En 2006 ni Thomas Wenski (60 años, Palm Beach, a quien no es raro ver subido en una Harley) era arzobispo de Miami ni Kevin Farrell (63 años, irlandés de Dublin, legionario de Cristo) lo era de Dallas. Aquel año los de Florida, con Dwayne Wade al mando, derrotaron a los texanos con claridad (4-2), pero en 2011 puede haber sonado la hora de la revancha. El alemán Dirk Nowitzky está "que se sale", y es la gran baza de los Dallas Mavericks para derrotar a los Miami Heat.

Dios dirá...
 
Pero lo peor es que Dios tendrá que elegir entre dos de sus pastores, que han aprovechado la final de la NBA para un peculiar duelo entre amigos. Que puede ser dramático, porque hay una salsa picante por medio de las que hacen estragos.

Resumiendo: van a ofrecerse mutuamente productos típicos provenientes de los distintos condados que forman sus respectivas diócesis.
 
Si Miami pierde, monseñor Wenski enviará a monseñor Farrell un lote con tartas de lima, cangrejos de río, una pecera conagua, conchas y arena de Fort Lauderdale (la conocida como "Venecia de América" por su intrincado sistema de canales) y unos cuantos de los célebres puros hechos a mano en el condado de Dade.

Pero si pierde Dallas, monseñor Farrell enviará a monseñor Wenski un lote con costillas para barbacoa, tarta de nuez, y tortillas acompañadas por una de esas salsas de puro fuego que los texanos aprendieron en México.

Aparentemente, parece que el irlandés ha negociado mejor, pero al final no van a ser ellos, sino sus emblemáticas estrellas, quienes decidan la partida. 

Y ambos son dos buenas personas. Nowitzky ha creado una fundación que lleva su nombre y con la que lucha contra la pobreza en África. Wade lleva en su camiseta el número 3 porque representa la Santísima Trinidad y cede el 10% de su ficha a una iglesia de Chicago.

A la vista de tan angelicales jugadores y tan reñidos apoyos eclesiásticos, las alturas van a tenerlo difícil. Y se está notando en una, por ahora, equilibrada serie final.