El periodista y documentalista Jesús García, director de Gospa Arts y conocido por sus libros sobre Medjugorje y documentales, admite que estaba equivocado respecto a Hakuna Music Group.

A él le gusta mucho la música en vivo, es muy exigente en lo musical, y la primera vez que le invitaron a ir a un concierto de Hakuna lo rechazó pensando que sería algo de poca calidad. Pero cuando por fin pudo ver en directo al grupo, se sintió obligado inmediatamente a escribir para reconocer su gran nivel y la importancia de lo que significa para la música cristiana. Fruto de esa experiencia escribe este testimonio. 

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He visto el futuro del Rock Cristiano… y se llama Hakuna Music Group

por Jesús García

Hace unas cuantas décadas, cuando vuestros padres eran aún unos niños o, tal vez, ni si quiera habían nacido… un joven de 23 años, enclenque y pálido, se subió al estrecho escenario del Charlie´s Place, uno de tanto bares a las afueras de Cambridge, en el estado de Massachusetts, en el que algunos jóvenes balas perdidas que se habían librado de ir a Vietnam, malgastaban su buena suerte y su tiempo tocando malísimas canciones con las que distraer la atención que los clientes, todos hombres, ponían en las camareras.

Era de noche, el humo no dejaba ver bien en la penumbra a escasos tres metros y las 60 personas que allí hubiera habían salido de las fábricas no hacía tanto rato, el suficiente para llevar ya dos Budweisser de más encima. Entre ellos  se encontraba un aspirante a crítico musical de 27 años que se malganaba la vida escribiendo, en panfletos de usar y envolver el pescado, sobre músicos que jamás llegarían a ser nadie.

El plumilla se llamaba Jon Landau, había estudiado Historia en la Universidad Judía de Brandeis, en Boston, pero no le costó demasiado averiguar que no le gustaba tanto escribir sobre Julio Cesar como hacerlo sobre los futuros Bob Dylan o Roy Orbison.

Allí, entre aquellos operarios sucios y despeinados, estaba él dispuesto a escribir algo sobre el grupo de música que iba a ejecutar a los clientes aquella noche y con lo que poder comprarse un bocadillo al día siguiente. Su interés era nulo ante lo que iba a ocurrir.

Dos días después publicó en The Real Paper una columna haciendo la crítica del concierto que aquel chaval enclenque y pálido había dado junto a su banda de amigos en el Charlies Place. Era una no muy extensa columna que a pesar de su brevedad… se hizo eterna. El titular elegido por Landau lo dijo todo, ya que más que un titular, resultó ser una certera profecía. Rezaba así: “He visto el futuro del Rock and Roll, y se llama Bruce Springsteen”.

El periodista John Landau y un jovencísimo Bruce Springsteen en 1974. ¿Dónde está el talento hoy en la música católica?

Música en directo

Me sé esta historia porque una de las pocas cosas que me enajenan en este mundo, a mis casi 45 años, es la música en directo. No cualquier cosa, hablo de los buenos conciertos. Sí, mis ojos miran ya hacia la cincuentena, voy a ser padre de mi quinto hijo, y una cuantas cosas de mi vida deberían reflejar más seriedad o aplomo. Pero no. Ante un buen concierto se pone en marcha el lado más joven de mi vida y hago lo que sea para conseguir algunas entradas, que siempre compro para mí y para mis amigos, porque no quiero que ellos se lo pierdan. Si el fiera en cuestión es aquel joven enclenque y pálido llamado Bruce Springsteen, ni te cuento.

Con 15 años pude ver a uno de los grupos más grandes de entre los grandes. Era la última gira de los Dire Straits y vi y oí con esta orejitas como los dedos de Mark Knopfler volaban sobre el mástil de una Fender Stratomaster a la velocidad que mi perro devora el pienso. Dire Straits se disolvió, pero Mark sigue tocando, y le he vuelto a ver 7 veces más, una de ellas en el Royal Albert Hall de Londres.

La entrada de Jesús García de 1992 para ver Dire Straits.

Más tarde vi a U2 convertir un estadio en una discoteca gigante de la que no se podía dejar de bailar en dos horas de show. También he colaborado a hacerles ricos a los irlandeses, pues han sido 5 veces en total, viajando donde fuera para cantar One con ellos: Sevilla, Barcelona, Madrid… y el Madison Square Garden de Nueva York.

Jesús García y María en el Madison Square Garden de Nueva York para ver a U2.

Han sido muchos grupos, y muchas veces, pero de ellos ninguno como Bruce Springsteen. A él le vi en 1999, a mis 22 años. Una vez acabado aquel concierto, ya todo me ha sabido a poco. Me arrolló, como había arroyado a Jon Landau en 1974 siendo un perfecto don nadie. Recuerdo que cuando cuando llevábamos tres horas de concierto miré el reloj y pensé: “¿Pero a este c*br*n qué es lo que le pasa?”. Los que le han visto saben de lo que hablo. Bruce no da conciertos, sino aquelarres. Se te mete dentro, te agarra las tripas y te saca a bailar hasta que él se cansa, que es cerca de cuatro horas después en las que tú no has parado de gozar.

