¿Son los ateos más generosos que los creyentes?”...

“Los hijos de padres religiosos son más tacaños y crueles que los niños de familias ateas”...

“Un estudio asegura que los niños religiosos son más egoístas y severos”...

 Estos son sólo algunos de los cientos de titulares que la prensa de todo el mundo publicó haciéndose eco de un informe publicado en la revista Current Biology y que fue utilizado para atacar duramente la transmisión de la religiosidad en familia.

El estudio realizado por el neurocientífico de la Universidad de Chicago, Jean Decety, se basaba en la comparativa de niños de Estados Unidos, Canadá, Turquía, Jordania , Sudáfrica y China.  El experimento consistía en medir la cantidad de cromos y pegatinas que cada niño estaba dispuesto a compartir con otros.

Y la conclusión a la que llegaron fue que los niños cuyos padres eran religiosos compartían de media menos pegatinas que los hijos de ateos o agnósticos.

El alcance del estudio fue mundial pese a que el experimento en el que basaron sus informaciones tuviese como base científica a unos niños jugando con pegatinas. 


Jean Decety, autor principal del polémico informe


Pocos fueron los que decidieron comprobar la metodología del estudio pero cuando alguien lo hizo se descubrió que dicho informe estaba mal realizado desde la base por lo que sus resultados carecían de valor.

De este modo, el profesor de Psicología de la Universidad de California, Azim Shariff, y su equipo, hizo una revisión del estudio que también ha sido publicado por Current Biology pero que no ha tenido ni por asomo la misma repercusión en la prensa internacional que el de su colega Decety.


Shariff y su equipo llegaron a la conclusión, por ejemplo, de que el estudio original crítico con las personas religiosas se había equivocado en la metodología y no había tenido en cuenta las diferencias que existen entre los distintos países. No es lo mismo ser niño en Canadá, en China o en Turquía.

Por ejemplo, el famoso informe comparaba a una niña religiosa de Turquía con una niña no religiosa de Canadá y llegaba a la conclusión de que la diferencia en el reparto de cromos se debía únicamente la religión.

Los autores habían obviado completamente las diferencias culturales que existían entre los niños que participaron en el experimento analizando por igual, por ejemplo, hijos de familias musulmanas de un país asiático con hijos de familias católicas de Norteamérica.


Una vez que Azim Shariff corrigió el error metodológico del otro estudio las conclusiones eran completamente opuestas a las que se habían publicado en su momento.

No había diferencias dignas de mención entre los niños de familias religiosas y los de las no religiosas. Eran simplemente niños que vivían en culturas diferentes unas de otras.

Mientras tanto, la socióloga Melinda Lundquist ha realizado un análisis en Christinity Today previniendo contra los prejuicios que marcan de antemano los resultados, algo que desvirtúa el papel de la ciencia y supone un peligro de manipulación masiva de la gente.


El autor se basó en la cantidad de cromos que cambiaban los niños


Lundquist afirma que el estudio de Decety no sólo contenía errores sino que podría estar contaminado de prejuicios.

Así, por ejemplo, cita otro punto del estudio en el que a los pequeños evaluados se les mostró imágenes de niños haciendo daño a otros niños. En este caso, los que eran hijos de familias religiosas quedaron más afectados y pidieron un castigo mayor para los agresores.

Pues bien, el autor del informe interpretó las respuestas de los niños como violentas y severas. Pero el sociólogo Robert Woodberry contradecía esta afirmación asegurando que del mismo modo se podía concluir que los niños religiosos son más sensibles ante la mezquindad y tienen un sentido de la justicia más claro.


Para Melinda Lundquist el estudio fue tan promocionado por la prensa porque precisamente llegaba a una conclusión muy jugosa para muchos que consideran que la religión es algo perjudicial para las personas.

Por último, esta socióloga critica que la publicación de Decety fuera tomada  como un estudio de gran autoridad e independiente del asunto cuando las conclusiones a las que había llegado contradecían completamente toda la literatura científica publicada hasta ese momento sobre el asunto.


En contraposición a este estudio que arremetía contra la religión están las numerosas publicaciones científicas que han comprobado los beneficios de la fe para las personas.

Siguiendo con niños y adolescentes, un estudio asegura que ir a la iglesia de niño protege de las adicciones. Otros informes como uno de la Universidad de Harvard concluyen que ir a la iglesia al menos una vez por semana es bueno para la salud e incluso otros dos aseguran que la práctica religiosa tiene más beneficios para la salud que el deporte.