La Iglesia se alegra de los progresos de la ciencia, afirmó el Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU, Bernardito Aúza, al referirse a la exploración del espacio exterior, actividad emprendida por la humanidad que le permite también al hombre profundizar en “la comprensión de la fe y su relación con la ciencia”.

El Prelado hizo esta afirmación el 17 de octubre durante la sesión del Comité especial político y sobre la descolonización, cuyo tema fue la ´´Cooperación internacional en los usos pacíficos del espacio ultraterrestre´´.

“Desde los albores de su historia –recordó- la humanidad siempre ha mirado al firmamento con asombro, y con el deseo de comprender la realidad celestial y su significado en relación con la humanidad misma”.

“Teniendo en cuenta las preguntas fundamentales que siempre ha despertado, la exploración del universo ha profundizado también la comprensión de la fe y su relación con la ciencia”, afirmó.

En ese sentido, destacó Mons. Aúza, “la Santa Sede cree que la fe es capaz tanto de expandir como de enriquecer los horizontes de la razón; por lo tanto, se alegra de los increíbles progresos de las ciencias ya que ve en ellos tanto un producto del enorme potencial de la mente humana creada por Dios, como una manifestación de la amplitud y riqueza de la creación”.

Este discurso tuvo lugar diez días antes de las palabras del Papa Francisco ante la Pontificia Academia de las Ciencias, donde afirmó que la teoría del Big Bang y la evolución de la naturaleza no contradicen la intervención de Dios como Creador, sino que la requiere.

“El inicio del mundo no es obra del caos que debe a otro su origen, sino que se deriva directamente de un Principio supremo que crea por amor. El Big-Bang, que hoy se sitúa en el origen del mundo, no contradice la intervención de un creador divino, al contrario, la requiere. La evolución de la naturaleza no contrasta con la noción de creación, porque la evolución presupone la creación de los seres que evolucionan”, afirmó el Papa.

El interés del Vaticano por el impulso de las ciencias se remonta a siglos atrás, cuando en 1603 se creó la Academia Nacional de los Linces bajo el patrocinio de Clemente VIII y el príncipe romano Federico Cesi.

Sin embargo, esta institución desapareció y posteriormente en 1847 el Papa Pío IX fundó la Pontificia Academia de los Nuevos Linces. Pío XI volvió a impulsar el desarrollo de las ciencias en 1936 con la actual Pontificia Academia de las Ciencias.

Para más información sobre esta institución se puede ingresar a www.casinapioiv.va/content/accademia/en.html