Una de las muchas escenas significativas de La Misión (Roland Joffé, 1986) es aquella en la que Liam Neeson, compadecido por la ardua penitencia que se ha autoimpuesto Robert de Niro para expiar culpas pasadas, intenta ayudarle a cargar su bulto, haciéndolo rodar por la ladera y aumentando así la pena (y también la expiación) del antiguo y criminal espadachín.

Casi treinta años después, el actor norirlandés de 62 años volverá a vestir el hábito negro de los jesuitas, esta vez a las órdenes de Martin Scorsese, pero de nuevo en un papel que sitúa a los hijos de San Ignacio en circunstancias dramáticas. Se trata de la película Silencio, un proyecto largamente acariciado por el director neoyorquino de origen italiano y que empezará al fin a rodarse en el mes de septiembre.

Estará basada en la novela del mismo título de Shusaku Endo (19231996), considerada la obra maestra del escritor japonés y católico que, por la problematicidad religiosa de sus temáticas y personajes, ha sido comparado con Graham Greene, Walker Percy o Flannery O´Connor, o incluso con los Georges Bernanos, Paul Claudel o François Mauriac que tanto le influyeron en su formación francesa.



En Silencio, Endo cuenta la historia de un misionero portugués a principios del siglo XVII que apostata cuando se desata una cruel persecución anticristiana en Japón. Sin embargo, sigue viviendo la fe en privado.

Liam Neeson será ese misionero, el padre Ferreira. Completan el reparto Andrew Garfield (el nuevo Spiderman), como el joven padre Sebastiao Rodrigues, y Adam Driver (Lincoln), quien hace de padre Francisco Garpe. Ambos viajarán hasta Japón para saber por qué Ferreira, antiguo formador de Rodrigues, ha abjurado de la fe.



En Patheos, Kathy Schiffer se pregunta cómo abordará Scorsese, educado católicamente, esta delicada cuestión. No hay que olvidar que es el director de La última tentación de Cristo (1988). Pero también hay quien ve en otros films suyos como Taxi Driver (1976), Toro salvaje (1980) o El aviador (2004) una exploración del vacío ("soledad, demencia, muerte") al que está abocado el hombre que cree no necesitar a Dios. Incluso respecto a su reciente El lobo de Wall Street (2013) podría valer esa consideración.

El mismo Neeson, también católico de formación, es un ejemplo de confusión intelectual en materia religiosa. Habrá que esperar a ver el grado de acercamiento del guión a la poliédrica novela de Endo, y si son la fe y la fidelidad, y no la duda y la traición, quienes resultan triiunfantes.