«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1, 42-45)

Queridos hermanos:

Estamos en el domingo IV del Tiempo de Adviento ¿qué dice la Palabra? La primera Palabra es del profeta Miqueas: “Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de gobernar Israel.” Dios ha querido elegir a Belén, siendo muy pequeña, la aldea en donde nazca Jesús. Dios siempre escoge lo humilde, lo pequeño, para confundir a la soberbia humana; el que nacerá “pastoreará con la fuerza del Señor, con el dominio del nombre del Señor, su Dios”, su Padre, y nos llevará a todos a la Vida Eterna, nos mostrará el camino de la salvación del hombre. Por eso, hermanos, ánimo, que el señor está buscando de nosotros que seamos humildes, se mostrará Jesús y “se hará grande hasta el confín de la tierra. Él mismo será la paz”. El Señor es el Rey, es el Señor de todo el mundo, por eso invoquemos su nombre, su poder y nos dará el ser, que es la humildad, el ser pequeño, como Él, pequeño y humilde.

Por eso respondemos con el Salmo 79: “Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve…despierta tu poder y ven a salvarnos”. El Señor quiere salvarnos de la mentira, la hipocresía, la falsedad, la corrupción; “ven a visitar tu viña y tu mano proteja a tu escogido”. A los que ha elegido el Señor los fortalece, dándoles la vida; y ¿cómo se consigue esto? invocando su Nombre. Por eso hermanos invoquemos el poder de Jesucristo.

Dice la segunda Palabra de la Carta a los Hebreos: “Al entrar Cristo en el mundo dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias.” ¿qué es lo que quiere Cristo? Que presentemos nuestro ser, nuestro cuerpo, nuestra alma: “aquí estoy, ¡Oh Dios!, para hacer tu voluntad”. Cristo nos llama a hacer la voluntad del Padre, no a hacer nuestra voluntad, nos invita a ofrecer nuestra debilidad. Él nos ama como somos y quiere santificarnos por nuestra oblación del cuerpo, que es el cuerpo de Cristo.

Por eso ahora el Evangelio que es de San Lucas dice que “María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.” Es muy importante el signo del saludo y de la escucha. Cuando el Ángel anunció a María que nacería Jesús, ella quedó embarazada por el oído, porque escuchó. ¿Nosotros realmente escuchamos o nos escuchamos a nosotros mismos? Dios nos está siendo pobres y humildes por medio de la pandemia para que podamos escuchar. María creyó y se puso en camino porque el Ángel del Señor le dijo: tu prima Isabel que era estéril y se le había pasado la regla, está embaraza”. María se puso en camino y comprobó que era verdad, por eso lleva razón la Carta a los Hebreos cuando dice que la fe es garantía de las cosas que esperamos, es decir la garantía que tiene María que su prima Isabel, que era ya anciana, quedó embarazada y que de ella nacería Juan el Bautista. Por eso continúa diciendo el Evangelio: “en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”. Hermanos, ¿Quiénes somos nosotros para que nos visite la madre de nuestro Señor? y nos visita siempre Dios para darnos la vida y abrirnos el oído para acoger la Buena Noticia, el Kerigma, para que dentro de nosotros nazca Jesús. Por eso termina diciendo: “Dichosa tú qué has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. Hermanos, que nazca Jesús, humilde, pequeño y pobre; en nuestro corazón, en nuestra familia, en medio de nuestra debilidad; aceptémonos como somos y Cristo nacerá en nuestro pesebre, nuestro corazón pobre. Dios se hace pobre para que nosotros podamos invocar el poder de Jesús, ser como Él y seguir sus huellas; esta es la obra que hace Jesús en el corazón del hombre, esta es la verdadera antropología, porque todos estamos circundados por la muerte, por el sufrimiento, por la vejez, por la enfermedad. Cristo viene a vivir dentro de ti y dentro de cada uno de nosotros. Ánimo hermanos, el Señor nos prepara para recibir a Jesús de Nazaret.

Que el Señor os bendiga y os guarde de todo mal y os conceda paz, que es lo que trae Jesús.

Con mi bendición.

+ Mons. José Luis del Palacio

Obispo E. del Callao