Hoy he tenido el privilegio con unas decenas de periodistas de asistir al pase de prensa de Hispanoamérica. He coincidido con Pablo J. Ginés y con el padre Julián Lozano. 

Declaraba hace unos días el director de cine José Luis López-Linares para La Razón que «en España, la primera globalización [la primera parte de esta maravillosa experiencia, que se puede ver en YouTube] , explicar la historia del Imperio español en cien minutos es poco menos que «un imposible, una locura», así que el realizador está de vuelta con la continuación de esta vasta empresa (y aun así tiene material para varios capítulos más): «Me quedó todo por contar». Hispanoamérica (se estrena en los cines el 12 de abril) es el nombre que ha tomado la segunda parte de un proyecto que no se separa del mantra de «luchar por el pasado para luchar por el futuro». El objetivo no ha cambiado desde que en 2021 estrenase la primera cinta: derribar el altísimo muro de la Leyenda Negra.

Hispanoamérica – Una película documental de José Luis López-Linares (hispanoamericalapelicula.org)

«Sin Isabel la Católica no habría existido Occidente»

En la historia que se nos cuenta, lógicamente, sobresale una figura indispensable la sierva de Dios Isabel la Católica, «una mujer visionaria que abre la posibilidad de un mundo nuevo. Sabe ver la dignidad del indígena, sabe que el “otro” es igual», afirma ante la cámara Adelaida Sagarra -profesora titular de Historia de América en la Universidad de Burgos-. Hasta donde llegaba la mano de la reina, los nuevos súbditos tenían garantizados los derechos. «Sin Isabel la Católica no habría existido Occidente», afirma Consuelo Martínez-Sicluna -directora del Instituto de Estudios Americanos USP CEU-.

Gracias José Luis por haber hecho posible esta nueva entrega que desmonta, por parte de tantos hispanoamericanos que desfilan con su sabiduría y sus instrumentos -que belleza la música- y todo el arte que se muestra...

Que genial, Luis Antequera, que escribía esto hace medio año:

Descubierto, por fin, el oro que se robaron los españoles en América - ReL (religionenlibertad.com)

pues, en Hispanoamérica se ve todo eso, y más.

Y un spoiler... al final una mujer canta preciosísimante un Avemaría...

EL SIERVO DE DIOS MANUEL GUERRAS E ISABEL LA CATÓLICA

Ya no quiero alargar más la entrada, aquí podéis leer la vida del párroco mártir de Valdeverdeja (Toledo): Guerras Salcedo, Mariano (464martires.es)

El 27 de abril de 1929 escribía este artículo en El Castellano de Toledo:

Por la canonización de Isabel la Católica. EL DOSEL DE TOLEDO

Isabel I de Castilla, aquella mujer, tan poco “mujer”, por tanto sin igual entre los de su siglo, y del presente y quizá de los venideros, elegida por Dios cara “unificar a España y duplicar el Mundo”, desde los comienzos de su gloriosísimo reinado, sintió imperecedera admiración por la capital del Imperio godo, la Imperial Toledo, historia en piedra de las edades media y moderna, cifra, compendio y quintaesencia de dos civilizaciones fundidas al arrollador empuje de la Cruz.

No es lo mismo ser reina en Tordesillas que en Toledo”. “Nunca me hallo necia si no cuando estoy en Toledo”; decía no pocas veces la singular, egregia, reina católica, y cuando alguien alababa otra población comparándola con Toledo, predilecta suya, replicaba con dejos de muy marcado cariño: “Si tan grande no tan fuerte, si tan fuerte no tan grande”.

Vencido que fue “el Adversario”, como decía la gran reina en la famosa batalla de Toro, desde Tordesillas, donde daba gracias a Dios ante la sagrada Imagen de Nuestra Señora de la Peña, por el definitivo triunfo, más que en sueño en ensueño, evocaba la ciudad edificada como Roma sobre las siete colinas, Toledo la de artistas y sabios, de soñadores y poetas y al conjuro de su deseo surgía en su imaginación febril un santuario, blanco, esbelto, con magnitudes de Catedral de arcos y ventanaje menos secos que los hasta entonces había solido ser los de los templos, para que por sí mismos hablasen a quienes los miraran de triunfo, de fiesta y de alegría.

Y ya en Toledo, después de postrarse de hinojos ante la Virgen de la Descensión y colocar los trofeos arrancados al Adversario sobre la tumba de don Juan I como en desquite de la pareja de Calderones que con la honra nos robaron los portugueses en el vencimiento de Aljubarrota, hizo cristalizar en realidad aquel febril ensueño, erigiendo sobre el Tajo en paraje cubierto para que desde la Vega se le viera y el río pudiera contárselo a la mar al desembocar en Lisboa ese prodigio del arte, ese “Te Deum” de piedra y admiración de propios y extraños que había de corona y de triunfo y se dice, San Juan de los Reyes, orgullo de la Imperial Ciudad y pregonero a la par que de la devoción y cristianísimo fervor de la Reina Católica, de la predilección e ininterrumpidos amores que siempre sintiera para la famosa Ciudad de los Concilios.

Una españolísima dama, doña Mercedes Laínz de Vicuña, ha iniciado la feliz extrañamente simpática, soberanamente avasalladora idea y campaña de pedir con toda veneración a la Iglesia que la reina Isabel la Católica ocupe un lugar en los altares.

La idea que ha cundido y propagándose por doquier, necesita el dosel de Toledo, donde con fuerza tradicional y marcadamente histórica se destaca la egregia, colosal figura de tan singular reina.

Aparte otros mil los apuntes que ligeramente dejamos bosquejados, bien claramente lo patentizan.

Toledo, por fuer de historia, por nobleza y reconocimiento, debe sumarse a la campaña.

Su Real Academia de Bellas Artes, que preside el que fue mi querido maestro, ilustrísimo señor don Teodoro de San Román y Maldonado, para quien tengo siempre cariñoso recuerdo, y la Comisión Provincial de Monumentos, en la que como en la citada Academia figuran tan prestigiosas personalidades, a las que no obstante mi escaso nombre me atrevo a estimular, seguramente que pondrán a concurso lo que mucho que valen, como dice la señora Laínz de Vicuña:

«Isabel I de Castilla, tan de Toledo, la que a un mundo dio otro mundo, la que a tierras desconocidas llevo la Civilización y la Cruz, la que en su grandeza dictó leyes admirables en favor de los Indios, a quienes desde el primer momento reconoció iguales a nosotros; esa excelsa mujer a quien toda la América española debe su idioma, su religión y sus progresos, esa “Santa que no es Santa” pueda ser venerada en los altares para orgullo y embeleso de españoles que en la Iglesia única de Dios y al lado de Santa Isabel de Hungría y de Santa Isabel de Portugal, desean rendir el homenaje de su culto a Santa Isabel de España».

 MARIANO GUERRAS

Valdeverdeja, 22 de abril de 1929

Aniversario del nacimiento de Isabel la Católica