañana de los días de partido, los jugadores, equipo técnico y directivos católicos de los Buffalo Bills se concentran en una sala del hotel y tras una pequeña oración, van a misa y escuchan la homilía de Rodrigues.

"No les entretengo demasiado porque sé que la liga profesional es muy intensa, y en particular en los días de partido. No pueden estar treinta minutos de sermón, solo quieren oír misa. Así que procuro limitarme a lo que considero apropiado. No quiero ser un sacerdote cheerleader, sino decirles cosas relevantes para ellos y para sus necesidades", explica, así que no menciona las palabras victoria o éxito: "No sería auténtico por mi parte, y estoy seguros de que ellos lo percibirían así también".