«Recuerdo como si fuera ahora esa terrible tarde. Llamé al Papa, que se encontraba en Castel Gandolfo y le di la noticia. Se quedó sobrecogido no sólo por la tragedia en sí misma, sino porque no conseguía explicarse cómo un hombre podía alcanzar tanta maldad...»

Joaquín Navarro Valls, médico y periodista, durante más de veinte años director de la Oficina de Prensa de la Santa sede y colaborador de confianza del Papa Juan Pablo II, tiene todavía impresa en su mente la secuencia de los acontecimientos que tuvieron lugar el 11 de septiembre de 2001.

- Al inicio de la tarde del 11 de septiembre, me enteré de lo que acababa de pasar en Nueva York, el avión que se había estrellado contra la primera torre. No se sabía todavía si era un accidente o un atentado. Cuando se estrelló el segundo avión, no hubo lugar a dudas...

- Juan Pablo II se encontraba en Castel Gandolfo. Llamé, hablé con él directamente. Le dije lo que estaba ocurriendo. Le hablé de las imágenes terribles que la CNN estaba retransmitiendo en directo. Se podía ver a las personas desesperadas que se tiraban desde los dos rascacielos atacados.

- Quedó profundamente afectado, sintió mucho dolor. Recuerdo que se preguntaba cómo había podido tener lugar un atentado tan feroz. Su consternación, frente a estas imágenes, llegó más allá del dolor.

- Permaneció poco tiempo delante de la TV. Luego se retiró a la pequeña capilla, que está cerca de la sala de la televisión. Y permaneció allí rezando durante un largo rato. Quería también ponerse en contacto con George Bush, para comunicarle su cercanía, su dolor, su oración. Pero era imposible ponerse en contacto con el Presidente, que por motivos de seguridad se encontraba en vuelo a bordo del Air Force One. Entonces el Papa decidió enviar inmediatamente un telegrama. Y, a la mañana siguiente, ofreció la misa por las víctimas del atentado, pidiendo a Dios el descanso eterno para las numerosas víctimas, y para sus familias, valor y consuelo.

Durante las siguientes semanas, el Papa visitó un país de mayoría islámica, Kazajistán. Poco antes de que Estados Unidos atacara Afganistán...

Durante ese viaje, y durante los meses siguientes, también con la celebración del encuentro de los líderes religiosos en Asís, en enero de 2002, Juan Pablo II quiso indicar al mundo que la religión no puede usar el nombre de Dios para justificar el odio y la violencia. El Papa se preguntaba de modo dramático qué estaba pasando en este rincón del mundo islámico, era consciente de la necesidad de no culpar a todos los musulmanes, y al mismo tiempo creía que era necesario entender los motivos que habían provocado este tipo de degeneración en los grupos del Yihadismo que promovían y justificaban la autoinmolación en actos tan graves e inhumanos. Creía que se debía a elementos externos que poco a poco se habían ido sobreponiendo al auténtico pensamiento religioso y que habían terminado, en parte, saturándolo.

- Como una tragedia para toda la humanidad, una derrota de todos los espíritus auténticamente religiosos.