Durante mucho tiempo, se creyó que el hombre prehistórico carecía tanto de arte como de religión. Sin embargo, esta concepción comenzó a desvanecerse a partir de la segunda mitad del siglo XIX. El descubrimiento del arte rupestre fue clave para cambiar esta perspectiva.

En España, por ejemplo, contamos con las impresionantes cuevas de Altamira, aunque también se han hallado muestras similares en diferentes lugares de nuestra geografía y en diversas partes del mundo, que nos remontan a hace decenas de miles de años. La segunda afirmación, la relativa a la religión, empezó a decaer a partir de 1914.

Pinturas de bisontes... y un personaje misterioso

Los hijos del conde Henri Begouën, que después recibirían el sobrenombre de “los tres hermanos”, habían descubierto, cuatro años atrás, esculturas de bisontes labrados en arcilla en la cueva de Tuc d’Audoubert. Entonces, en 1914, hallaron otra gruta que se denominaría en adelante “Les Trois Frères”.

En el centro de la caverna destaca una especie de altar natural donde reposa la estatua de un león. Justo debajo de este promontorio se encontraron huesos, dientes, trozos de carbón y otros artefactos incrustados en la pared, aparentemente utilizados como ofrendas (en diferentes partes de la cueva se hallaron elementos similares).

Sin embargo, el descubrimiento más notable fue una figura que representa a un ser antropomorfo con piernas humanas, órganos genitales masculinos, patas traseras de oso, cola de caballo, astas y orejas de ciervo, barba de bisonte y ojos de búho. Situado en un lugar prácticamente inaccesible, a 4 metros de altura, este enigmático personaje domina el espacio que lo rodea.

El supuesto hechicero de la cueva de Trois Freres y el dibujo que el padre Breuil hizo cuando lo descubrió.

A lo largo del tiempo, ha recibido múltiples interpretaciones: un brujo realizando un ritual mágico, una divinidad relacionada con la caza, o incluso un chamán en trance. Aunque popularmente se le conoce como el hechicero, el nombre que le asignó Henri Breuil, un misterioso señor vestido con sotana negra y casco de excavador.

Los grabados y pinturas de esta cueva pertenecen al Paleolítico superior, en torno al 17.000-10.000 a.C., y a ellos se pueden añadir los presentes en muchas otras cuevas que se descubrieron durante la primera mitad del siglo XX en Europa, especialmente en el norte de España y el suroeste de Francia, que fueron la punta de lanza de este giro científico en lo relativo a la percepción del hombre prehistórico.

Un cura a la búsqueda del hombre primitivo

Detrás de la mayoría de estos hallazgos estuvo el mismo Henri Breuil de la cueva de “los tres hermanos”. Este se había ordenado sacerdote unos años atrás, en 1900, y compartió esa vocación con la ciencia. Nos encontramos ante el típico sacerdote científico, como lo fue también el creador de la teoría del Big Bang, el padre Georges Lemaître, entre otros.

El padre Breuil, a la derecha, con bastón y boina, a la entrada de la cueva de Lascaux en 1940.

El afán por investigar le vino del también sacerdote Jean Guibert, que en el seminario de Saint Sulpice de París le ilustró sobre la teoría de la evolución y le animó a su discípulo diciéndole: “Hay mucho que hacer en el campo de la prehistoria; usted debería abordarlo”.

Breuil se dedicó durante 60 años a la paleontología. Fue pionero en el estudio del arte rupestre, participando en importantes descubrimientos en cuevas situadas en Francia, España y Sudáfrica.

Concretamente se convirtió en la persona que logró persuadir a la comunidad científica mundial sobre la autenticidad de las pinturas de Altamira, logrando que incluso científicos escépticos, como el arqueólogo Émile Cartailhac, retiraran sus acusaciones de falsificación. Breuil quedó tan prendado de la Cueva de Altamira que llegó a considerarla como “la Capilla Sixtina del Arte Paleolítico”.

El padre Breuil, a la izquierda con sotana; tras él, el padre Hugo Obermaier, en 1909 en España.

El gran estudioso de Lascaux

También fue el primero en describir las cuevas de Lascaux en Francia, que otro grupo de adolescentes descubrió en 1940. El revuelo fue tan grande que tuvieron que vigilar la entrada de la cueva mientras se procedía con la excavación. El sacerdote francés salía de vez en cuando al aire libre para impartir alguna que otra charla improvisada a los curiosos.

Su obra "Cuatrocientos siglos de arte rupestre" le otorgó reconocimiento mundial como especialista en este campo. Además, realizó importantes investigaciones en industrias prehistóricas, destacando la revisión de la cronología del Paleolítico superior y la identificación de distintas industrias líticas, como la levalloisiense, nombre que proviene de Levallois-Perret, el lugar donde se encontraron los primeros hallazgos arqueológicos de esta técnica.

A lo largo de su carrera, Henri Breuil fue primero profesor de prehistoria en la Universidad de Friburgo, luego ocupó la cátedra de etnografía histórica en el Instituto de Paleontología Humana de París y, finalmente, el Collège de France le creó la primera cátedra de Prehistoria. Aunque lo curioso es que no le gustaba la docencia.

Falleció en 1961, dejando un importante legado en el estudio de la prehistoria y el arte rupestre.

Su trabajo continúa siendo referencia en estos campos, y su pasión por la investigación ha inspirado a generaciones de arqueólogos y científicos. Entre ellos encontramos a Dorothy Garrod, conversa del anglicanismo al catolicismo y la primera mujer en obtener una cátedra en la Universidad de Cambridge.