Música cristiana

Con 28 años, muchos lo saben, viví una conversión. Jamás dejé de oír a U2 ni a Bruce Springsteen, pero sí mucha de la música que oía hasta entonces. No era del agrado de Dios, y dejó de ser del agrado de mi alma. Y empecé a buscar otra música cuando, sin quererlo me encontré con algo que no sabía que existiera: música cristiana.

De pronto estallaron ante mí auténticos grupazos de música moderna, rock, pop, folk, que se podía bailar y cantar en estadios y recintos cerrados que no fuesen iglesias, alabando a Dios, dando rienda suelta al Amor que me había enamorado, y mover el esqueleto y abrasarme las manos en palmas al ritmo de salmos, himnos, oraciones y alabanzas. Ahí aparecieron muchos cantantes y grupos que me hicieron feliz.

El primero y el que más: Shepherd, un grupo montado por un colombiano llamado Jorge Barco que recordaban a los Led Zeppelin, que tocaban en tugurios de Madrid canciones de alabanza y fe en Cristo. Alucinante.

Por supuesto, estaban los cristianos protestantes de Estados Unidos como Michael W. Smith; o los hispanos como Jesús Adrian Romero… Pero entre todos ellos, los mejores, sin duda, los más parecidos a los U2 y al Bruce que yo seguía desde casi niño, estaban los de Hillsong Music.

Hillsong Music no es exactamente un grupo. Son, mejor dicho, unas canciones. Unas canciones que interpretan diferentes formaciones, en unas ocasiones son unos los cantantes y músicos, en otras ocasiones son otros… Son algo así como el coro internacional itinerante de una iglesia protestante australiana. Cantan música cristiana contemporánea, con influencias de rock, Gospel, Jazz, Rithm And Blues, y todo lo que se cuece desde Elvis Presley hasta nuestros días. Desde 1988 hacen giras mundiales llenando estadios, teatros y pabellones cubiertos, y ya han cantado en más de 12 idiomas sus canciones. De lo que hay en música cristiana, están ellos, y ya después viene todo lo demás. Como con Bruce Springsteen y sus conciertos de más de tres horas.

Hakuna Music Group

Hace unos meses que mi mujer me contó que había sacado entradas para un concierto en el Palacio de Vistalegre, un pequeño recinto cerrado en Madrid que alberga desde corridas de toros de segunda categoría, hasta partidos del Estudiantes de baloncesto. El típico lugar donde, dicho con cariño, “entra de todo”. A ella el gusto por la música en directo le viene también de fábrica, pero en aquella ocasión, no la acompañé.

El espectáculo lo protagonizaban un grupo de música cristiana llamado Hakuna. Sabía de qué iba el tema y, no dando un duro por ningún proyecto español de música cristiana, le dije que fuese ella. Así nos ahorrábamos la canguro, mi entrada, y me quedaba yo con los niños mientras ella se divertía -o no- con sus amigas en aquel concierto de bandurria y pandereta.

Breve resumen visual de Hakuna en Vistalegre



El día siguiente, ella, que es la sabiduría de esta casa, tenía los ojos encendidos. Solo dijo una cosa: “Suso, el próximo te vienes”. No me hace falta ni que me ponga canciones para que yo reconozca esa mirada. Tan tonto no soy. De modo que, efectivamente, a la siguiente oportunidad contrataríamos canguro y palmaríamos la pasta como lo haríamos si el que tocara fuera un joven enclenque y pálido de New Jersey…

La ocasión llegó, y os vi.

Gracias, chicos, por hacerme rezar cantando. Gracias, chavales, por meterme a Dios por los oídos hasta que me hablase en el corazón. Gracias por cantar una nana que bien podría ser de la Virgen, tan preciosa que me ha acunado la inocencia de Jesús. Del Niño Jesús.

Gracias, porque como los Hillsong, lo habéis hecho humildemente, sencillamente… y a lo grande: en la Gran Vía, el pequeño Broadway español. Dándolo todo y sin miramientos ni postureo ninguno. No buscabais los aplausos, bajabais la mirada e ibais desfilando canción tras canción, como si nada.

Gracias a todos, los que estabais, los que estaréis, los que han estado. Me ha encantado. He vibrado. Y he aprendido. Y me apuntan por el pinganillo que el concierto de hoy ha sido algo así como un acústico, el unplugged, una actuación serena con motivo de ser Cuaresma, pero que el próximo 17 de septiembre volvéis a Vistalagre.

Aviso a navegantes: la reventa va a estar muy cotizada. Enhorabuena, chicos. Seguid así, no lo dejéis. No Le dejéis. No paréis. Llevad a Cristo, cantad a Cristo, bailad con Cristo. No sois el Hillsong de hoy, pero sí sois el Hillsong de 1989.

Mi agradecimiento especial a los dos guitarristas. Sois los Sultanes del Swing. También al pianista, a las dos violinistas que me han hecho volar con esos acordes que parecían aún no inventados, y gracias a todos los chicos y chicas que habéis cantado. De todos vosotros, a la próxima quiero un autógrafo.

Como digo, la ocasión, gracias a mi mujer, llegó y os vi. Ha sido hace unas horas y por eso quería escribir, antes de irme a la cama, que, qué queréis que os diga, sin exagerar, os he visto. Os he visto en un pequeño teatro de la Gran Vía y, como le pasó a Jon Landau en el Charlie´s Place cuando vuestro padres aún no habían nacido, he visto el futuro de la música cristiana… y se llama Hakuna Music Group.